Un 80 por ciento de los hogares de barrios populares sufren pobreza energética, y las mujeres que viven en esos hogares son las principales afectadas. “Ven incrementada su pobreza de tiempo por encargarse no solo de garantizar precondiciones de cuidado (…), sino que asumen las gestiones monetarias del cuidado”, describe ”Deudas, cuidados y vulnerabilidad: El caso de las mujeres de hogares de la República Argentina”, investigación de la socióloga Florencia Partenio, publicada por la Cepal.
El estudio cualitativo realizado en 2021, en contexto de pandemia y durante las medidas de distanciamiento social en barrios populares de las zonas Norte y Sur de la provincia de Buenos Aires, revela que la autonomía de las mujeres se encuentra restringida cuando el indicador de pobreza de tiempo se combina con el de pobreza energética. “En este punto, el aumento de las deudas de cuidado vinculadas con la deficiencia de la infraestructura urbana, muestra las porciones de presupuesto que se destinan a costear servicios con conexiones formales o informales”, explica Partenio. “En la totalidad de los hogares de la muestra se consideran los servicios de electricidad, gas y agua, como prioritarios y esenciales dentro del presupuesto de los dineros del cuidado.”
La falta de acceso a conexiones seguras y de dinero para garantizar los servicios -agua potable, red pluviocloacal, energía eléctrica, gas, agua caliente y sistemas de calefacción-, recae sobre las espaldas de las mujeres, porque son las que calientan el agua para el baño de lxs hijxs, acarrean baldes de agua de canilla del barrio, dosifican el uso de garrafa, supervisan el agua que se tira al pozo, la potabilizan, regulan el uso de energía para que no se recarguen las fases eléctricas, y se hacen cargo de las gestiones monetarias y el endeudamiento que generan esos cuidados, como llamar al que destapa el pozo, juntar la plata para la reconexión de la luz “enganchada”, pedir fiada la garrafa o cargar el medidor comunitario de electricidad.
“Aún en los hogares con bajo nivel de endeudamiento, las mujeres no quedan indemnes al peso de las gestiones monetarias y no monetarias del cuidado, mostrando la sobrecarga que significa para sus vidas", concluye la investigadora. "Esto se traduce en padecimientos cotidianos, enfermedades psicosomáticas, postergación de controles médicos, falta de espacio y tiempo para el autocuidado.”