Diego Lerman conoce la experiencia de participar en la Competencia Oficial del Festival de San Sebastián. En 2017 lo vivió con Una especie de familia. Por eso no duda en señalar que su sexto film, El suplente -que viene de tener su première mundial en Toronto- tiene un lugar privilegiado en esa sección de la muestra donostiarra. "Es un festival que para el cine iberoamericano es fabuloso, muy amable, muy prestigioso, así que estoy muy agradecido por estar seleccionado. Es una pantalla y un lugar de encuentro genial para la película", cuenta el director de La mirada invisible y Refugiado, entre otros largometrajes de uno de los nombres esenciales del Nuevo Cine Argentino.
El proyecto de El suplente nació hace seis años. Surgió a partir de una propuesta que le hizo el productor Juan Vera "de trabajar en un guión sobre la historia de un profesor en el Conurbano bonaerense", según explica Lerman. En ese entonces ya había una investigación que el cineasta luego amplió. "Fui trabajando en un guión, después se sumó María Meira, luego Luciana de Mello en diferentes etapas. Hubo etapas en que escribí con ellas, otras que escribí solo. Finalmente, surgió este guión", subraya el realizador que este sábado presentará El suplente en la imponente Sala Kursaal.
En la nueva ficción de Lerman, Juan Minujín es Lucio, un profesor de Letras de la Universidad de Buenos Aires, que comienza a enseñar literatura en una escuela secundaria ubicada en una zona periférica de la ciudad y rápidamente se ve envuelto en los conflictos de los estudiantes. El suplente deberá apelar a todo su ingenio para sacar adelante sus clases y, al mismo tiempo, deberá cruzar sus propios límites y prejuicios para intentar salvar a Dilan (Lucas Arrua), su alumno favorito, quien es perseguido por un grupo narco del barrio en busca de venganza.
-En cuanto a la estructura narrativa, la película es un drama social que deriva hacia el policial. ¿Por qué lo pensaste de esta manera?
-Al pensar la película, me interesaba que bordee lo policial. También en la escuela secundaria y más en ese tipo de establecimiento en el Conurbano existe ese borde muy fino entre educación y delincuencia, y de las posibilidades que, a veces, tienen o no los chicos que viven en esos barrios. También la Policía y la Gendarmería tienen una presencia muy fuerte, y está el narco como parte de toda esa pintura. En la historia trabajamos la idea de un profesor de literatura que da y habla de policial, y el policial entra al aula. Y, a partir de que entra al aula, se va derivando en una investigación, en una relación con el alumno Dilan. Eso era el núcleo desde donde trabajar esta historia, y así la fui desarrollando.
-¿En qué medida creés que El suplente es una radiografía de lo que sucede en las escuelas donde asisten chicos en situación de vulnerabilidad social?
-Antes había hecho Una especie de familia, que abordaba una adopción ilegal; también había hecho Refugiado, que había sido previo al Ni Una Menos y que trataba sobre una relación de la violencia de género. Y así para atrás. Esta es una película. Pueden habar miles de puntos de vista. Está imbuida por mucho de la investigación, de los testimonios, pero no deja de ser una ficción. Igual, creo que va a resonar con fuerza porque toma muchos elementos de realidad, pero como toda construcción ficcional es subjetiva.
-Pero ¿en qué medida creés que la historia se ajusta a la realidad educativa actual, por ejemplo?
-En muchísimos aspectos. Desde la deserción docente, distintos aspectos sociales y carencias que conviven en el aula. Sobre todo, ese tipo de escuelas que visité mucho y presencié clases, tienen que lidiar con cosas tan esenciales como el hambre de los alumnos, la falta de materiales, y el lugar del profesor excediendo totalmente el hecho de brindar un contenido, y más como una contención social y un rol fundamental dentro de esas carencias. Así que creo que se ajusta muchísimo a esa realidad.
-¿Cómo fue esa investigación previa?
-Fueron muchas etapas a lo largo de los años. Cada etapa consistía en ir un poquito más sobre cuestiones muy puntuales. Por ejemplo, casos en los que Gendarmería haya entrado a las escuelas, testimonios de docentes sobre diversas cuestiones entre docencia y narco-delincuencia, testimonios de alumnos, presencia en clases, testimonios de docentes que hayan dado clases en la UBA y después hayan dado en una escuela secundaria. Fueron diversas, variadas y muchas etapas, pero siempre buscando la creación de una ficción.
