“Dinamarca tendrá un ‘embajador digital’ ante las macro empresas tecnológicas. Considera que por su tamaño e influencia en la sociedad, compañías como Apple o Google deben ser tratadas como naciones.” 27/1/2017 Agencia EFE
Las neo comunicaciones ofrecen redes globales de dispositivos interconectados y actores claramente reconocibles: los operadores de telecomunicaciones y los usuarios.
Con el incremento del tráfico de datos, el mercadeo on line y las redes sociales, ha aparecido otro gran protagonista: los proveedores de aplicaciones y contenidos.
En numerosos casos son grandes corporaciones que aspiran a monopolizar al planeta económica y políticamente, a través de obtener recursos extra territoriales.
El acrónimo OTT (Over the top) incluye las aplicaciones, contenidos y servicios de valor agregado que, usando las redes de datos, ofrecen servicios regalados o muy baratos de telefonía, videoconferencia, mensajería, televisión, contenidos libres o bajo demanda y almacenamiento de datos, localizados celestialmente “en la nube”.
Skype, Whatsapp, Wifi, Facebook, Google, Youtube, Netflix, ChatON, consumen banda ancha (que pagan los usuarios) y obtienen sus ganancias del comercio y la publicidad online, sin inversiones que mejoren la deplorable calidad de las redes y la mayoría sin pagar impuestos, ni generar empleos locales en los países cuyos ciudadanos las contratan.
Tal como ilustra el conflicto entre taxistas porteños y Uber, las OTTs prescinden de soberanías y de todo tipo de leyes y derechos adquiridos.
Mientras los medios hegemónicos pregonan “la inevitabilidad del cambio” que despoja a ciudadanos de sus trabajos y de sus mercados tradicionales a las Pymes, también encubren que sin la protección regulatoria del Estado, negocios como los OTT son un formidable mecanismo de transferencia de riquezas y recursos nacionales hacia corporaciones extraterritoriales.
Los grandes intereses de la convergencia fomentan la concentración de poder y promueven la ausencia de normas de control por parte de los Estados. En nombre de las libertades individuales, las ficciones de la era digital encubren bajo el espejismo de la modernización una doctrina que promueve la eliminación de las soberanías nacionales.
El poder corporativo impone a través de seductoras tecno ideologías, la metáfora del zorro en el gallinero planetario y, tal como hacían los feudos del Medioevo, se apropian de territorios mediante similares armas y estrategias.
Para muchos ciudadanos y ciudadanas, todavía no es fácil identificar los mensajes mediáticos direccionados a desorganizar sus culturas y a estimular determinados consumos. Aún más dificultoso, resulta descubrir la sutileza con la cual los productos tecnológicos configuran matrices (“Matrixes”) en el pensamiento humano.
Por eso, vale destacar que las OTT no son solo un modelo comunicacional.
Son aplicaciones del capital financiero que, imponiendo consensos, destruyen fuentes de trabajo y, eludiendo el pago de impuestos en países periféricos, transfieren la renta a los países centrales, a través de bancos y tarjetas de créditos.
Los productos OTT involucran un paradigma de diseño económico y tecnológico y una forma de organizar y negociar, desde ministerios a paritarias, desde estrategias políticas nacionales hasta armados políticos internacionales.
Asimismo, OTT plantea un modo de relacionarse con el Otro.
El simbólico “te paso por encima” aspira a conquistar un sentido común que adhiera a las presuntas ventajas de las post verdades, eludiendo acuerdos y principios éticos y sembrando la renuncia a la soberanía personal y colectiva.
No en vano, el neoliberalismo presenta la desregulación de los desarrollos de contenidos, aplicaciones y servicios de valor agregados como un “avance de la libertad” y a los gravámenes como retrógrados.
Tampoco se intenta tapar el sol con la mano. El reconocimiento del crecimiento mundial de smartphones y dispositivos inteligentes, la importancia de las redes, la difusión de la información y la popularidad de las nuevas tecnologías son una realidad.
Sin embargo, también significan un gran desafío para los estados nacionales.
Concebir y establecer regulaciones e incorporar artículos específicos a las leyes de convergencia de las telecomunicaciones para que, sin proscribir las OTT, impongan a sus productores la necesidad de respetar normas que preserven los intereses culturales y económicos nacionales y protejan e incrementen las fuentes de trabajo local.
De lo contrario, la “convergencia” continuará representada por sus feudos virtuales y habilitando embajadores digitales para “pasar por encima” a los intereses nacionales.
* Antropóloga, UNR.