Desde Londres y París

“Te escribo porque hay algo que quiero pedirte. Necesito tu ayuda…”. Así empezaba la carta que el Ayuntamiento de Madrid le mandó al de París dos semanas antes de la marcha en la que actuó como sede del Europride. Un pedido insólito que circuló por la web y que se volvió trending tropic. Parece que a la gente le gustó el tono acaramelado de una ciudad parlante que decía: “Desde siempre has sido el lugar de los enamorados, de los suspiros, de los ‘sí, quiero’. Y, por eso, te has convertido para todos en la ciudad del amor. Y eso, mi querida París, es lo que quiero pedirte. Me gustaría que me cedieras tu título. Eso es: “Madrid, la ciudad del amor. ¿Te imaginas?” 

De pronto, apropiándose de las voces humanas, una ciudad -una caja de caudales- se comunica con la otra, como dos sedes de un mundial, como dos socias globalizadas que organizan un San Valentín, eso sí, más divertido de lo que se espera de cualquier party hétero. ¡Si hay pinkwashing, que se note! 

En Londres el lema de este año, muy a tono con estas capitales a pesar del Brexit, es “Love happens here”. En tiempos de terrorismo express, de abandono de migrantes a la suerte de edificios que se incendian dejando atrapadas “incontables” víctimas, una demora inaudita en reubicar a los sobrevivientes, el slogan que anuncia lugares clave donde sucede el amor parece un acto fallido, una señalización de pinkwashing. Los Estados se pasan la cucarda del amor en nombre del cual “se otorgan” derechos en cuenta gotas - Alemania acaba de conceder el matrimonio igualitario con el voto en contra de la misma Primera Ministra Merkel. Reconocer derechos en nombre del amor (de pareja) exime de tener que hacerlo en nombre de la no discriminación por aspecto, identidades, país de origen y todo un monstruoso “etc”. El amor no camina cuando el objeto “a amar” es un migrante, un tipo con pinta de terrorista, un hombre trans, una lesbiana pobre, una trava, algo monstruoso, etc. Tampoco será casual que tanto en Madrid como en París la marcha tenga dos fechas. El día anterior a la que brilla en los medios está la marcha politizada, menos brillante y llena de pancartas. Los asistentes rebeldes al día siguiente van a la otra como quien va a un sauna. Prolija separación de resistencias, parecida a la política de reciclajes de residuos tan común de este lado del planeta. 

¿París bien vale una misa?

París cedió el título nomás. Poco de amor y mucho señalamiento de “impostores o infiltrados” en la marcha del orgullo francés del sábado pasado donde se conmemoraban los 40 años de la primera y también las luchas por el aborto.

Avanza la columna del oficialismo cuyo lema había sido “La République en marche” con carroza propia y al grito muy oportuno de “LGBT en marche”. El partido de Macrón cuenta con unos cuatro ministros declaradamente homofóbicos que votaron en contra del matrimonio igualitario. No es razón para no estar orgullosos de ser gays y de derecha esgrimieron por Facebook los marchantes de Macron. ¿Cómo describir la sensación de los que se encontraron codo a codo, pluma a pluma con aquellos que representan todas las banderas contra las que se marcha? El versito popular que empezó a circular en Argentina a raíz del triunfo del presidente francés: “Macri Macron, Putin Putón” probablemente sea más elocuente que cualquier descripción desde afuera. También vale imaginarse a Gabriela Michetti levantando la bandera del arco iris en la marcha lgbtti de Buenos Aires. 

¡Impúdicas!

Un grupo de jóvenes migrantes de Latinoamérica pertenecientes a la organización “Alerta feminista” avanza por los intersticios que dejan las carrozas espectaculares. Llevan pancartas. ¡Pero ese espíritu querellante y pedagógico era para la marcha del día anterior! Avanzan. Apenas una hora antes, las chicas se sacan las remeras, unas a otras improvisan leyendas en las espaldas de las demás y luego de discutir qué gesto puede representarlas en su carácter de feministas y migrantes en París, deciden salir en tetas, pintadas con un arco iris y una wiphala. Una bandera para cada teta. La escena se parece a otras escenas entre chicas: amigas en el baño prestándose el labial, la madre vistiendo a la hija para ir a la escuela, las complicidades entre hermanas, la confianza de las amantes. En esta previa van tramitando la vergüenza de estar desnudas, la ansiedad por mostrarse sabiendo que no podrán sentir la misma adrenalina y desparpajo de los chicos que ese mismo día circularán con un hilo dental entre las nalgas, y los torsos desnudos luciendo horas de musculación y litros de anabólicos. 

