(El Che de los Gays) desde Madrid

El 28 de junio de 1969 el bar Stonewall en la ciudad de Nueva York se transformó en el epicentro de la rebeldía sexual cuando un grupo de travestis y gays decidieron enfrentarse con la policía cansadas de tanta humillación, maltrato e injusticia, ese día nació lo que conocemos hoy como el “Día del Orgullo”. Un orgullo que es más travesti que gay porque las líderes de la loca revuelta fueran la puertorriqueña Silvia Rivera y su compañera afroamericana Marcha P. Johnson. Las mismas luchas por libertades sexuales que continuaran travestis catalanas protagonistas de la primera protesta de la disidencia sexual del Estado español un 28 de junio de 1977, así como la lucha de los homosexuales activistas chilenos creadores del Movilh Histórico, fundado un 28 de junio de 1991.

La revuelta de Stonewall, 47 años después, fue recordada en muchos rincones del mundo, particularmente en aquellos países donde el avance en derechos políticos, sociales y culturales es limitado. También fue celebrado en países del “primer mundo” donde prevalecen importantes derechos y son visibles los colectivos de la diversidad sexual. Una visibilidad y valoración de legítimos derechos conquistados es necesaria pero se ve aprisionada en un orgullo consumido por la diversión, el ocio y el turismo, siendo la cámara del comercio gayfriendly una de las organizadoras de las actividades del World Pride. Porque más allá del valor simbólico y archivístico de “El Porvenir de la Revuelta”, una serie de exposiciones museales, talleres, seminarios y encuentros culturales auspiciado por el Ayuntamiento de Madrid, el componente neoliberal del World Pride se vio presente en casi todos los actos, dependencia rechazada por rabiosos colectivos que ven en esta comercialización un vaciamiento político de las demandas históricas de un movimiento de emancipación sexual.

El musical de Grindr

El orgullo gay en Madrid se pintó de los colores del arcoiris y se vendió como inclusivo, sin embargo, las diferencias de clase al interior de las comunidades de la diversidad sexual resultaron evidentes y se reflejaron en la existencia de dos manifestaciones públicas: una festiva, alegre y conciliadora y la marcha crítica que recupera el sentido más original de la revuelta. La festiva marcha del Orgullo Mundial se realizó el 1º de julio por las principales avenidas de Madrid con un impresionante despliegue policial y de prensa, sumado a la participación de más de 2 millones de asistentes, entre ellos partidos políticos de derecha como el Partido Popular y Ciudadanos, así como la inédita inclusión de un colectivo de esbeltos policías gays. Tan festivo resultó el desfile del 1 de julio en Plaza Colón que la mismísima Casa Real felicitó el evento a través de su cuenta de Twitter, señalando: “Felicitamos a todos los participantes y a todas las instituciones y servicios que garantizan el desarrollo festivo del #WorldPride2017Madrid”. 

Orgullo Crítico

Unos días antes se realizó la Marcha del Orgullo Crítico, iniciando su resistente transitar desde la Plaza Nelson Mandela hasta Plaza España. En esa protesta, donde participé con mi performance “desviada” -criticando el modelo normalizador de la homosexualidad dominante- los colectivos disidentes criticaron el sentido comercial del Orgullo Mundial en Madrid. Esos cruces, caras y contracaras se vieron reflejados en el ingreso de la Marcha del Orgullo Crítico a la Plaza del Sol mientras transcurría un acto artístico official. La música, la cerveza y la diversión fueron eclipsadas por la inesperada protesta popular que gritaba a toda voz: “Abrid las fronteras, queremos más bolleras”, “¡El orgullo no se vende, se defiende!”; “Pasado total, del Orgullo comercial” o “Hay Carmena, Carmena, Carmena, el orgullo es más que una bandera”.

El World Pride en Madrid 2017 acabó con muchos pendientes políticos, sociales y culturales, destacando la exclusión de comunidades otras -migrantes, negras, sudamericanas- que no se vieron reflejadas e integradas en este orgullo mundial comercializado, musculado y hegemónicamente blanco. Un orgullo que excluyó a las comunidades pobres y críticas. Se trató de un orgullo poderoso, sano, feliz, un orgullo que escondió en el último clóset de la homosexualidad las urgentes políticas públicas del VIH/SIDA. 

En medio de estas contradictorias escenas, un grupo de locas sudacas estuvimos en Madrid observando y participando -críticamente- de las actividades del World Pride. Participamos para visibilizar un devenir latinoamericano, entrecruzando nuestras luchas minoritarias con las luchas políticas de las comunidades excluidas del llamado “primer mundo”. Participamos para recordarle a ese mismo “primer mundo” conquistador su responsabilidad histórica en la usurpación y genocidio de nuestros primeros pueblos hace más de 500 años. Participamos porque nosotras, las locas sudacas, somos la memoria política de persistentes e históricas resistencias culturales.

Musculocas igualitarias