En la noche del domingo, la Feria Internacional del Libro Rosario 2022 estuvo repleta de gente que recorrió y disfrutó los aromas de la tinta y el papel en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa. La jornada tuvo una agenda completa y dinámica que se permitió la pausa para rendir homenaje a un hijo de la ciudad: Gerardo Rozín. El escenario del auditorio Angélica Gorodischer tiene una pantalla enorme que dice: "Gracias por venir". Esa frase es la que recibe a las  personas que se dan cita para participar de este encuentro. A ambos lados de la sala hay dos estatuas de Gerardo: en una está vestido de traje y otra en la que tiene toda la vestimenta de su amado club: Rosario Central. Tanto el fútbol como su trabajo, eran dos pasiones que lo atravesaban y definían. Tampoco es casual que el homenaje se realice en ese espacio. Dos figuras destacadas de Rosario, unidas por el amor a la ciudad, la escritura y sobre todo, el humor como bandera. El periodista y escritor Reynaldo Sietecase abre la charla y explica que el encuentro es para “recordar a alguien que quieren mucho”. Elige el verbo presente porque el sentimiento está intacto. Explica que la idea es abordar el homenaje a través de cuatro aspectos que tienen que ver con una cronología.

La adolescencia. El primero en llegar a la vida de Gerardo es el intendente Pablo Javkin, ya que su primer encuentro fue durante los años de escuela secundaria en el Superior de Comercio. “Cuesta mucho hablar porque pasó poco tiempo de su partida. Los días domingos, así como hoy, nos hablábamos a la noche y teníamos la ceremonia de compartir cómo fue el rating del programa (La peña de morfi). Gerardo era un tipo muy competitivo, perfeccionista en el mejor de los sentidos y así era también en el colegio”, explicó Javkin y contó que su amigo había hecho una revista estudiantil llamada La Gallina desprolija, en alusión a un chiste que le hacían a un director del Superior

Más allá del detalle del título, esa impresión tomaba temas muy serios, entre ellos, una nota que hacía referencia a estudiantes del Superior de Comercio desaparecidos en dictadura que luego fue utilizada como prueba para unos de los juicios. También entrevistó, en esa misma publicación a Pablo Díaz, sobreviviente de La Noche de los Lápices.

La amistad entre Gerardo y Pablo fue el día en el que ambos se descubrieron arrancando carteles de la agrupación política contraria a la que participaban. Javkin porque argumentaba que no estaba permitido colgar ese tipo de propaganda y el otro, Gerardo, porque los panfletos tenían errores de ortografía. Desde ese momento charlaron, se pusieron de acuerdo y nunca más se separaron. “Si bien militábamos en distintas agrupaciones y teníamos edades diferentes, también teníamos mucho en común”, detalló Javkin y recordó las chicanas por el fútbol en donde Gerardo “era fanático de verdad, de esos hirientes”.

El intendente de Rosario sumó, además, un montón de anécdotas que sacaron a relucir la personalidad, ácida, inteligente, aguda y generosa de Rozín y adelantó que, en breve, el municipio hará una intervención en el punto favorito de su amigo, para ver el río desde el Parque de España.

Primer trabajo. Luego tomó la posta Pablo Feldman, director de Rosario/12, que fue su compañero en el diario en la década del '90, cuando Gerardo apenas había terminado la secundaria. En ese tiempo se hizo un casting a alumnos y alumnas de los últimos años de la carrera de Comunicación Social y se presentaron varias personas, entre ellas Rozín, que ni siquiera cumplía con esos requisitos pero había sido recomendado, nada más ni nada menos, que por el mismísimo Roberto Fontanarrosa.

“Gerardo hablaba sin parar. En el casting arrancó con algunas cosas extrañas, trajo una crónica de un hecho que no había existido pero lo había escrito con humor y eso, sumado a la recomendación especial, hizo que empezara a trabajar en el Rosario/12”, contó Feldman y sumó al anecdotario aquella vez donde Rozín fue a cubrir un aumento del boleto del colectivo, tocó la puerta del despacho del ex intendente Héctor "Tigre" Cavallero, la abre y  le pide que defina porque tenía que cerrar la edición del diario a las 21.

