1. Con Los fusilamientos del 3 de mayo de Francisco Goya, terminado en 1814, se plasma un imaginario del occidente contemporáneo sobre el dolor y la resistencia a los poderes fácticos. Esta obra de Goya sintetiza en esa imagen universal la lucha popular española contra la dominación francesa, en el marco del levantamiento del dos de mayo de 1808, al inicio de la guerra de la independencia española.

Encontramos un correlato de esta obra en la reversión de Pablo Picasso en su Masacre en Corea, de 1951. Esta obra refleja a su vez el Guernica y la mujer doliente, la madre con su hijo muerto, el toro, el caballo que agoniza, la luz inmemorial, el fuego, el gran mural sobre la Guerra Civil Española pintado en trance en menos de dos meses. Mirarlo es escuchar en él las detonaciones y las bombas, el llanto y el amasijo de tendones en muerte y en indignación.

El arma destinada a Cristina tenía cinco proyectiles, no murió de milagro .¿Qué efectos habría traído esa piel despellejada si el arma se hubiera disparado? Los del enfrentamiento civil, posiblemente, los del despellejamiento de la tensa e inestable piel de lo social.

Si se produce un magnicidio, un asesinato público de esta envergadura, no hay Estado de Derecho que se sostenga.

Una vez más esto agita las peores aguas de las derechas neonazis. Nos preocupábamos por Lula en Brasil, pero este riesgo inmanente vale para los presidenciales de toda la región.

Hay una derecha que no se quiere atener al estado de derecho, un status quo cuyo objeto es desestabilizar y trabaja a favor de la lógica concentracionaria, hacer de la exaltación proyectiva el mecanismo típico de interlocución y transformar una vez más al peronismo en un hecho maldito e insultante, un innombrable.

Esto vuelve a dividir la mesa de lo familiar. Lo siniestro a la orden del día.


2. La bala salió, como ocurre siempre, va contra el estado de derecho y va contra una población en una época determinada, produce efectos y “afectos” en la subjetividad, hace sus estragos y deja sus secuelas.

Esta subjetividad que también está moldeada en los efectos de los sucesivos fusilamientos en Argentina durante el Siglo XX. Por citar algunos, los de la Semana Trágica, la Patagonia Trágica, Bordabehere, La Fusiladora, José León Suárez, el bautismo de fuego de la aviación argentina contra la población civil en la Plaza de Mayo, Trelew, Rodolfo Walsh y “los muertos en combate”.

A diferencia de lo que erige la obra de Goya, estos fusilamientos no son el agente de una denuncia, la inversión estética del signo de dolor, sino a la inversa y por lo contrario, el fin en sí mismo, son el escarmiento de un sector dominante que los instala como actos de justicia absolutos. Los justicieros, los quemadores de libros, los fusiladores. Y esto espanta.

Lo siniestro es un mecanismo que concierne a la subjetividad por su efecto de no reconocible, y el espanto es un mecanismo que concierne a la mirada capturada y expandida en un escenario ampliado, en un determinado campo de eventos y acontecimientos, en lo social, por ejemplo.

Lo horrendo que ocurre en lo social es proclive al espanto, lo familiar proclive a lo siniestro.

Espanto. Habiendo vivido en este país, ¿quién no le teme a las persecuciones por pronunciarse?


3. El silencio es salud, el slogan de la última dictadura en Argentina, es también un fusilamiento.

Un fusilamiento es un intento de arrasar un corpus de significantes, someterlos a la censura o transformarlos en lo contrario. La transformación en lo contrario del destino pulsional señalado por Freud.

Por eso a Trelew advino siempre el significante sustitutivo “guerrillero”, y no asesinados.

En mi país no se suele llamar a los sicarios por su nombre, y las cosas pierden sus palabras de referencia, como en otros sitios del universo contemporáneo, no es un fenómeno excluyente de Argentina.

¿Qué tipo de censura detrás de la palabra “guerrilla”, “guerrillero”? ¿Qué sustituía y qué encubría la expresión? Guerrillero, entre otras expresiones de época, quedó también en contrapunto igualada, equiparada al slogan “el silencio es salud”, de eso no se habla. Este rebus, esta cifra social, a su vez condensa ese otro destino pulsional realizado en la transformación en lo contrario, dentro de la cifra: “el silencio – salud”. Y luego el tándem --entre otros, entre otras palabras que quedaron sojuzgadas como efecto de la censura--: “guerrilla, silencio, salud”. Probablemente, la palabra guerrillero ofreciera cierta ilusión de pacificación en la lógica de la doctrina de la seguridad nacional. Negando así en lo real los fusilamientos, los asesinatos de personas detenidas. La sola palabra guerrillero daba cierta habilitación ética en las mesas familiares para tomar por verdadera la versión oficial sobre la Masacre de Trelew. ¿Quién se atrevía a descorrer el velo de la insólita versión oficial que señalaba que había habido un nuevo intento de fuga, con dieciséis muertos y tres heridos entre los prisioneros?


4. En esta larga serie de los fusilamientos también se van cayendo significantes relevantes para nuestra cultura. Al día de hoy, la expresión “desaparecido” sigue generando controversia, se asocia trabajosamente en el registro social cotidiano a “víctimas de los crímenes de lesa humanidad”. Sigue resonando en cambio la otra correlación sustitutiva: “desaparecidos... algo habrán hecho”.

Si el órgano piel es un diafragma que conecta un interior y un exterior, la piel extensa como una de las zonas erógenas, si la piel es un diafragma interior exterior, sin esa piel no hay cuerpo; uno que hace posible la relación con la realidad.

El sueño, otro diafragma, es un intento de elaborar un aspecto de la realidad, elaboración psíquica al modo de un diafragma entre lo unerkannte --no reconocido, demasiado familiar incluso-- y hacer consciente.

Mientras tanto, la Plaza bulliciosa drena en la marea humana. Hubiera sido lindo que no sólo fuera un acto representado por un arco del sector social, político o partidario, sino un “todos a la Plaza” --y aun a sabiendas del no todo--, ya que hay momentos en la historia que indefectiblemente llaman a estar allí, ya que en estos actos se definen las márgenes de lo que para cada comunidad significa democracia.

Cristian Rodríguez (Espacio Psicoanálisis Contemporáneo, EPC)