Desde Barcelona

UNO "¿Cuál fue la peor cosa que jamás has hecho?... No te contaré eso, pero sí te contaré lo peor que jamás me ha sucedido... la cosa más espantosa...". Un Rodríguez de dieciséis años leyó eso, en 1981, y no se detuvo hasta quinientas páginas después. La novela se llamaba Fantasmas en español pero en inglés era Ghost Story (el título era el género en la primera edición en inglés que tiene ahora Rodríguez, de 1979). Y no se acuerda si allí, traducida en la primera de las varias veces que la leyó, rimaba esa "cosa espantosa" o era "cosa terrible". Da igual: Fantasmas era la primera novela de Peter Straub que leyó Rodríguez. Y, desde allí, fue hacia atrás y leyó todo lo anterior (donde había algún espectro, pero todo no era estrictamente "de terror"). Y, a partir de entonces, lo siguió hasta el final, novela a novela y relato a relato, hasta que el libro de la vida del primer y único King Peter Straub (Wisconsin, 1943) se cerró para siempre la semana pasada pero, como eximio fantasma escritor de fantasmas, seguir habitando el estante más embrujado de la biblioteca de Rodríguez.

DOS Y, sí, ya estaba claro en esa primera página de Fantasmas. Straub --a diferencia de su colega y admirador y cómplice y todo Stephen King-- venía más de Henry James y de la vieja New England y del "narrador poco confiable" que de las grandes y acaso más funcionales metrópolis de Richard Matheson & Co. en The Twilight Zone de Rod Serling y donde los héroes, por lo general, son derechos y humanos y sin angulosidades sospechosas.

De ahí que, para muchos, Peter Straub sea el hermano un poco mayor y bastante más "complicado" de Stephen King (con quien firmó El talismán y su secuela Casa negra, en la que, para Rodríguez se dejó avasallar un tanto, o prefirió no resistirse, a la voraz cosmogonía de la Torre Oscura de su socio) y al que, bastante seguido, se acusaba de que sus novelas "no se entienden" o que daban demasiadas vueltas de tuerca.

Pero muchos otros --se incluye Rodríguez-- Straub fue y seguirá siendo uno de los más brillantes y sofisticados exploradores del espanto, quien tiene abundante un Más Allá de su ya legendaria y mencionada Fantasmas, que lo consagró en el acto y puso a temblar a todos con esa vengadora de ultratumba Eva Galli/Alma Mobley volviendo para atormentar a ese club de ancianos ya de por sí atormentados (y quien la actuó muy bien la inquietante Alice Krige en la versión cinematográfica que no estaba mal y reunía a viejas glorias del celuloide ya casi fantasmales). Allí, en Straubalndia, joyas como La tierra de las sombras (suerte de Harry Potter siniestro de 1980 y hay alguien allí que pueda olvidar a Steve "Skeleton" Ridpath). O la extrañísima Dragón (donde lo eco-tóxico no se privaba de invocar deidades ancestrales). O la serie de policiales góticos componiendo la Trilogía Rosa Azul (el thriller vietnamita Koko; Mistery o el misterio juvenil-caribeño reformulando a siniestra la mística Hardy Boys y donde el joven detective Tom Pasmore, como Straub, es atropellado a temprana edad y muere y vuelve para cerrar casos; y esa cumbre y brillante artefacto metaficcional que es La garganta todos protagonizados por su héroe recurrente, Tim Underhill, escritor gay y sobreviviente a la caída de Saigón). O una perfecta colección de cuentos, entre las mejores de la literatura norteamericana (Casas sin puertas; aunque todos sus volúmenes de ficciones breves son indispensables y el propio Straub destiló lo que consideraba su best of en Interior Darkness). O la novela con el muy gracioso Dick Dart, asesino serial à la Tom Ripley, y varios esqueletos en el armario (El círculo diabólico). O el muy logrado pastiche cthulhuiano con doble Mr. X (atención: Straub editó a H. P. Lovecraft para la canónica The Library of America donde también curó en dos volúmenes American Fantastic Tales: Poe to the Pulp & 1940 to Now). O el díptico compuesto por Perdidos y La cámara oscura (y ambas funcionando como novelas/ensayo sobre los alcances y peligros de trabajar como contador de fantasías y, sí, otra vez con Underhill, de regreso en el inventado Millhaven en el que transcurren buena parte de los muy reales sustos de Straub). O su última magnum-opus, A Dark Matter/The Skylark, que puede leerse como un It con campus universitario y gurú sexual de los ’60 y sacrificio humano nunca del todo esclarecido con flashbacks a la génesis de uno de los monstruos mortales más perturbadores que Rodríguez recuerde: Tillman Hayward, a quien Straub no pudo sino seguirle la pista en sucesivas nouvelles, y dónde está Netflix cuando más se la necesita. Straub también actuó en series, escribió novelas sobre terrenos adulterios, protagonizaba su propio show live y fue reconocido como poeta. Pero --antes que nada y después de todo-- Straub creía e hizo creer en fantasmas.

TRES Y Straub --como King-- no sólo gozaba asustando sino que, también le gustaba que lo asustasen y predicar la buena nueva del mejor susto. Straub fue un gran canalizador --un médium nada small y sí muy extra large-- y convocante de presencias dignas de ser reconocidas. Así, no conforme con las justas y más que merecidas antologías de lo propio (entre ellas la indispensable Sides, del 2006, donde además de prólogos y ensayos reúne las desopilantes y feroces "observaciones" de su alter-ego crítico, un tal Putney Tyson Ridge, célebre por despreciar in toto a la obra de Straub), también dedicó buena parte de su carrera a organizar formidables fiestas negras.

Así Straub "firmó" los volúmenes colectivos Peter Straub’s Ghosts (1995), un encargo para la respetada revista/libro Conjunctions con el título de "The New Fabulists" (2002), y la fundamental antología Poe's Children: The New Horror (2008) donde Rodríguez supo por primera vez de muchos nombres temibles saliendo a jugar allí bajo la vista de los padrinos Peter Straub y Stephen King.

CUATRO Y, sí, Rodríguez se enteró de la muerte de Straub por un tweet de King en el que decía que era un día muy feliz porque publicaba su nueva novela (Fairy Tale) pero también muy triste porque había perdido a su compañero de cementerios y mesas de tres patas. Y, sí, hacía bastante que Straub no publicaba, pero Rodríguez siempre pensó que Revival (2014) de King era, en verdad, una novela de Straub poseyendo a su colega menos complicado. Revival era, también lo mejor de King en mucho tiempo y, sí, un crítico la acusó de ser "un poco rara y demasiado complicada".

Pues eso.

CINCO Ahora es de noche y Rodríguez vuelve a empezar a leer Ghost Story no para acordarse de qué era esa "cosa espantosa" porque nunca la olvidó y la recuerda perfectamente (y porque fue una de las mejores cosas que jamás hizo).

Y Rodríguez no puede jurar que cree en fantasmas.

Pero sí puede asegurar que está más que convencido de la existencia de los fantasmas de Peter Straub quien, si está ahí, que de tres golpes.

Si no, encontrarlo en cualquiera de los libros de un hombre muy generoso. Porque a no olvidarlo nunca: el miedo se da, hay que saber dar miedo.

Y el sabio Peter Straub dio mucho.

Gracias y descanse en paz, si eso es lo que quiere.

 

Si no, aquí lo espera Rodríguez. Y que Straub sepa que nunca la va a faltar un plato de sopa para romper contra las paredes de su casa sin puertas.