“Linyera soy / Corro el mundo y no sé a dónde voy / Linyera soy / Lo que gano lo gasto o lo doy / No se llora / Ni en la vida deseo triunfar”, canta Daniel Melingo en “La canción del linyera”, escrita en 2014 para su disco Linyera. En esa canción, ya se empieza a delinear el espíritu vagabundo, buscavidas y rebelde del personaje central de Ópera Linyera, un poema épico con estructura operística que estrenó en el Centro Cultural 25 de Mayo (Triunvirato 4444). “Es un vértigo especial, porque nunca hice una obra de estas características. Si bien lo que nos da aplomo y seguridad es nuestra experiencia, muchas veces el mismo misterio de no haber hecho algo es una energía diferente”, confiesa Melingo, autor de la música original y director musical de la ópera. “De momento vamos a hacer este estreno de ocho funciones, pero vamos de a poco. Yo trabajo mucho fuera del país y es algo que siempre pienso. Me gustaría mostrar la ópera en diferentes lugares”, dice.
En la puesta, Melingo interpreta al personaje de El Linyera, además de cantar las canciones. La obra narra con un lenguaje de proyecciones animadas, sombras, coreografías y canciones de Melingo, el viaje que hace el personaje a partir de una visión; de un señuelo plantado en un sueño y que al despertar lo induce a recorrer un desopilante viaje para desentrañar secretos de su misteriosa vida. La ópera está basada, principalmente, en las canciones de Oasis (2020), su último disco. Este álbum cerró una trilogía que comenzó con Linyera (2014) y continuó con Anda (2016). Melingo dice que la idea de la obra le viene rondando en la cabeza desde hace una década. “Coincide con que fui perfilando mi personaje de El Linyera con el álbum homónimo, que acompañó también el largometraje Su realidad de Mariano Galperin. Después vino el álbum Anda, que está acompañado por El teorema de Mosner, una película que codirigimos con Esteban Perroud. Y un volumen 2 de Oasis va a ver la luz después del estreno de la ópera”, contextualiza. “Todo esto tiene que ver con el tiempo de elaboración de este personaje y la correspondencia con las músicas”.
De alguna manera, en la ópera –que se podrá ver los viernes y sábados- confluyen todas las inquietudes musicales de Melingo y es, tal vez, un punto de llegada después de un largo recorrido creativo, incluso su trabajo de investigación en torno a la música rebétika (un género griego de comienzos del siglo pasado). “Si hay algo que estuve trabajando estos últimos cuarenta años fue el rock, el tango y la música clásica”, dice. “Aquí pongo de manifiesto géneros que transcurrieron a lo largo de mi carrera. Mismo los conjuntos en los que participé, como Los Twist, Ring Club, Lions in Love, Los Abuelos de la Nada y toda mi época solista en discos de tango. Entonces, en esta ópera le doy forma a todos mis conocimientos anteriores”, refuerza. “La función de la vida es ir descubriendo la identidad personal y colectiva. Hay que escarbar mucho, quizás no alcanza toda la vida para llegar a una conclusión”, sostiene. “Es un camino largo, muchas veces sinuoso. Lo asombroso es que siempre hay algo más para descubrir dentro de uno”.
-¿Cuándo compusiste Oasis ya habías pensado en la historia de la ópera?
-Claro, porque en esas canciones se describen estos personajes, tanto Hécate como 7 Vidas, con la voz de Andrés Calamaro, que me inspiró para escribir el personaje. También están El Malevo Noy y El Adivino, con la voz de Enrique Symns. Y Fernando Noy hace un personaje dual. Entonces, en base a estos personajes con Rodolfo Palacios fuimos construyendo este encuentro, esta narrativa. El disparador es un hecho que me ocurrió en 1985, que fue soñar con una melodía y bajarla al papel, al piano, y transformarla en una canción. Esa canción en 1985 fue "La cueva de Alí", en los tiempos de Los Twist. En esta ópera, El Linyera sueña con una melodía que nunca escuchó. Entonces, en base a esa melodía va a averiguar de dónde viene esta música y se topa con una serie de aventuras y desventuras.