-De algún modo, El suplente derriba ese mito idílico del guardapolvo blanco con que algunas películas y programas televisivos abordaron el mundo de las aulas, ¿no?
-Sí. Algo que no hago es mirar películas antes del universo que abordo; en este caso, de las aulas. Obviamente, hay varias que vi antes de este proyecto, pero no es que haga una especie de genealogía de cómo fue retratado. Hay algo de la realidad y de la subjetividad que me motiva mucho para ir trabajando el guión: el intercambio, lo que voy sintiendo como motivación de qué hacer y qué tratar en la película, pero al menos en Argentina no he visto películas que aborden el aula de esta manera, aunque tampoco creo que hubo tantas. Yo había trabajado ya en La mirada invisible un colegio en características casi opuestas: cómo era en 1982 la educación en el Nacional Buenos Aires, la represión y todo eso. Esta está imbuida de la realidad actual.
-“Nadie se salva solo”, le dice el padre a Lucio. ¿Es una reflexión que se vincula con la necesidad de una genuina lucha colectiva por la educación?
-Totalmente. Si algo necesita la educación es una lucha colectiva y creo que la tiene; a veces, un poco diseminada y disgregada, pero hay una lucha constante y continua. En lo personal, sentí como muy descarnado cómo fue la pandemia y ver el lugar social en el que ponían a la educación. Se abrían los casinos y no las escuelas. Hubo ese tipo de prioridad. Entonces, me parece que hay algo de la pandemia que vino a desnudar esa realidad que todos conocemos, pero que, a la hora de tomar decisiones, la política impone su agenda.
-A veces la poesía es una marca de realidad. Pero un poco lo que deja la película es el interrogante de cómo hacer gustar la poesía a chicos que se tienen que encargar de sobrevivir en un universo cargado de violencia. Es un esfuerzo importante que tiene que hacer el docente, ¿no?
-Yo creo que sí y que la poesía está en esos lugares. No está solamente en los lugares ilustrados, sino en esos lugares de mucha necesidad, de mucha urgencia aparece la poesía. Un poco el desafío que tiene el personaje es ayudar a que la visualicen y le den la forma que crean. Eso trabaja también la película y lo de enseñarles a escribir. Uno podría asociar el fenómeno del trap, por ejemplo, a una poesía urbana y moderna de la actualidad.
-Y un poco el espíritu del profesor es generar una relación lo menos asimétrica posible con los alumnos como para fomentar la inclusión y la participación.
-Sí, creo que en un inicio él fracasa y va buscando la manera. También está en una búsqueda personal y ese fracaso inicial deriva en un cambio de perspectiva, desde dónde poder comunicarse, dialogar con esos alumnos. El viene de la universidad y ahí choca con esta realidad tan diferente a la de él y a la que está acostumbrado a ver en la universidad.
-¿Crees que es difícil encontrar un profesor que estimule la creatividad como Lucio?
-No, hay miles por todos lados y en distintos ámbitos. Yo he tenido muchos a lo largo de los estudios que he realizado. También he sido docente y conocí un montón de docentes en diferentes lados. Y un poco eso también tiene la película. Hay muchísimos docentes y hay que realzar y valorizar su actividad que es tan importante, tan esencial y tan fundamental en la vida de las personas. Es absolutamente formativa.
-¿Dónde fuiste docente?
-He dado muchas clases de cine en diferentes provincias del país, en la Enerc, en talleres del concurso Raymundo Gleyzer, en la carrera de Diseño de Imagen y Sonido. Antes he dado talleres en escuelas secundarias. Es una actividad con la que permanentemente convivo. Ahora puntualmente no estoy dando clases, pero hasta hace un par de años lo hice.
-¿Esa experiencia te sirvió para pensar la estrategia de un docente?
-Calculo que sí, no de manera absolutamente consciente, pero sí porque es una parte de la actividad con la que convivo desde hace tiempo. Y es muy rica y muy hermosa. También soy muy agradecido de algunos de los docentes que tuve y también de los alumnos. Hay mucho de generosidad en esa actividad, un intercambio generoso que no se mide en aspectos materiales, por ejemplo. Y creo que ahí circula algo muy poderoso.
-Hay profesiones en las que la vocación no es tan importante, pero en la docencia es fundamental, ¿no?
