No recuerdan muy bien cuál fue el día en que se conocieron. Puede haber sido en Radio La Tribu o en el Pasaje San Lorenzo de San Telmo, aunque no están seguros. Acababa de empezar el nuevo milenio y no era un buen momento para asomar al mundo, mucho menos para hacer música: todavía se sentía el cimbronazo del colapso de 2001 y estaba por llegar la masacre de Cromañón. Santiago Barrionuevo y Maxi Prietto terminaban la adolescencia y empezaban a deambular el under bonaerense atravesados por una pulsión idéntica: hacer canciones, tener una banda, grabar; y hacer más canciones. “El primer recuerdo que tengo es cuando Maxi, que estaba medio borrachín, se me acercó y me dijo: ‘El tema del sábado, del chabón que está en la cama, pero que invita a la piba y se queda en la cama...’. Yo le pregunté si le gustaba. ‘¡Sí!’, me dijo. ‘¡Es espectacular!’”
Quince años después, Santiago y Maxi son los dos máximos referentes de una generación que, curtida en el indie-rock, el low-fi y la irrupción progresiva de Internet, logró romper con el paradigma establecido de la música en Argentina. Al frente de El Mató a Un Policía Motorizado (Barrionuevo) y de Prietto viaja al cosmos con Mariano y ahora Los Espíritus (Prietto), no solo dejaron en evidencia la falta de riesgo y sustancia artística del mainstream nacional sino también cuán lejos puede llegar hoy una banda autogestionada si existe una obra genuina y consistente, y la determinación y capacidad para ponerla en marcha.
Mientras El Mató y Los Espíritus se encuentran ahora mismo de gira por México, sus discos recientemente editados, La síntesis O’konor y Agua ardiente, que fueron presentados con entradas agotadas en Niceto Club y El Teatro de Flores, se ubicaron automáticamente entre los lanzamientos nacionales del año, cargando con esa extraña sensación de condensar el latir colectivo de una época.
¿Desde el plano artístico, qué creen que tienen en común ustedes dos?
Santiago: Un montón de cosas. Pero sobre todo eso de haber vivo la música de esa manera, desde el under del under. Y me parece que eso nos acompaña hasta ahora. Por más que todo va a cambiando y van apareciendo nuevas cosas, la esencia ésa está. La autogestión, hacer las cosas uno. Ahora los chicos hicieron el vinilo de Agua ardiente serigrafiado, artesanal. Eso es magia pura.
Maxi: Compartimos la misma generación. Siento que venimos de un ambiente más de los ‘90, de grunge y punk, y por distintos caminos buscamos una poesía que quizás no responde a ese género. Capaz lo que más la caracteriza es la simpleza, el agarrar pocos elementos y con eso tratar de hacer algo bello. En eso me siento muy identificado. Sobre todo en Prietto viaja al cosmos con Mariano y El mató a un policía motorizado hay una melancolía y una simpleza que son parecidas.
Al mismo tiempo son dos cantantes que tuvieron que batallar contra la timidez para subirse a un escenario y construir su voz.
Santi: Sí, yo soy re tímido. Toqué por primera vez en vivo en segundo año del secundario, y a ese día lo recuerdo como el de más sufrimiento de mi vida. Estábamos por tocar e inventaba cosas para irme a casa. Después, con el tiempo, vas sorteando esa parte. Ahora arriba del escenario es el momento que más disfruto de mi vida.
Maxi: Siempre me sentí más identificado con un escritor o un dibujante. Me gusta estar en mi casa haciendo la canción, es como un viaje medio romántico. Después el tema de tocarlo en vivo es otra historia. Con Mariano yo tocaba prácticamente de espaldas. Era un poco la excusa de que estábamos en un viaje, pero también tenía que ver con que no me daba para enfrentar a la gente, no tenía ni ganas de enfrentar a la gente, tenía ganas de estar tocando ahí, asustado. Si ustedes me dejan estar asustado acá, nosotros vamos a rockear y va a estar re bueno. Ese era el pacto.
En YouTube hay un video en donde los dos cantan Verano fatal y terminan abrazados tirados en el piso.
Santi: Naaaah, ¡¿en YouTube?!
