La oposición de derecha y extrema derecha se perfila para ganar ajustadamente las elecciones generales del domingo en Suecia, con un alto índice de inflación, el aumento de los casos de criminalidad y la futura adhesión del país a la OTAN como telón de fondo. El Partido Socialdemócrata de Suecia (PSS) de la primera ministra Magdalena Andersson fue el más votado en las legislativas con un 30,5 por ciento de los votos, pero los cuatro partidos de derecha sumarían juntos más apoyos que la coalición de izquierda, según los resultados oficiales correspondientes al 94 por ciento de las mesas escrutadas.
La segunda formación más votada es el partido de extrema derecha Demócratas Suecos (DS) con un 20,7 por ciento de los votos, mientras que el Partido Moderado (PM) se quedaría con un 19 por ciento de apoyos. La situación es de un empate técnico entre los dos bloques, lo que pone en duda que el PSS pueda gobernar con un acuerdo de coalición o con apoyos puntuales en el Parlamento del Partido Verde, el Partido de Centro y el Partido de Izquierda.
Entre los cuatro partidos progresistas sumarían un 48,9 por ciento de votos, mientras que los otros cuatro partidos, si lograran entenderse, acumularían un 49,7 por ciento de los votos. La opción de un acuerdo de derecha parece sin embargo lejana ya que aunque la suma alcanzara para gobernar, es difícil imaginar un Ejecutivo liderado por los moderados cuando la ultraderecha lo supera claramente en votos.
La prudencia se impone ya que las diferencias entre un bloque y otro son mínimas, del orden de unos 50 mil votos para un electorado de 7,8 millones de personas. El resultado preliminar de las elecciones estará claro a más tardar el miércoles, cuando se haya sumado el voto en el exterior y el anticipado por correo.
Giro sorpresivo en la tendencia
Magdalena Andersson confirmó que no se iban a conocer los resultados definitivos el domingo aunque dijo que los socialdemócratas hicieron una buena elección. "El día de las elecciones, todos los votos tienen el mismo peso. Las mayores victorias no son de un solo partido o candidato, sino de la democracia", aseguró la primera ministra sueca. Por su parte el líder de los moderados y uno de los derrotados del domingo, Ulf Kristersson, advirtió: "No sabemos cómo terminarán estas elecciones. Pero fuimos a las elecciones creyendo que el cambio es posible y que podemos liderar ese cambio".
Tanto los sondeos a boca de urna como los votos de los primeros distritos apuntaban a una victoria apretada del bloque de Andersson, pero la tendencia empezó a invertirse cuando el recuento superó el 50 por ciento de los distritos electorales. El fuerte ascenso del DS y su condición de segunda fuerza generaría un problema en la oposición si se confirma su victoria: quién encabezaría un nuevo gobierno.
Avance de la ultraderecha
Durante la campaña electoral conservadores, cristianodemócratas y liberales se mostraron abiertos a pactar con la ultraderecha, pero no a que forme parte de un hipotético gobierno, mientras que el líder del DS, Jimmie Akesson, ha defendido que su partido integre un Ejecutivo de coalición. "Si hay cambio de poder vamos a tener una posición central en el nuevo gobierno. Nuestra ambición es formar parte del gobierno. Nuestra ambición es un Ejecutivo con mayoría, sería lo mejor para Suecia", dijo Akesson el domingo en la fiesta electoral de su partido.
Las elecciones legislativas de hace cuatro años ya fueron un drama, con un solo escaño a favor del bloque gubernamental, después de una semana de espera para tener un resultado definitivo, presagio de unas arduas negociaciones para formar gobierno que duraron 134 días, un récord en la historia sueca.
En estos comicios estaban en juego 349 escaños, en un sistema de representación proporcional en donde sólo los partidos con más del cuatro por ciento obtienen representación. Para ser investido el primer ministro no debe tener 175 votos o más en su contra, pero tampoco necesita contar con una mayoría absoluta que lo respalde. La distancia entre los dos bloques, con el 94 por ciento de los votos escrutados, era de 176 para la oposición y 173 para la centroizquierda gobernante.
La campaña estuvo dominada por temas en principio favorables a la agenda de la derecha, como la criminalidad, los problemas de integración de los migrantes y la disparada del precio de la energía.