Cada vez más polarizado, Estados Unidos encuentra pocas o casi ninguna instancia de unidad. El aniversario del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono, ocurrido el 11 de septiembre de 2001, tal vez sea una de las únicas ocasiones en que el país todavía comparte un mismo sentimiento. Los homenajes se mantienen y las palabras conmemorativas aparecen desde los dos lados del espectro político. Es apenas un breve hiato en medio de una campaña electoral en la que hay cada vez menos puntos de encuentro.
El acto de este domingo en Nueva York siguió el mismo esquema de todos los años. Familiares y seres queridos de las víctimas del atentado se reunieron en el sitio en el que, hasta esa mañana de septiembre, estaban emplazados los rascacielos y ahora hay un memorial. Allí se leyeron los nombres de las casi 3.000 personas que fallecieron en los ataques. Hubo un momento de silencio al recordar los instantes en que los aviones chocaron contra las torres, otro golpeó el Pentágono, un cuarto vuelo se estrelló en Pensilvania y, finalmente, a la misma hora en que las torres cayeron.
La cúpula del gobierno se dividió este domingo para asistir a los distintos sitios en los que se recuerda el atentado. El presidente estadounidense, Joe Biden, encabezó el acto en el Pentágono. Su esposa Jill, la primera dama, viajó a Shanksville, Pensilvania, el lugar en el que cayó el vuelo 93 de United Airlines sin llegar a su objetivo. Al emblemático homenaje en Nueva York fueron la vicepresidenta Kamala Harris y su esposo, Douglas Emhoff.
Llovía este domingo en Washington cuando Biden aterrizó por la mañana en las afueras de la capital. La Bestia, el auto presidencial, lo llevó hasta al acto en conmemoración del ataque contra el Pentágono. Hace 21 años, poco después de que dos aviones secuestrados por terroristas de Al Qaeda se estrellaran contra las Torres Gemelas en Nueva York, un tercero lo hizo contra la sede del poder militar de Estados Unidos. “21 años y todavía mantenemos nuestra promesa: nunca olvidar”, dijo Biden en su discurso. “21 años es, a la vez, toda una vida y nada de tiempo”.
Al hablar desde el Pentágono, Biden resaltó el trabajo de la presidencia de Barack Obama, de quien fue vice: “Llevó 10 años cazar y matar a Osama bin Laden, pero lo hicimos”. Destacó también el asesinato de Ayman al Zawahiri, sucesor de bin Laden como líder de Al Qaeda, que autorizó en julio pasado. “20 años después, Afganistán se terminó, pero nuestro compromiso con prevenir otro ataque contra Estados Unidos no tiene fin”, agregó, a pesar de las críticas que enfrentó su gobierno por la retirada del país asiático en 2021.
En un tono más local y en línea con el discurso que mantiene en medio de la campaña electoral por las legislativas de noviembre, Biden también llamó a defender el sistema democrático de Estados Unidos: “No hay nada que esta nación no pueda alcanzar cuando permanecemos unidos y defendemos con todo nuestro corazón eso que nos vuelve únicos en el mundo: nuestra democracia”. Un sistema que, dijo, es el que garantiza “los derechos y la libertad que los terroristas buscaron enterrar el 11 de septiembre” y que los estadounidenses tienen “una obligación, un deber, una responsabilidad” de preservar. “No basta con defender la democracia una vez por año o cada tanto. Es algo que tenemos que hacer cada día”, agregó.
Esta es la línea que el Partido Demócrata y Biden adoptaron a dos meses de las elecciones legislativas en las que pueden perder el control del Congreso: la democracia en Estados Unidos, argumentan, está bajo amenaza, pero esta vez es a raíz del extremismo interno que encarnan Donald Trump y sus seguidores.
“Mucho de lo que está pasando en nuestro país en la actualidad no es normal. Donald Trump y los republicanos del MAGA (Engrandecer a Estados Unidos otra vez, en inglés) representan un extremismo que amenaza los cimientos mismos de nuestra república”, había dicho Biden hace solo dos semanas en un discurso en Filadelfia, cuna de la independencia del país norteamericano. “Están trabajando en este momento, mientras hablo, en un estado tras otro para otorgar a partidarios y compinches el poder de decidir las elecciones en Estados Unidos, empoderando a los que niegan las elecciones para socavar la democracia en sí misma”, sostuvo el 1 de septiembre pasado.
En ese momento, desde el lado republicano lo cuestionaron y lo calificaron de “polarizante”, “inflamatorio” y “divisivo”. En una reciente encuesta de Reuters e Ipsos, el 58 por ciento de quienes respondieron consideran que el movimiento trumpista amenaza los cimientos democráticos de Estados Unidos, pero un 59 por ciento también consideró que aquel discurso de Biden dividirá todavía más al país norteamericano.
A pesar de experimentar una leve suba en el nivel de aceptación después de más de un año en caída, Biden todavía tiene una aprobación en torno al 40 por ciento, no muy lejos de la que tenía Trump. Su intento por instalar un tema que convoque al electorado demócrata se choca con la falta de entusiasmo general alrededor de los resultados económicos, actualmente a la cabeza de las preocupaciones de la sociedad estadounidense. A dos meses de las elecciones, el único asunto que crece en importancia, empujado por votantes demócratas, es el aborto, después de la decisión de la Corte Suprema de mayoría conservadora de derogar este derecho.