Con ese coraje y desparpajo, consecuente y veraz, Rozín forjó una carrera donde fue calculando y produciendo lo que quería hacer. Pedía saltar a otras secciones e iba creciendo en la profesión. Feldman también trajo al auditorio aquella vez que Lilia Ferreyra, la mujer de Rodolfo Walsh, lo llamó para decirle que su escritura le hacía recordar a la de Walsh. Desde entonces, cada vez que lo apuraban para terminar una nota Rozín respondía: “Shhh. Silencio. Rodolfo está escribiendo".

Rosario siempre estuvo cerca. Llega el turno de Sietecase, toma las palabras que van narrando y se alegra de poder recordar a un amigo entre risas: “Aún me resulta doloroso, inadmisible y absurdo que alguien tan joven, talentoso y con ganas de vivir partiera tan pronto. Era un ejemplo de entereza. Siguió con ese humor hasta último momento, se reía todo el tiempo, incluso de él mismo”.

Si bien con Gerardo se conocieron en Rosario/12, su amistad se consolidó en Buenos Aires. Antes de viajar a ese lugar, trajo a la memoria esa vez en que sonaba el portero de la redacción insistentemente y nadie se levantaba a atender y Rozín dijo, en su segundo día de trabajo: “Dejen, va el judío".

“Nos hicimos amigos en Buenos Aires. No es fácil hacer amigos de grandes y creo que tiene que ver con la rosarinidad. Gerardo ya mostraba su talento en su humor y notas. Produjo a Grondona, Mirtha Legrand, Nicolás Repetto. Era un animal de televisión, un rosarino exagerado”, dijo Reynaldo.

A ese sin fin de historias le agregó una de cuando se juntaban a comer en Buenos Aires y jugaban, de aburridos no más, que los comensales eran personas de Rosario y decían: “Mirá ahí, ese grupo, son empleados del Banco de la Provincia”. “Mirá allá, esos seguro son actores del Arteón”. O aquella vez en que Gerardo estaba en el auto, con ganas de tomar un helado y empezó a avanzar por la autopista y manejó hasta Rosario para ir a una heladería clásica de la ciudad.

“Tenía muchas ideas. Era alguien de conocimiento generoso, como decía Borges de Macedonio Fernández. Me encanta que nos sigamos riendo con Gerardo. Un hombre lúcido, con un gran compromiso con el laburo y sus amigos. Esta es una pérdida difícil de tramitar”, cerró Sietecase.

Cristo de las redes. El jefe de redacción de Rosario/12, Horacio Vargas, retoma el lado B de la historia del helado: al llegar a Rosario, Rozín lo llama para juntarse e ir por ese helado. Dos jóvenes con la camiseta de Ñuls lo reconocen y empiezan a pinchar para ver si en vivo se anima a decir lo que decía en radio, en broma, contra los leprosos. Se hace una pausa y todos los integrantes de la mesares ponden al unísono: “Obviamente se sigue tomando el helado”.

Entre carcajadas y más descripciones, Vargas dijo que Gerardo lo llamó unos días antes de su fallecimiento para pedirle que reedite la biografía de Fito Páez. Y en ese proceso está. Leyó un escrito extenso, poético y emocionante, dedicado especialmente a su amigo donde concluye: “Orgulloso de haber sido el jefe de Gerardo".

“El jamás iba a permitir este encuentro, no juntaba amistades excepto que él lo considerara necesario pero hubiera sido inaceptable que en una feria donde hay libros y música no hubiéramos dedicado este espacio para él”, afirma Javkin.

Las luces bajan y se proyecta un video con los acordes de "Oración del Remanso". Los amigos se corren, la pantalla se abre y se ve un fragmento de la Peña de Morfi donde Jorge Fandermole canta el tema de su autoría. La emoción se hace carne y las caras muestran gestos de nostalgia: "Agua del río viejo, llévate pronto este canto lejos. Que está aclarando y vamos pescando para vivir".

Informe: Rosario Noticias