-Sí, y más en escuelas tan adversas, con poblaciones con tanta carencia. Admiro mucho a quienes ejercen la docencia, en general, y en particular en lugares tan complicados, que están en el día a día. Eso es lo más difícil.
-El éxito de una experiencia escolar no consiste en alguien que enseña y otros que aprenden, sino en aquella en la que todos aprenden algo, ya sea un conocimiento o la forma de involucrarse en la vida de los chicos, como le sucede al profesor.
-Sí, creo totalmente en eso y creo también que es muy difícil no involucrarse. Algo de eso aborda la película. Digo que es muy difícil no involucrarse cuando hay cuestiones tan dramáticas y tan primarias como carencias. La línea que se traza con mucha fuerza en esas escuelas del margen es la diferencia entre los docentes que se involucran y los que no.
-Otro tema es el esfuerzo de un docente en la escuela pública, porque en el mundo de la escuela privada hay otras realidades y, de alguna manera, la película reivindica el papel que tiene la educación pública.
-Totalmente. Yo estudié Diseño de Imagen y Sonido en la universidad pública, y también en la Escuela Municipal de Arte Dramático y soy muy agradecido de haber tenido esa posibilidad. Es algo que se defiende. He dado clases ad honorem durante varios años en la universidad y creo en ese ida y vuelta. La educación pública es fundamental en este país y estoy totalmente con esa bandera.
-¿Otro tema que planteaste para El suplente fue mostrar la estigmatización de los chicos pobres en edad escolar, como es el caso de la Gendarmería en una escuela?
-Sí, en la investigación aparecían miles de casos. Era charlar un poco, hacer algunas entrevistas y aparecían casos de todo tipo. En los barrios, como en el que transcurre El suplente, son barrios que están llenos de murales de chicos o adultos que han muerto por la policía en muchos casos. Esos murales son como parte del paisaje. Caminando esos barrios uno los ve, y detrás de cada mural hay un muerto y no todos los muertos tienen su mural. Pero es parte del cotidiano. Incluso, es bastante dramático hablar en cifras porque la expectativa de vida de los alumnos en muchos de esos colegios no supera los 20 años. Entonces, creo que hay una estigmatización. A mí me interesó también que haya un lugar donde aferrarse, donde también hay casos muy exitosos, sobre todo frente a lo que es la deserción escolar. Hay muchos chicos que con todas las dificultades logran terminar la escuela, algunos logran después ir a la universidad (esto es más excepcional), pero si la película hace que se ponga el foco de discusión sobre la necesidad, la importancia y la trascendencia que tiene la educación en una sociedad, sería fabuloso.
-El profesor arranca preguntando “¿Para quiénes escribimos?”. Como guionista y cineasta, ¿te lo preguntaste?
-Sí, claro. Y un poco hay algo de esa pregunta que aborda Lucio y aborda la película, que es también una interrogación hacia mí mismo. No tengo la respuesta, pero constantemente me hago esa pregunta. Y me interesa pensar acerca de eso. Es muy extraño en el caso del cine. Siempre defendía y defiendo que las películas se vean en el cine. Y acelerado por la pandemia lo que empezó a suceder fue que las plataformas hicieron que muchas películas se vean no sólo acá sino en diferentes partes del mundo. Y ahí hay una posibilidad. Como estudiante de cine me costaba un montón acceder a muchos autores de afuera. Era conseguir un VHS muy mal grabado. Ahora, cualquiera se mete y puede acceder a cine de todas las épocas y de diferentes regiones y gustos. Eso me parece fabuloso. Pero también el hecho de que se consuma solo en pantalla y no en cine, no sé si es un duelo, pero yo me crié y me encanta la sala de cine, poder ver una película y que no te interrumpan. También está la posibilidad de armarse pequeños lugares de proyección en las casas. Eso es algo del mundo actual. Está la realidad y es así y creo que hay que aprovechar los beneficios que brinda esa realidad.
-Suele estar escrito en las universidades “Sólo la educación nos hará libres”. ¿Vos qué pensás?
-En lo personal, siento que el camino educativo es un camino de riqueza, no material, pero ahí hay algo muy trascendente y muy importante. Por eso siento y defiendo la educación gratuita, pública, pero después qué quiere decir ser libre sería muy complejo, aunque siento que uno puede elegir cuando tiene las herramientas formativas para hacerlo. Si no las tiene, la capacidad de elección, más allá de las carencias materiales que tenga o no, es nula.