Maxi: Sí, creo que fue en el Marquee. Era mi cumpleaños, un 17 de diciembre. Ustedes estaban presentando El Día de los Muertos y sobre el final tiraste el tema ése y subimos con Mariano prendidos fuego. Ahora está esa cosa de que todo se filma y se sube, y es un peligro.
Santi: Yo estoy contento de que eso empezó a pasar ahora. No hay filmaciones mías de cuando era adolescente, porque sino la vergüenza que me daría…
¿Qué supone sacar un nuevo disco? ¿Sienten que tienen algo que validar?
Santi: Este disco tiene la presión propia que tenemos siempre que encaramos un disco, de que las canciones tienen que estar buenas, tiene que sonar potente, real. No sé cuánto pesó en nosotros La dinastía Scorpio, que fue un disco que se editó en muchos países y que nos modificó un montón de cosas en nuestra vida. Teníamos ganas de superar esa idea anterior y creo que salió bien.
Maxi: Para mí siempre es un desafío. Todos mis proyectos son distintos y siempre es como estar medio debutando. Este disco de Los Espíritus tiene otro tipo de letras, otro tipo de sonido, que también puede llegar a incomodar. No es apto para todo público. Algunas letras son bastante crudas o directas, o al menos marcan nuestra forma de pensar. Creo que nunca tuve un disco que tuviera letras tan directas sobre pensamientos y no sobre emociones. Así es como veo la sociedad, digamos. Es como estar expuesto un montón. Y después estuvo el proceso, porque fuimos por primera vez a un estudio, negociamos con otras personas y aprendimos cosas nuevas. Estás invirtiendo plata y sabés que eso va a quedar para siempre. Es un riesgo tremendo.
En relación al nivel de exposición, de las sesiones de La síntesis O’konor salió Madre, probablemente la canción más triste de El Mató.
Santi: Sí, las letras salen de algún lado, en general son algo intenso que uno tiene la necesidad de contar. Quizás en otro momento no lo hubiera hecho así. En la trilogía estaban esos sentimientos pero enmascarados dentro de un universo medio fantástico. Suelo hacer eso: cuando algo se pone muy intenso a veces tiro una frase medio graciosa para cortar con la solemnidad. Pero acá no sentí esa necesidad, me parecía que estaba bien. Después escuché el disco entero y me pareció muy melancólico. Me pareció demasiado, pero bueno, salió así, no lo planeé. Son las cosas que me salieron contar. Seré melancólico, qué voy a hacer. Me gusta leerme como alguien gracioso que hace chistes todo el tiempo, pero bueno, no sé si es tan así.
Maxi: En algún punto, hacer canciones o cualquier otra expresión artística es como dar testimonio. Aunque nos hagamos los boludos, pienso muy seguido en que me voy a morir, lo tengo muy presente y me ayuda a disfrutar más la vida. En la música eso me empuja a dar testimonio: si me enamoré lo tengo que poner, si tengo miedo de algo lo tengo que poner, si pienso que el Estado es una basura lo tengo que decir. Veo a toda la especie como un gran ser humano que comete errores e hizo cosas tremendas y tiene que aprender de todo eso. Para mí el arte ayuda a visibilizar esas cosas, así que está bueno expresar y contribuir con las impresiones que uno tiene de este planeta extraño.
Justamente, en El mundo extraño, Santiago canta: “No sé qué pasa en este lugar, todo el mundo es más joven que yo”, ¿cómo se llevan con el paso del tiempo?
Maxi: Yo disfruto mucho de discos de viejos. Neil Young saca discos cada vez mejores, Tom Waits y Bob Dylan sacan discos increíbles. No sé cómo hacen, me dan esperanzas. La juventud pasa por otro lado, tiene que ver con ese incentivo de hacer lo que te gusta. Si te gusta hacer música y tenés 70 años, seguís haciendo música, es tu trabajo en el mundo. Son cosas muy engañosas. Yo pensaba que la libertad era no tener límites, poder ir para cualquier lado. Y con el tiempo aprendí que es todo lo contrario: si entendés dónde están tus límites, ahí adentro vos podés ser extremadamente libre. Capaz con la juventud pasa lo mismo. Esos conceptos que armamos en la cabeza no son tan predecibles, ¿no?
