El viernes viví la emoción de ser parte de lxs invitadxs del cumple de 15 de Luana, la primera niña trans que a los 6 años pudo acceder al cambio de DNI de acuerdo a su identidad de género autopercibida, una historia que saqué a la luz en Página/12 allá por julio de 2013, cuando su mamá, Gabriela Mansilla, y el equipo interdisciplinario de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) que la venía acompañando, me eligieron para que la contara: Lulú, como la nombramos en ese primer momento, necesitaba sacudir conciencias para que las autoridades del Registro Civil de la provincia de Buenos Aires supieran de su sufrimiento al negarle su documento rectificado, a pesar de que ya estaba vigente la Ley de Identidad de Género y la norma contempla a menores de edad. Pero como era tan niña, le dijeron que no.

La repercusión mediática que tuvo su historia, el potente testimonio de Gabriela ante cámaras y micrófonos, el activismo de la CHA y el pronunciamiento de otras instancias del Estado que la avalaron, lograron que el derecho de Luana se garantizara. Y su historia dio la vuelta al mundo.

Desde entonces, siempre estuve pendiente de sus pasos. El viernes nos dimos un hermoso abrazo. También con Gabriela, una de mis heroínas favoritas. Festejaron sus 15 Luana y su hermano mellizo Elías, quien fue el primero que la escuchó y supo comprender a esa pequeña que desde los 2 años decía “yo nena, yo princesa”, cuando había sido anotada y criada como varón por haber nacido con pene.

Imagen: Álbum familiar.

La fiesta se hizo en Amérika, disco emblemática para la comunidad LGBTTIQ+. Fue cumpleaños y acto revolucionario: porque Luana –y todo ese amor que la rodea— abrió el camino para que las niñeces trans puedan crecer más libres y encontrar su lugar en la sociedad. La historia de las identidades trans se contó muchas veces: en lugar de celebrar han tenido que irse de sus casas, marginadas de sus familias y del sistema educativo, discriminadas por asumir quienes querían ser o ya eran. Flor de la V, por mencionar el ejemplo de una mujer travesti famosa, siempre cuenta que tuvo que irse de su casa a los 17 años. Y hay cientos de historias similares, un derrotero de exclusiones que las empuja a la prostitución y les impone una expectativa de vida que ronda los 35 años. La inclusión desde el Estado, con la ley de Identidad de Género, sancionada en 2012, y desde el año pasado la de cupo laboral trans les permite al menos en la Argentina la posibilidad de empezar a pensar otras trayectorias de vida.

"Es una manera de celebrar a esta niña que ha llegado a esta edad luchándola, resistiendo, siendo quien es", dijo la mamá, Gabriela Mansilla, activista y fundadora de Infancias Libres. La fiesta, con amigues de la adolescente, con familia, con la preceptora y con profesores de la escuela, con militantes LGBTIQ+, tuvo casi como maestra de ceremonias a la enorme Susy Shock, artista trava, madrina de la vida de Luana, que leyó un texto muy bello, en el que destacó esa escucha tan empática de Elías hacia su hermanita desde que eran bien pequeñxs. "Si bien la mayoría sabe de la tenaz historia de 'Lulú', es imposible pensarla a ella sin Elías. Fue el primero que entendió y abrazó lo que Luana necesitaba y quería para sí", dijo Susy Shock desde el escenario. Y, puso el énfasis en que "ese niño hizo antes que nadie algo que finalmente no es tan difícil, ni necesita tanta ciencia, que es poner el corazón para reconocernos". Sobre Luana, Susy destacó su lazo con las que abrieron caminos igualitarios y ya no están: "Ese hilo magenta que la une con tantas que cambiaron este país, que hoy no están y merecerían estar en esta fiesta, porque son las que pelearon desde sus cuerpos y sus pasiones para que quienes vengan pisen un suelo mejor con menos violencia y con más oportunidades". Luana se abrazó en el escenario con Susy Shock y volaron papelitos blancos por el enorme salón. Se la vio feliz, radiante. La otra tía trava de Luana, Marlena Wayar, mandó un emotivo mensaje porque no pudo estar. En la pista estaba la compañera del jardín de infantes de quien Luana tomó su nombre.

Fue un cumpleaños colaborativo: Amérika abrió las puertas para la celebración; una familia hizo empanadas y otras cosas ricas; la productora de contenidos Mu Trinchera se encargó de las fotos y el video; la Fundación Igualdad, del catering; la modista de cine y alta costura Patricia Terán y la periodista Ana Torrejón se hicieron cargo del vestido: Luana eligió el diseño, con falda de tul y de color rosa y zapatillas al tono. La campera de cuero que completó su atuendo era de la actriz Dolores Fonzi, que un día se la dejó olvidada en el local de Mu, y la periodista Claudia Acuña –fundadora de ese espacio— se la ofreció a la cumpleañera.

"Somos una generación que nunca pensamos que lo que soñamos lo íbamos a vivir y eso sucedió. Hoy tenemos infancias y juventudes trans que nos depositan nuevos desafíos. No tiene que pasar nada de lo que pasamos nosotras. Tienen que tener derecho a la alegría: es una revancha", dijo también Susy Shock. Hubo otrxs artistas que le dedicaron canciones a Luana. Se bailó, se brindó, se celebró. Por fin, una niña trava pudo festejar sus 15, como es tradición entre adolescentes. Que sean muchas más.