-¿Es tu primera incursión en el terreno de la ópera?
-Sí. A partir de 2019, cuando tenía este proyecto ya escrito, junto con Rodolfo Palacios fuimos a un taller de guión de ópera para terminar de darle la forma a la estructura. Porque si hay algo que define una ópera es su estructura, como las arias (las partes más emocionales y metafóricas) y los recitativos (partes específicas donde se cuenta la trama y aparece la acción). Además, como estudiante de música en la década del '70, asistí a muchísimas óperas. Primero estudiábamos el argumento y después íbamos a ver la ópera al teatro Colón, por ejemplo. También tengo una relación por parte de mi abuela paterna, que era cantante de ópera y cantaba en La Scala de Milán. Yo crecí con mi abuela cantando como soprano lírica. Entonces, en mi formación están la ópera, el tango y el rock. Los tres fundamentos musicales en mi formación.
-¿Y qué lugar ocupa la música rebétika en esta puesta?
-Un lugar muy importante. Porque justamente el trabajo musical que hago es de hibridación entre el tango y la rebétika, dos músicas de bajofondo que se unen en un punto donde los hago tocar yo. Un poco por una cuestión de identidad familiar y otro tanto por investigación y por interés personal. Esas músicas de resistencia, como yo las llamo al tango, la música rebétika, el fado, el flamenco y el blues. Entonces es muy importante para mí encontrar un punto en común entre estas dos culturas: el tango y la música rebétika. Intento encontrar algo externo a mí. Por ejemplo, la inversión silábica que tenemos en el lunfardo es muy similar a la inversión silábica que tiene el argot del manga del músico de rebétika (que quiere decir música rebelde). Es un movimiento anarco-analfabeto que comienza en 1925 a partir de un desplazamiento de una población que comienza en Esmirna y se traslada al Puerto de Pireo, en Atenas.
-¿Y qué implicancia tiene en este momento cultural trabajar estas músicas que llevan consigo la resistencia y la rebeldía?
-La implicancia es la inspiración y la motivación que a mí me permite. Porque los que creamos lenguajes, músicas, necesitamos motivaciones para darle forma a nuestra obras. Siempre tiene que haber una motivación para crear…
-Pero desde otro enfoque, la música hoy está demasiado mediada por una tendencia o por una lógica de mercado, pero estas músicas van por otro lado.
-Me parece que hay que dividir la industria de la música y la música. Son cosas diferentes y a veces se mezclan. No son lo mismo. Acá estamos hablando de música. Y yo lo hago desde el punto de vista etnomusicológico, que es una investigación donde encuentro que se tocan esas dos culturas. Por una motivación personal consigo que se toquen. Por eso desarrollé el tango rebétiko.
-¿Qué hay de vos en El Linyera?
-Mucho, porque es mi voz. Es la voz por la cual yo digo muchas cosas. Como en su momento el humor fue un poco el portavoz de Los Twist como estilo, El Linyera en este caso es para mí el portavoz de toda mi ideología, de mi manera de ver la vida. Hay mucho de real y mucho de ficción que tiene que ver conmigo en este personaje. La ficción y la realidad se entremezclan y se van nutriendo una de la otra.
-En vos hay algo histriónico, algo actoral a la hora de tocar en vivo. ¿Cómo fue en este caso trabajar puntualmente un personaje desde un plano teatral?
-Sí, lo tenía bastante allanado. Si bien es muy trabajoso, hay algo natural que se da en mí en el histrionismo, en la gestualidad, algo que tiene que ver con el cine mudo expresionista. Y eso se fue desarrollando también en mis veinticinco años de giras por Europa para público local. Como en algunos países el público no entendía lo que decía en las letras ni tampoco entendían el lunfardo tuve que desarrollar más mi gestualidad. Averiguaron lo que decía en las letras una vez que fueron atraídos por mi música y mis gestos.
-Hay mucho de intuitivo en tu faceta actoral, entonces.