Las tetas tienen más formas que los dos o tres formatos estándar que los desnudos cuidados o pornográficos han querido revelar. El descubrimiento de la desnudez entre cuerpos acostumbrados a cubrirse va armando un lenguaje entre compañeras. Avanzan. Comparadas con el estilismo drag, los amplificadores y las carrozas, estas chicas que han de ser unas 20, no mucho más, son imperceptibles. La prensa del día siguiente, aún a pesar de la situación violenta que van a vivir en un ratito, no repara en ellas. Pero avanzan. Otras mujeres que las ven empiezan a sumarse al “modo en tetas”. Algunas que andaban sueltas cuando se enteran de que Alerta Feminista se anima, se suman. La gente se acerca, les pide sacarse fotos, preguntan de dónde son, reciben sus pancartas y los textos que prepararon para repartir. 

Cuando llegaron al cierre de la marcha en la Plaza de la Republique, todo cambia. Primero fue un tipo que quiso tocar a una y después fueron varios. Vinieron a ejercer su derecho a mirar con cara de pajero, a servirse de esos cuerpos que no solo estaban desnudos donde no se debe sino en un país que no coincide con el del nacimiento. “El que paga sus impuestos tiene derechos”, se escuchó. “Tengo muchas generaciones en este país”. Una de las integrantes de Alerta, Alejandra Bello, de Colombia, repara en las características de los atacantes. “Este señor, negro, con ropa barata, representa algo más que un macho cabrío. Representa una lucha que se da justamente en la calle entre sectores vulnerables contra sectores vulnerables. No se puede separar el racismo de machismo. No es que fueron violentos porque son negros. Pero la zona de la calle (además de doméstica) es el espacio donde ciertas partes de la población puede ejercer el mandato de masculinidad entendida como ejercicio de la violencia que el sistema les impone, ya que la otra parte está capitalizada por los hombres blancos y poderosos.”

“Yo creo que el hecho de dejar de caminar y quedarnos paradas nos volvió sin querer un coto de caza”, reflexiona al día siguiente Carlotta Guerra (Chile). “La imagen que tengo es de sentirme rodeada de tiburones. Entendí esto: el estar quietas en un espacio público cambió la dinámica que traíamos marchando. Creo que la escena es un reflejo de la situación de la mujer en el trazado de un territorio de poder masculino. A esta altura muchas se habían cubierto cansadas del acoso”. La gente que pasaba le restó importancia al incidente, “porque es un pobre loco, no está bien de la cabeza”. Para las integrantes de Alerta feminista es el comienzo de una discusión sobre cruces entre factores de poder y también el comienzo de estrategias de defensa concreta donde la sororidad (la palabra la dicen ellas) haga la fuerza.

Pasado pisado

Dos días más tarde de la marcha moría Simone Veil, una de las mayores impulsoras del aborto en Francia, sobreviviente del Holocausto, feminista corrida por una derecha que la acusaba de más asesina que los nazis convertida en sus 89 años en pieza de museo y monumento nacional. En Londres, la rebelde de Europa, la marcha será el sábado próximo. Mientras tanto se lleva a cabo el orgullo más largo del mundo con conferencias y eventos previos. Museos, discotecas y centros culturales buscan en sus sótanos con qué aportar algo más o menos gay y si no, lésbico, a la semana pre orgullo. La Tate Britain propone una muestra llamada “Queer British Art” enmarcada entre 1861 y 1967. Cuando la sodomía era un delito y cuando dejó de ser una enfermedad mental. Es decir, la prehistoria de la homosexualidad entendida hoy por las ciudades y sus alcaldes. La puerta de la cárcel donde estuvo dos años preso Oscar Wilde comparte sala con retratos de Marguerite Radclyffe Hall y ediciones de su libro que la llevó a juicio no tanto por lo que decía sino por su pose de machona. 

Una puerta escalofriante por lo diminuta e infranqueable aparece colgada de una de las paredes. Es la imagen del martirio de Oscar Wilde y de todos los que siguieron sus pasos. Al lado, un retrato del autor casi dobla en altura la banalidad de esa puerta. ¿Cómo habrá entrado ese hombre en esa celda? Se preguntan los visitantes y se sacan las respectivas selfies, del lado de afuera. El dolor, antes de irse, se ha vuelto pieza de museo.