Santi: Algo que me vuelve loco es qué va a pasar con mi vida cuando no haya jugadores de fútbol más viejos que yo. Eso me perturba. Hay uno en Japón que tiene 45 años y hace goles, así que me quedan siete años más. En la canción aparece como una queja, pero la verdad que no me afecta. Hay algo con la música, el arte o el rock, que suena medio cliché, de estar en una sintonía paralela que tiene que ver con una especie de juventud, de correrse de lo estructurado y de los estereotipos con los que convivimos todo el tiempo. Cuando vivo situaciones donde son todos más jóvenes que yo, las disfruto. Esa energía juvenil es contagiosa, te despierta cosas buenas.
Los Espíritus desde el principio apostaron al groove y ahora El Mató empezó a acentuar lo rítmico, ¿lo ven como un signo de época, en reacción al estatismo introspectivo del indie?
Santi: Puede ser, eh. Lo que me gusta de esta época es que hay menos prejuicios. Cuando era chico era súper punk y estaba todo mal con los rolingas. Hay un cambio cultural muy groso relacionado a los consumos. Spotify te da la posibilidad de escuchar toda la música de todo el mundo y eso barre límites y hace que se abra el juego. Ahora está todo bien con todos.
¿Cómo les incidió este contexto político-social en sus proyectos?
Maxi: ¿A qué sector no se opuso este gobierno? La pasan mal los viejos, los docentes, los estudiantes, todo el mundo. Todo está atravesado por una idea muy oscura, una forma de pensar muy oscura, un grupo de gente que no sé de dónde salió, la verdad. Es el regreso de los muertos vivos.
Santi: Es tremendo. A mí me da un poco de paranoia. Me parece que es muy oscuro todo y me preocupa mucho cómo se ve reflejado eso. Una parte de todo ser humano empieza a acostumbrarse y a sortear esos momentos de oscuridad, tiene que ver con el instinto de supervivencia. Pero, ¿hasta qué punto uno puede seguir soportando? Estoy preocupado por las próximas elecciones, a ver cómo va a votar la gente. Macri es un personaje que me vuelve loco. ¿Por qué un chabón millonario se mete en esto? Antes ese tipo de personas funcionaban desde las sombras y mandaban a otros a ejercer. Quizás se vieron amenazados de manera tan extrema que eso lo llevó a ir con todo para adelante. Es recomplejo todo lo que está pasando.
¿La música en un contexto así creen que juega un rol especial?
Maxi: El rock siempre fue bastante irreverente y si tiene que haber rebeldía tiene que ser contra estas cuestiones. Si yo tuviera un cargo político, si mi trabajo fuera hacer que la gente esté bien y estuvieran pasando estas cosas, me sentiría como la mierda. Evidentemente esta gente no trabaja para eso. Trabaja para hacer otras cosas, otro tipo de negocios. Pero no pienso que el músico tenga la responsabilidad de escribir sobre eso, no le reclamo a un artista que me diga lo que piensa políticamente.
Santi: Nunca creí que el arte tuviera una obligación para con eso. A mí nunca me gustó la poesía de “esto está bien y esto está mal”, dándotelo todo masticado. A mí que alguien me diga lo que tengo que hacer siempre me generó lo contrario, por más que fueran causas nobles y obvias. Me gusta más cuando la letra va por otro plano, con un poco más de poesía y te penetra en otro sentido.
Como referentes de las dos bandas independientes con más proyección de Argentina, ¿qué le dirían alguien que recién está arrancando con su banda?
Maxi: No soy de dar consejos…
Santi: Nunca fui de la bandera de la independencia y antisistema, por lo menos en el plano de la música. Siempre odié la idea de que había un solo camino para con la música. Cuando era chico si querías tener una banda tenías que hacer un demo, llevárselo a Grinbank y si le gustaba tenías una banda y si no, no. Está bueno que los grupos sepan que hay infinidad de posibilidades. Nosotros con la autogestión pudimos vivir un montón de aventuras increíbles que antes eran impensadas para el under o la música alternativa. Como consejo, les diría que si van a hacer arte tienen que entregar su cuerpo, su mente y su corazón de lleno, y que si no lo hacen están desperdiciando un gran momento. Esa es mi idea. Creo que hay que volverse loco por la aventura, porque por más que parezca riesgosa, vale la pena vivir esa intensidad del arte.