-Sí, justamente la intuición es algo muy importante para mí. Porque si bien el tango con su sordidez y su elegancia es lo que desarrollo de la boca para afuera, que podríamos decir que es la música, en toda mi parte gestual hay una suerte de intuición e improvisación que contrasta con esa seriedad que tiene el tango. Entonces, yo encontré un contraste fuerte entre la gestualidad o el histrionismo y la seriedad del tango.
-¿Cuál es el escenario y el tiempo de esta puesta? ¿Una Buenos Aires del presente?
-En realidad, es una vigilia onírica. Si bien hay un disparador que es un sueño y gira en torno a las imágenes del sueño, los estados son bastante fantásticos e imprevistos. Por ejemplo, hay momentos de intoxicación y alucinación colectiva. Y pasamos de un lugar onírico hacia una vigilia alucinatoria, con mezclas de fantasía y mitología. Entonces, estamos permanentemente en un estrato fantástico a lo largo de toda la obra, un poco disparado por la motivación principal, que es el sueño. La historia comienza en el puerto de La Boca y después se traslada a la Isla Maciel. Ahí El Linyera entra a una cantina y se decepciona porque no era el lugar que había soñado. Luego viaja solo a ultramar y encuentra un naufragio, que es el comienzo del fin de esta historia.
-En general, pensás tu música a partir de escenas e imágenes más que en la canción convencional, algo que tiene que ver con el cine y el teatro. ¿Este rasgo te ayudó a crear esta ópera?
-No necesariamente, pero sí te puedo decir que el estado puro, la música instrumental, sugiere muchas veces un imaginario. Entonces, cuando en la canción ya baja el texto hay un paso que es anterior, justamente con la abstracción de la música instrumental. Podemos llegar a imaginar diferentes situaciones, por eso lo importante es la transmisión de la emoción que ocurre en la música. A partir de ahí todo es posible.
-¿Creés que esta ópera es un punto de llegada o de partida en tu extensa obra?
-Es lo que es. Vamos a ver ahora en el estreno cómo se desarrolla. Una obra empieza a tomar vida cuando toca el oído del receptor. Ahí es donde comienza una nueva vida una obra, en este caso dramática, teatral.
-¿Y te imaginás un posible público para esta propuesta? Porque es tu primera experiencia en la ópera.
-Siempre imagino el más ambicioso de los resultados. Uno cuando se escucha el interior y saca algo que está adentro tiene la voluntad de que llegue a la mayor cantidad de público posible, a un público diverso y sin fronteras, que es justamente el manifiesto de lo que nosotros hacemos. Transformar una idea en algo que pueda llegar a ser común, una idea de libertad que puede ser compartida con el oyente. Entonces, se genera una nueva sobrevida a partir de esta obra.
Detalles de la puesta
Con dirección de Pichón Baldinu, la participación de los músicos Muhammed Habbibi, Juan Ravioli y Gómez Casa y el aporte especial de Fernando Noy, Ópera Linyera estará en cartelera por ocho únicas funciones en el Centro Cultural 25 de Mayo. “Fue un trabajo arduo, a conciencia, complejo y ahora queremos dar muestras de ello con todos mis colaboradores”, resalta Melingo. “Es un gran equipo: los actores, los bailarines Matías Viera y Maiki Ghioldi, el escenógrafo, la vestuarista, todos. Hay una diversidad de lenguajes: audiovisual, sonoro, teatro, ritmo, poesía”, precisa sobre esta ópera que viene escribiendo hace cinco años.
En tanto, el ingeniero de sonido de la puesta es Edu Herrera, el diseño de luces está a cargo de Julián Mujica y la dirección de arte es de Gabriela Castro Martínez. El grupo Chow Juan, que son los animadores, le dan vida a la parte audiovisual. “Y Fernando Noy en la ópera monologa, hace dos personajes que son fundamentales para la obra. Es prácticamente el único actor aparte de mí, que estoy cantando estas canciones. Fernando es el declamador, es un estado natural que tiene. Es que justamente los textos que fuimos escribiendo con Rodolfo Palacios estuvieron un poco basados en su poesía. Y todo lo que hace como declamador y como poeta oral es extremo y bello. Fernando tiene mucho que ver en la trama de la historia”, destaca Melingo.