Campo de Mayo es la principal guarnición militar del país. Tiene más de 5 mil hectáreas que la convierten en un predio casi inabarcable. Pese a los años transcurridos sigue albergando demasiados misterios sobre lo que allí sucedió durante los años del terrorismo de Estado, cuando funcionaba como uno de los mayores campos de concentración de la Argentina. Sin embargo, cuando se cumplan 40 años del regreso de la democracia, la Memoria, la Verdad y la Justicia por fin dejarán su marca en ese predio. El gobierno de Alberto Fernández tiene previsto inaugurar un espacio de memoria en ese territorio que le pertenece al Ejército –tarea a la que está dedicada fundamentalmente la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (SDH), en coordinación con los ministerios de Obras Públicas y de Defensa–. Página/12 adelanta cómo será el sitio de memoria que funcionará en Campo de Mayo, cuya construcción anuncia hoy el Presidente.
Contar la historia de Campo de Mayo es, de alguna manera, contar cómo las Fuerzas Armadas buscaron borrar los rastros de lo que habían hecho: la destrucción de los espacios que habían utilizado para mantener a miles de personas cautivas pero también cuáles eran los mecanismos que empleaban para que esas personas no volvieran a aparecer nunca más. En ese predio del Ejército ubicado en la zona noroeste del conurbano, la metodología fundamental del exterminio vino de la mano de los vuelos de la muerte, que salían desde las pistas que funcionaban en la propia guarnición. Contar la historia, entonces, no solo es reconstruir sino también construir espacios que permitan entender qué pasaba allí durante la dictadura genocida y qué sucedió con los 5 mil hombres y mujeres que se estima estuvieron en ese sitio de horror, tortura y muerte.
La construcción prevé contar con un memorial con los nombres de quienes pasaron por ese gran campo de concentración –dentro del cual funcionaron distintos centros clandestinos como El Campito, Las Casitas, la Prisión de Encausados o el Hospital Militar y al menos dos maternidades clandestinas–.
Para el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, la inauguración tendrá un impacto personal muy fuerte. De chico, lo solía llevar Herman Tetzlaff –el apropiador de Victoria Montenegro y su entregador– para pasar largas horas allí. “Ahora, nos va a llenar de orgullo ver el sitio de memoria para recordar a los compañeros y para explicarle a la sociedad qué significó Campo de Mayo en la represión”, le dice a este diario.
“Cuando el gobierno de Cambiemos quiso crear una reserva natural en Campo de Mayo, que –en realidad– escondía un emprendimiento inmobiliario, empezamos a trabajar con familiares y sobrevivientes desde la Cámara de Diputados. Avanzar ahora con el sitio es responder a una demanda de los organismos de derechos humanos”, completa Pietragalla Corti.
El proceso de construcción
El proceso de construcción del sitio de memoria comenzó en enero de 2021 con las tareas del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para identificar si existen enterramientos clandestinos. Los expertos sobrevolaron el área y utilizaron una tecnología de punta que permite saber si hubo movimientos de tierra. Durante meses analizaron las imágenes. Se espera que en las próximas semanas comiencen a excavar en algunas zonas que marcaron como de interés. Todo es expectativa.
En diciembre de 2021, el presidente Fernández derogó el decreto con el que Macri ordenaba crear una reserva natural –que había generado no solo la reacción de organismos nacionales sino también internacionales– y cedió una porción de las tierras de Campo de Mayo a la SDH para trabajar en la construcción de un espacio de memoria en ese lugar que, a decir de la auxiliar fiscal Gabriela Sosti, fue un infierno a cielo abierto.
El Archivo Nacional de la Memoria (ANM) –que depende de la SDH y es dirigido por Marcelo Castillo, uno de los expertos en Campo de Mayo– convocó a tres facultades de Arquitectura –de las universidades nacionales de San Martín, Buenos Aires y Rosario-- para que trabajaran en las propuestas de construcción del espacio. “La idea de democratizar la construcción nos aportó un montón de propuestas de pibes y pibas que no están atravesados por el terrorismo de Estado”, cuenta Castillo.
De ese trabajo surgieron veinte propuestas sobre cómo debería ser el espacio de memoria. Cuatro fueron preseleccionadas y, de esas cuatro iniciativas, se conformó un único proyecto. En simultáneo, desde la SDH se fueron llevando adelante otras discusiones. Cada quince días se reúnen con organizaciones de los barrios que rodean a Campo de Mayo y periódicamente se hacen encuentros temáticos con sobrevivientes, familiares y organismos para discutir algunos temas que harán al sitio de memoria. Por ejemplo, cómo nombrar a quienes sobrevivieron o a quienes nacieron en Campo de Mayo en el memorial. “Esperamos que todo esto sea la apertura de un debate fuerte sobre Campo de Mayo”, dice Castillo.
Dos lugares, una memoria
El Espacio para la Memoria y Promoción Campo de Mayo comprenderá dos predios --que coexistirán con la actividad del Ejército en el resto de la guarnición--. El primero se instalará en el ingreso desde la avenida Juan Gregorio Lemos (exruta 202) y abarcará un espacio de 360 por 55 metros. El segundo predio será el terreno donde funcionó El Campito y que después fue demolido.
El primer predio tendrá una plaza pública de acceso y un hall que dirigirá al público hacia distintas salas. Habrá un salón para la Memoria (donde se expondrán las historias de las militancias de quienes pasaron por Campo de Mayo), otro para la Verdad (donde se hará foco en la responsabilidad empresarial en un lugar donde el blanco de la represión fueron los trabajadores y las trabajadoras) y un tercero para la Justicia (donde se relatará quiénes fueron los represores que actuaron en ese campo de concentración y cuáles fueron los cómplices civiles, entre ellos, los que pertenecían a la Iglesia). Habrá un laberinto para la identidad que aún no está proyectado. “La idea es proyectarlo colectivamente con Abuelas, militantes, estudiantes y que sea una construcción colectiva, algo que esté hecho con todas las manos”, explica Castillo.
Después se llegará al memorial para recordar a quienes estuvieron en Campo de Mayo –y que sería el primer elemento en inaugurarse para que los familiares puedan ir a rendirle un homenaje a los suyos–. El memorial será la antesala al espacio donde se instalarán los aviones Fiat G222 que se usaron para los vuelos de la muerte, la metodología siniestra con la que los genocidas se deshicieron de los cuerpos de quienes tenían secuestrados.
En el primer tramo se montará también un centro de documentación, que reúna toda la información disponible sobre Campo de Mayo. Desde allí, quienes visiten el espacio podrán subirse a unos vehículos para recorrer los dos kilómetros que los separan desde el predio en el que funcionó el Campito. Ese lugar solo será intervenido con dos pabellones: uno de ingreso –que contendrá una maqueta que muestre cómo era el centro clandestino durante los primeros años de la dictadura– y un pabellón de salida –que se convertirá en un mirador hacia la torre de control, que monitoreaba el despegue de los vuelos de la muerte–.
Falta poco para que la Memoria, la Verdad y la Justicia hagan pie en Campo de Mayo. Es un territorio árido, no solo por su frondosa vegetación sino también por las resistencias que podría generar. Lo muestran los repetidos ataques que sufrió un monolito que recuerda a Floreal “Negrito” Avellaneda, un pibe de quince años que fue secuestrado con su mamá, sometido a feroces torturas y arrojado al Río de La Plata. Pero la decisión es estar ahí y, paso a paso, sembrar memoria.