Como si una placa del tiempo se hubiera quebrado y se pudiera mirar el mundo desde una fisura o como estar levitando en un territorio invisible, una zona a la que se llega por algún error, un sueño tramposo o una inquietud que obliga al alma a estar perdida, como un ensayo de ciencia ficción donde estamos apunto del cataclismo.
Pero lo que ocurre en En este mundo loco, en esta noche brillante (que se presenta en el marco del ciclo Temporada Fluorescente con dirección artística de Matías Umpierrez, producción de Malena Schnitzer y curaduría del Grupo Piel de Lava) es de una oscuridad y rudeza que solo puede enmarcarse en el realismo. En la pista de aterrizaje se esconden y la atrapan. La llevan fuera de escena y será la otra, la centinela o guardia de seguridad, la mujer de la policía aeroportuaria la que nos cuente frente al micrófono ese ultraje del que nos llegan sus gritos. No tienen pasado las protagonistas de esta historia, la dramaturgia de la autora brasileña Silvia Gómez nos entrega a sus personajes ya masacrados, como si alguien les hubiera sacado el alma y durante toda la representación intentara recuperarla.
Las dos mujeres están atrapadas en un lenguaje delirante. No porque estén locas sino porque conocen la violencia como quien se enfrenta a una bestia y todavía está magullada. No van a hablar de lo que pasó pero si intentarán sanarse (aquí la cura implica prepararse para volver a la guerra). Los hechos están despojados. No hay situaciones en esta obra sino estados que se parecen a la estética delirante de David Lynch como si los personajes hubieran quedado atrapados en un sueño y ya no pudieran habitar lo real o como si hubieran sido expulsadas.
Gómez construye una dramaturgia existencial. Todo lo que sucede En este mundo loco, en esta noche brillante, podría ser un estado mental, una secuencia propia de una imaginación que se ha perdido e intenta volver, esforzarse por armar el eje de lo racional, de cierta normalidad. El personaje de Carolina Saade es como un relámpago que se agota, una refugiada que tiene siempre el cuerpo preparado para huir pero que no consigue recuperar su fuerza. Una chica (que en la fisonomía casi de niña de la actriz adquiere mayor crudeza) que ha sido soltada, dejada en un camino, que ha sufrido amnesia o que simplemente se distrajo de más y cayó en el KM 23 que se asemeja a un círculo del infierno.
Hay algo dantesco en este texto, un abandono de toda esperanza que es, de un modo desolador, absolutamente contemporáneo. Daniela Flombaum oficia de personaje de la trama pero también de maestra de ceremonias, da indicaciones técnicas, interactúa con el equipo artístico que opera en un costado, a la vista del público. La puesta de Nayla Pose juega con el distanciamiento dentro de la amargura inmensa de la pieza. Narra desde las imágenes esa vacilación donde estas dos mujeres podrían ser enemigas, donde sospechamos que una sería capaz de entregar a la otra, donde quien se supone protectora tal vez, se revele como la artífice de todo ese daño.
El espacio deviene en una zona despojada donde la iluminación de Ricardo Sica y la dirección de arte de Paola Delgado se combinan para crear una dimensión fotográfica que se acerca al cine. Hay una belleza triste, una conjunción de los cuerpos un tanto pictórica donde a la gravedad de la situación se le suma cierto artificio. Ellas pueden cantar en el medio del drama y también pueden pensar entre parlamentos que rompen lo poético como si a partir de la palabra las actrices quisieran sacarse de encima todo el peso de los hechos.
Porque las situaciones son contundentes pero abstractas, quedan flotando, siguen en los cuerpos, en la cautela, en el miedo, en ese dejarse hablar por lo que pasó como si todo el texto de Silvia Gómez fuera un largo silencio. Un arma que cambia de manos, una escena ya preparada donde la oficial a cargo sabe lo que tiene que hacer y le comunica a lxs otrxs lo que pasa pero, al mismo tiempo, se reconoce o identifica con esa recién llegada que es un ser agónico, mancillado, como, tal vez, lo fue ella.
En este mundo loco, en esta noche brillante se presenta los domingos a las 19 en Estudio Los Vidrios.