La industria cultural es productora de discursos que legitiman y reproducen representaciones socio sexuales heterosexistas. Eso no es novedad. Los discursos como el de Arjona se parecen a la voz que sale por la vieja Spica del abuelo minutos antes de que exhiba toda su masculinidad en camiseta puteando a los jugadores de All Boys (pobre el abuelo, era de Atlanta).
Para quienes tengan la suerte de no haberse enterado de las apolilladas declaraciones del cantante basta decir que puso en el lugar de víctima a los hombres, quienes según él son el colectivo más sufrido en la actualidad por las aberraciones que cometieron en el pasado.
Por fortuna el avance progresivo de la militancia feminista y la ampliación de los marcos teóricos del género, ha dado lugar al estudio de nuevas formas de generar discursos sobre la música popular.
En los 90 muchos señalaban que la construcción de la ciudadanía estaba ligada al consumo. Pero tal como cuando realizamos estudios sobre las masculinidades no celebramos acríticamente las propuestas sobre las formas violentas y misóginas que construían algunos relatos sobre el ser hincha de fútbol, no creemos en una celebración de la conexión entre ciudadanía y consumo, ni de la capacidad de resignificarlo todo desde el consumo de Arjona haciendo de sus canciones un oasis de deseo, autonomía y lugar de autoafirmación identitario.
En lugar de ello, creemos que posicionar la mirada sobre el consumo cultural permite detectar la tensión entre la producción de bienes simbólicos y la posición doblemente subordinada (primero de consumidor y luego de mujer).
Desde nuestro trabajo con el activismo cultural feminista hemos visto como se logró incidir desde las redes sociales en la generación de disputas culturales que impactan en la opinión pública. Un ejemplo fue Fiorela Lombardo, que parodió en youtube Pingüinos en la cama y puso en cuestión las posiciones de género. Arjona, desde la cultura masiva, desde la educación sentimental que proponía en sus canciones establecía principios de comprensión del mundo, un modelo cultural desde el cual, tal como lo trabajó Libertad Borda en los estudios sobre las fans de Bety la fea, viven y experimentan esa cultura y por eso se vuelven parte de la trama de experiencias y relatos desde lo cotidiano.
En este patriarcado musical la voz se asoció a un instrumento natural propio de la mujer como seres supuestamente más cercanos a la Naturaleza, mientras que ellos son dueños de la Cultura. Avanzar en los procesos simbólicos que (des) organizan la desigualdad en la distribución de las capacidades artísticas en función del sistema sexo/género y la heterosexualidad como forma dominante nos invita a cuestionar.
¿Cómo se discute y desafía al patriarcado musical en tiempos donde la discursividad feminista está a flor de piel?
Lombardo y otras utilizan el humor como vehículo de comunicación para disputar sentidos y desde allí proponerse como una resistencia con una fuerte crítica a lo establecido. Sus publicaciones en Youtube la llevaron a convertirse en una referente del activismo feminista más influyentes dentro del campo artístico en la Argentina.
Como Indignada en su cuenta de Twitter, sumaba 10,6 mil suscriptores en su canal de YouTube a tal punto que sus videos llegaron a superar medio millón de views con 2 millones de reproducciones. Escribimos en pretérito porque según nos contó puso todo contenido de Indignada en privado dejando esta etapa a un lado para focalizar en otra etapa profesional vinculada a la música.
“Vamos aclarando el panorama que hay pingüinos en la cama cada vez que abrís la boca y dices una frase de mierda que me cierra la entrepierna y me congela la cotorra” sabe cantar Fiorela.
No se trata del consumo, tal como lo entendíamos en el siglo XX, se trata de la práctica, de la puesta en circulación de otras voces. En este caso la parodia como recurso en lo enunciativo y la apropiación de las redes sociales en lo que respecta a la circulación permiten subvertir el sentido.
El uso de la virtualidad como un espacio de militancia no reemplaza ni clausura las experiencias de intervenciones callejeras, sino que amplía el accionar político en el espacio territorializado presentándose como un nuevo espacio de disputa en el cual las convicciones de nuevas mujeres conviven con hombres arcaicos aunque sean jóvenes o contemporáneos, hombres que todavía no hicieron el switch frente a mujeres que hoy van por todo. El problema como siempre es el patriarcado.
* Docente e investigador UBA
** Investigadora UBA