El ecosistema de las criptomonedas sigue suscitando suspicacias. A principio de año una de las noticias más impactantes en el negocio de las monedas digitales había sido el colapso del proyecto Terra Luna. Se trata de una propuesta que muchos planteaban como destinada a cambiar las reglas de juego del sistema financiero y que en pocas semanas lejos de esas promesas entró en quiebra generando una pérdida de capitalización de 40 mil millones de dólares. La semana pasada los tribunales de Seúl pidieron la captura de su fundador Do Kwon.
La orden de arresto contra este programador surcoreano de 31 años y otras cinco personas ligadas a Terra Luna se vincula con acusaciones en las que estarían incorporadas “violaciones de la ley de mercados de capitales coreana”. Es una situación que puede marcar un antecedente clave para la regulación de las monedas digitales y la descentralización de ese país.
Para los organismos reguladores una de las principales discusiones y de los desafíos dentro del universo de las criptomonedas desde sus comienzos es a quién se debe controlar y penalizar. Esto se debe a que en muchos casos los proyectos son simplemente líneas de código y software sin un dueño claro ni una casa matriz en la cual recibir inspectores del Gobierno.
Otra de los debates que llevan años es si las criptomonedas deben considerarse o no como un activo financiero. En el caso que se los considere de esta manera tendrían el mismo régimen normativo que las acciones, los bonos y otros activos operados desde los mercados de capitales tradicionales. Por eso una de las principales discusiones en el caso de Terra Luna es si puede llevar a los acusados a ser juzgados por prácticas de comercio desleal y manipulación de precios de mercado.
La situación de Do Kwon y su pedido de condena no pasa desapercibida para el mundo de las finanzas. Detrás de la noticia se esconden un sinfín de intereses que fueron puestos en juego con la caída de su proyecto. El derrumbe de Terra Luna, en una de las maniobras de especulación y pérdida de capitalización más impactantes desde la última crisis financiera internacional, fue uno de los elementos que arrastró a la baja a todo el ecosistema de monedas digitales.
Desde que comenzó el año bitcoin registra una caída cercana al 55 por ciento y en los últimos meses se suman las quiebras de varios fondos de inversión, que se habían dedicado a apostar por las monedas digitales. El caso más llamativo fue el del fondo de cobertura Three Arrows Capital cuando en junio pasado no consiguió devolver un préstamo de 650 millones de dólares y luego entró en proceso de liquidación con más de 3000 millones de dólares en disputa.
Más allá de estos desajustes en el plano financiero, los optimistas de la cadena de bloques y la descentralización aseguran que se siguen dando pasos importantes en el desarrollo de la tecnología. Por ello balancean noticias como la de Terra Luna con la novedad de la fusión exitosa de Ethereum de la semana pasada.
Esta moneda digital migró definitivamente su infraestructura para comenzar a funcionar con un esquema de consenso que no requiere prácticamente poder de cómputo. Puesto de otra forma: el consumo de energía de la red de Ethereum pasó de ser equivalente al de países como Nueva Zelanda a tener un valor casi insignificante (se redujo en más del 99 por ciento). Los próximos desafíos pasan por resolver el problema de los costos altos de usar la red e intentar escalar el número relativamente bajo de transacciones que pueden procesarse por minuto.