Las ocho canciones del nuevo disco de Ana Prada invitan desde un título contundente: No. Y todas inician con esta palabra de apenas dos letras. La fuerza que conjugan es mucha, y por allí se interna la cantautora uruguaya, entre dilemas y vivencias personales que comparte de maneras luminosas. Ana Prada presenta No esta noche a las 21 en el Galpón 11 (Estévez Boero 980).
“Creo que la música depende de hasta dónde estés dispuesta a bucear en las emociones a la hora de componer y cantar. Las emociones a veces no son tan gratas, pueden ser difíciles; y la música y las canciones nos llevan a lugares emocionales muy fuertes, siempre me gustó eso. Es un poco como soy yo. Soy una persona que ha estado muy triste y muy contenta, no le tengo miedo a los dolores y a las pasiones; la vida es así, una homeostasis que se compensa, no se puede estar todo el tiempo en un estado idílico”, dice Ana Prada a Rosario/12.
-El título del disco es una negativa, y sin embargo no deja de implicar una afirmación personal.
-Creo que la palabra “no” ha sido muy negada, ¡valga la redundancia! Siento que el “no” es el principio o el límite, entendido como un resguardo, una corteza, desde donde expresar tu propio deseo de manera más genuina. Creo que las mujeres, por cómo ha sido el relato hacia nosotras y por cómo hemos sido disciplinadas, siempre nos hemos acostumbrado a desear lo que el otro quiere que seamos, y por eso a veces nos cuesta un poquito más encontrar nuestro propio deseo y búsqueda personal. Por eso el “no” es un comienzo. Para que se nos respete. Hay un montón de “no”, desde lo más doméstico y cotidiano hasta otros gigantes y a los cuales adhiero, como el no a la guerra, a la discriminación, a la violencia de género, o “el no es no”; hay un límite que protege y tiene un sentido muy positivo.
-Entre este disco y el anterior (Soy Otra, 2013) pasaron casi diez años, pero música hubo siempre.
-Saqué un disco con canciones “prestadas”: 8 para el 8M (2021), que trabajé mucho con Manu Sija, con versiones que tratan la problemática de género. Pero no había sacado un disco con canciones inéditas, propias. De pronto, la pandemia nos encontró con Pata Kramer (pareja de Prada) conviviendo junto con nuestro hijo, Hugo, y apareció un tiempo donde frenar y agarrar aquella letra que había quedado abandonada, donde terminar de redondear algunas canciones; también había canciones que si bien había estrenado no estaban grabadas. Así se fue armando el disco. En un momento, noté que cinco de las ocho canciones comenzaban con la palabra “no”: “no quiero más soluciones salteándome la pelea”, “no veo en el poema palabras de amor”, “no te hablo de amor mi amor”. Me gustó desarrollar este concepto, porque ahí había un proceso personal al que le tenía que prestar atención. A las otras tres les cambié un poquito la letra, para que empezaran también con la palabra “no”. Pero como te decía, no son necesariamente negativas, simplemente es poner un límite a lo que ya no querés más: a la tristeza, a la soledad. Son simplemente canciones que tocan determinadas temáticas, cancioncitas que se animan a tocar determinadas cuestiones. La que termina el disco reúne imágenes de mi niñez: un juguete quieto en una caja, una cama donde no dormís, una puerta pintada de gris; son frases sueltas de un recorrido de vida, y creo que todo aquel que se ponga a pensar en su pasado personal se va a encontrar con un bagaje similar, porque vos sos todo tu pasado. Traté de meterme en ese pensamiento y emoción.
El disco tiene dos participaciones estelares: Jorge Drexler en “Palabras de amor” y Natalia Oreiro en “No hay verdades”; la primera a partir de “una frase que se me vino una noche y no dejaba de repetir: ‘no veo en el poema palabras de amor’, no entiendo mucho qué quiere decir pero en la narración del vínculo que propone la canción se nota que ya no hay amor; con Jorge (primo de Prada) trabajamos cada uno de los detalles, algo que es propio de él”. Con Natalia Oreiro se realizó también un videoclip, una participación que a Prada la tiene encantada, dada su admiración por Oreiro: “ella tiene un profesionalismo increíble, aportó muchísimas ideas al video y al director; tiene un gran oficio, estoy muy emocionada por lo que aprendí y viví con Natalia”.
No significa la validación de un momento profesional para Ana Prada; como ella dice: “pude hacer un disco que me da ganas de escuchar, porque tiene otro estilo otro sonido. Lo grabamos en plena pandemia con el productor artístico Pedro Alemany, y en un horario escolar te diría: los dos tenemos nuestros hijos de la misma edad, los dejábamos en el jardín y nos metíamos en el estudio. Compartimos mucho con Pedro, fue muy lindo ese proceso. Además, él viene de otro universo, hace beats, cosas de traps, graba a Pekeño 77, tiene unos conceptos de sonido diferentes, a los que no estaba acostumbrada; y por otra parte, pasaron muchos años desde la última vez que me metí a un estudio, la tecnología cambió muchísimo. Lo masterizamos en Nueva York, y participó gente de muchos lugares”.
Sobre el show de esta noche, Prada adelanta que “iré con la banda uruguaya y también con gente joven, con una bajista de 19 y una tecladista de 21 años; me gusta decirlo porque es una señal muy importante que haya mujeres instrumentistas, es un fenómeno nuevo, hay mayor paridad. Compartir música con las nuevas generaciones me hace mucho bien”.