"El hombre es un lobo para el hombre". El director teatral Ciro Zorzoli apela a la célebre frase del filósofo inglés Thomas Hobbes para sintetizar el argumento de El método Grönholm, la nueva propuesta que dirige. Y la elección resulta acertada, porque lo que sucede en escena pone de manifiesto los límites que pueden cruzarse en un sistema donde la norma es salvarse solo.
Precisamente, en la pieza escrita por el autor catalán Jordi Galceran, tres hombres y una mujer coinciden en una oficina de una multinacional. Están allí por la misma razón: una entrevista laboral para un importante cargo ejecutivo en la cual las reglas no son las convencionales. Solo una voz en off les habla para proponerles un misterioso juego en el que tendrán que medir su capacidad de resistencia, y evaluar si pegan el portazo y renuncian al crecimiento profesional, o si se quedan, aunque el costo sea muy alto.
La obra teatral revelación surgida del Teatro Nacional de Cataluña en el 2003, llegó a la pantalla grande en 2005, con dirección de Marcelo Piñeyro, y un gran elenco integrado por Pablo Echarri y Ernesto Alterio, entre otros. Un año más tarde, el estreno local sobre tablas tuvo lugar en el Paseo La Plaza, con Alejandra Flechner, Gabriel Goity, Martín Seefeld y Jorge Suárez. Y en ese mismo complejo es donde hoy se vuelve a presentar, de la mano de Benjamín Vicuña, Laurita Fernández, Rafael Ferro y Julián Cabrera.
“La temática es muy actual”, sostiene Zorzoli quien asegura que pensó esta versión en base a los tiempos que corren. “Desde que la obra se hizo por última vez, a nuestra sociedad le pasaron muchas cosas, y por eso había perspectivas que debíamos tener en cuenta. No obstante, más allá de eso esta propuesta permanece vigente en términos de su problemática en torno a las relaciones humanas”.
Benjamín Vicuña domina la escena con su personaje de Fernando, un joven que parece dispuesto a despedazar su ética para quedarse con el cargo. “Es un material vigente, pero además es bueno y tiene un potencial gigante, y eso fue lo que explica que haya sido adaptado en muchos lugares del mundo con gran repercusión. Los cuatro personajes son muy diferentes y entre ellos eso genera choques y dinámicas peligrosas y empáticas a la vez. Es de ese tipo de obras que para los actores son maravillosas porque nos dan la posibilidad de poder jugar y divertirse”.
- ¿Qué les atrajo de este proyecto?
Ciro Zorzoli: - Hay un elemento que me interesa y me angustia, y que tiene que ver con lo que las personas pueden ser capaces de hacerles a los otros. Ahora, a diferencia de la época en la que se estrenó esta pieza, tenemos más posibilidades de ver en tiempo real hasta dónde se puede llegar y cuál es el límite, porque hay mayor acceso a cámaras de seguridad y a eso se suman las redes sociales. Me da la sensación de que lo que sucede en la vida cotidiana es muchísimo peor de lo que acá contamos en escena.
Benjamín Vicuña: - Esta versión de Ciro es más universal. Y justamente a mí me atrae que esta historia hable de la condición humana, de la ambición, la codicia, el narcisismo y la competencia desleal. A su vez, la obra también empatiza con el público, porque la mayoría de las personas tienen un jefe garca o algún compañero complicado. En eso el espectador se identifica. Y comprender esa realidad me costó porque por nuestro oficio vivimos en un medio con ciertas concesiones y eso hace que, por ejemplo, no tengamos jefes. Somos un poco más anárquicos en ese sentido, y en la actuación no existe una organización tan piramidal.
- Benjamín, los últimos papeles que interpretaste en la pantalla chica, en El primero de nosotros y en Argentina, tierra de amor y venganza, fueron más cercanos al drama, pero en este caso transitás una zona de comicidad. ¿Cómo te llevás con este tipo de propuestas?
B.V.: - Creo que existe una sola forma de actuar. Y eso después se encasilla en un género. Pero la idea siempre es conocer las cosas que movilizan al personaje que nos toca interpretar. Y en este caso se da algo particular, porque en el teatro aparece un actor más que es el público y que tiene un tiempo propio y una respiración que se escucha y está latente. Y lo que tiene de bonito la comedia es que esas reacciones se sienten más que con el drama, donde la respuesta de los espectadores es más subjetiva y ambigua. Por eso, Ciro hizo hincapié en que teníamos que dialogar con eso. Esta obra interpela a la platea, juega con el suspenso y hace pensar.
- Tu personaje es el que más arriesga y va por todo…
B.V.: - Tiene sus razones para eso. Es alguien complicado, pero intenté entenderlo y no juzgarlo. Creo que, finalmente, la obra propone un juego. Los cuatro personajes, cada uno desde su lugar, están intentando utilizar todo tipo de herramientas para presionar al otro y hacer que renuncie. Es lo más parecido a un reality. Entonces, en ese marco, Fernando inventa estrategias. Recién en el final se entiende más quién es este hombre y se ve su fragilidad. Yo construí al personaje desde ahí, porque en definitiva es alguien que tiene la vulnerabilidad de aquel que no tiene laburo y que por eso está desesperado.
C.Z.: - Todos estos personajes sienten el peso de la mirada de la persona que tiene que decidir si les da el trabajo. Y eso, en cuestiones vinculadas a lo laboral, nos atraviesa a todos.
- ¿Pensaron en qué harían en esas circunstancias?
C.Z.: - No sé si resistiría una situación así.
B.V.: - Yo le recomendaría al Benjamín participante escuchar, porque en estos casos el silencio es un capital fundamental, y acá en la pieza ninguno de los personajes adopta esa estrategia. Escuchar, y dejar que los otros caigan y sean prisioneros de sus propias palabras, sería algo bueno.
- ¿Vivieron algo similar en su trayectoria laboral?
B.V.: - Hay un común denominador en los actores y es que tenemos la renuncia fácil. Somos libres, y por eso a la mayoría nos pasa que si estamos en un lugar jodido nos vamos de ahí. Hay una dignidad, o cierta rebeldía frente al sistema, que nos caracteriza. Y en este caso lo que se muestra en la obra es un ambiente mucho más corporativo. Tengo amigos que vienen y me cuentan que en sus empresas tienen que llegar a cumplir con determinados objetivos porque si no, los despiden. Imaginemos el estrés y la competitividad que eso genera.
- ¿Qué reflexión les deja esta obra?
C.Z.: - Creo que El método Grönholm nos muestra lo despiadados que podemos ser los seres humanos y, además, nos recuerda que son pocos los espacios en los cuales se puede disputar un lugar, y eso genera que las disputas se vuelvan más crueles.
B.V.: - Este material nos hace pensar en el fascismo de la imagen, porque en definitiva trata de la manera en la que te perciben los otros para que puedas acceder a un puesto de trabajo, y también nos hace ver lo expuestos y vulnerables que somos frente a los recursos humanos de las empresas. Es una obra que no intenta bajar línea. Pero sus resonancias son complejas y profundas.
* El método Grönholm puede verse en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza (Corrientes 1660), los miércoles y jueves a las 20.15, viernes 21.30, sábados a las 19.30 y a las 21.30, y domingos a las 19.30.