En la que fue su primera presentación pública luego del atentado que sufrió hace dos semanas, Cristina Kirchner recibió este jueves en su despacho del Senado a curas, monjas y laicas.

La mandataria tomó la palabra hacia el final del encuentro e hizo mención al atentado contra la vida de Hipólito Yrigoyen, en diciembre de 1929, para trazar un paralelismo con el intento de magnicidio que vivió hace pocos días. "Cualquier similitud no es coincidencia", aseveró la vicepresidenta de la Nación.

Cristina Kirchner recordó -ante los curas y las hermanas- que Hipólito Yrigoyen era presidente cuando ocurrió el crack del 29, la más catastrófica caída del mercado de valores en la historia de la bolsa en Estados Unidos. "Había muchísima inflación. Habían perdido poder adquisitivo los salarios de los trabajadores producto de la crisis mundial y había una oposición muy feroz a Hipólito Yrigoyen", relató CFK.

Habían hecho un acto el día anterior en la puerta de su casa. Y el 24 de diciembre, cuando iba acompañado con su custodia, una persona atentó contra su vida con cinco balazos. Hirió al comisario que iba con él, Yrigoyen salió ileso y el agresor fue abatido por la policía”, completó el relato la vicepresidenta.

En este punto, aclaró que su intención de recordar ese momento de la historia argentina era evidenciar las similitudes y diferencias con lo ocurrido semanas atrás, y se refirió al acta de sesiones del Senado de aquellos años, de donde extrajo un fragmento del discurso del senador radical Delfor Del Valle, quien expuso que el atentado a Yrigoyen “no había sido sino la consecuencia de la actitud intemperante y desorbitada de la prensa, de partidos y aún, señor Presidente, del mismo honorable Senado. En la misma esquina del domicilio del doctor Yrigoyen se alzó una tribuna de escándalos y amenazas”.

La mandataria hizo una pausa en el detalle histórico y explicó que lo que buscaba era invitar a reflexionar sobre "la autopercepción que tenemos los argentinos de nosotros mismos y de lo que somos, porque siempre hubo grupos, tal vez no mayoritarios, pero sí pequeños y de gran poder, que quieren suprimir, eliminar al que piensa diferente".

"Considero que tenemos la obligación los argentinos y las argentinas de retomar un camino que le costó mucho a la Argentina", amplió.

En ese sentido, la exmandataria destacó a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, quienes a pesar del horror que padecieron, nunca hicieron Justicia por mano propia, sino que se apegaron a las leyes y respetaron la institucionalidad.

"Todos tenemos que tener ese ejemplo cívico como argentinos", destacó.

"A Yrigoyen fueron a hacerle el acto en la puerta de la casa, también", sostuvo la expresidenta como metáfora de un hecho que se repitió y "que debe dejar una enseñanza".

Cómo fue el intento de homicidio a Hipólito Yrigoyen

El aten­ta­do ocu­rrió el 24 de di­ciem­bre de 1919, a las on­ce ho­ras. A esa ho­ra lle­gó a la mo­des­ta ca­sa del pre­si­den­te, en la ca­lle Bra­sil 1039, co­mo lo ha­cía dia­ria­men­te, el au­to­mó­vil con­du­ci­do por el cho­fer Eu­do­sio L. Gif­fi. Vein­ti­cin­co mi­nu­tos des­pués as­cendió al mis­mo el pre­si­den­te Yrigo­yen, acom­pa­ña­do de su mé­di­co, el doc­tor Os­val­do Mea­be. En el asien­to de­lan­te­ro se ubicó, al la­do del con­duc­tor, el sub­co­mi­sa­rio Al­fre­do Pic­cia Bo­ne­lli, de la Po­li­cía de la Pro­vin­cia de Bue­nos Ai­res, en­car­ga­do de la cus­to­dia.

Ini­ciaron la mar­cha en di­rec­ción al es­te; el ve­hí­cu­lo tras­puso la ca­lle trans­ver­sal, Ber­nar­do de Yrigoyen, y el pa­sa­je In­ter­na­cio­nal, don­de se ha­llaba de vi­gi­lan­cia el agen­te de in­ves­ti­ga­cio­nes Car­los Ma­ría Si­ci­lia, de la Po­li­cía de la Ca­pi­tal. Se­gun­dos des­pués, fren­te al nú­me­ro 924 de la ca­lle Bra­sil (ace­ra nor­te), don­de es­ta­ba ins­ta­la­do el ho­tel “Ti­gre”, emer­gió del za­guán un hombre que ex­trajo de en­tre sus ro­pas un re­vól­ver y apun­tó al au­to­mó­vil. Hizo dos dis­pa­ros. Des­pués tres más. El con­duc­tor Gif­fi ma­nio­bró en zig­zag pa­ra di­fi­cul­tar el blan­co.

El ata­que fue re­pe­li­do por el sub­co­mi­sa­rio Pic­cia, que fue he­ri­do de gra­ve­dad en el ab­do­men, ya que via­ja­ba del la­do de­re­cho, des­de don­de pro­ce­dió el dis­pa­ro; y el agen­te Si­ci­lia, que desde su pues­to se co­rrió al lu­gar, tam­bién re­sul­tó he­ri­do en la pier­na iz­quier­da. El per­so­nal de la cus­to­dia, que via­ja­ba de­trás en un do­ble fae­tón, efec­tuó al­gu­nos dis­pa­ros.

El ata­can­te cayó ins­tan­tá­nea­men­te muer­to, al­can­za­do por cin­co ba­la­zos. Su cuer­po fue lle­va­do a la co­mi­sa­ría 16ª, pró­xi­ma al lu­gar. Allí se di­ri­gió Yrigoyen, quien tu­vo opor­tu­ni­dad de observarlo lar­ga y pen­sa­ti­va­men­te. El pre­si­den­te vol­vió a su do­mi­ci­lio y, a las tre­ce ho­ras, sa­lió con to­tal tran­qui­li­dad a ini­ciar sus tareas ofi­cia­les en la Ca­sa de Go­bier­no.

El ca­dá­ver fue iden­ti­fi­ca­do co­mo Gual­te­rio Ma­ri­ne­lli, ita­lia­no, de 44 años, lle­ga­do al país en 1905, con un ta­ller de me­cá­ni­co den­tal ins­ta­la­do en Bra­sil 811 (co­mo se ad­vier­te, muy pró­xi­mo al lu­gar de los he­chos). Su de­ce­so im­pi­dió to­da in­ves­ti­ga­ción pre­ci­sa y abrió pa­so a to­da cla­se de con­je­tu­ras.

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