En la primera quincena de septiembre se mantuvo el ritmo acelerado de aumentos de precios que se viene registrando desde julio, a partir de la renuncia disruptiva de Martín Guzmán al Ministerio de Economía. Las perspectivas para el mes ubican al IPC otra vez por arriba del 6 por ciento. La proyección oficial para el año es que la inflación quedará en 94,5 por ciento, mientras que en el sector privado se menciona como más probable que alcance los tres dígitos, lo que ocurriría por primera vez desde la híper de 1990. Para 2023, el proyecto de Presupuesto estima 60 por ciento y los consultores de la city dicen 84.
El desgaste que produce una inflación persistente y acelerada, en torno al 40 por ciento desde 2016, al 50 desde 2018 y al 100 en la actualidad, marca el humor social.
La explicación de que una de las razones de la nueva disparada es el contexto internacional, por el fuerte incremento de los alimentos, la energía, los minerales y la mayor parte de los insumos industriales, como el algodón para el caso de los textiles, no cambia las cosas.
En Estados Unidos, Alemania, Francia, España o Inglaterra, los gobiernos tampoco consiguen guarecerse de las críticas frente a los peores registros de inflación en cuatro décadas, aunque en su caso bordeen el 10 por ciento y no el 100. Tanto allí como acá, los sectores populares son los que más sufren el impacto de la guerra en Europa y las respuestas de los Estados resultan insuficientes.
Las constantes reuniones de ministros y secretarios de Comercio con formadores de precios no modifican la situación. El Gobierno luce impotente ante remarcadores y especuladores, que en esa dinámica van escalando sus niveles de rentabilidad a costa del ingreso de las mayorías.
Dólar
Para el Gobierno tampoco es un consuelo acertar en su diagnóstico de que la inflación es un fenómeno multicausal, como se observa este año con nitidez: suba de precios internacionales, comportamientos especulativos de sectores dominantes, puja distributiva, la macroeconomía en proceso de ajuste y tensiones con el dólar. Las políticas desplegadas ante cada uno de esos desafíos no pudieron evitar que el índice de precios llegara donde llegó.
De todos esos factores, diluir las presiones cambiarias sigue siendo la prioridad para el equipo económico. Por eso Sergio Massa avanzó con el dólar soja y reforzó acuerdos con el FMI, el BID y el Banco Mundial, aunque inversores financieros y actores principales de la economía real no terminan de creer que no habrá devaluación.
La ampliación del blanqueo para la compra de viviendas usadas e importaciones, que se incluyó en el Presupuesto 2023, sigue en la línea de buscar acuerdos con sectores empresarios para reforzar las arcas del Banco Central.
A diferencia de lo que ocurrió en otra etapa del Frente de Todos, las concesiones actuales son visualizadas como actos de puro pragmatismo y no merecen reproches ni recriminaciones que las pongan en duda. Todos dejan hacer por la gravedad que había alcanzado la crisis, lo que aumenta la capacidad negociadora del ministro de Economía.
Sin estabilidad cambiaria, con la brecha entre el oficial y los dólares financieros en torno al ciento por ciento, es ilusorio que pueda bajar la inflación de manera contundente. Y con estabilidad sola tampoco alcanza. Es condición necesaria pero no suficiente. La inercia inflacionaria requiere que el Gobierno intervenga con decisión sobre los otros factores que la generan.
Empleo
El cuadro en relación a la inflación destiñe otros logros del Gobierno, como la baja de la desocupación, con crecimiento ininterrumpido del empleo privado registrado desde hace 18 meses. La ocupación sube en casi todas las provincias y en casi todos los sectores.
El próximo miércoles el Indec difundirá el índice de desempleo del segundo trimestre del año. Massa dijo semanas atrás que descenderá al 6,7 por ciento, en tanto que el Presidente mencionó este viernes que la desocupación bajó a la mitad de lo que dejó el gobierno de Macri.
"Estamos atravesando uno de los ciclos de crecimiento del empleo registrado más importante de los últimos quince años", señaló Diego Schleser, subsecretario de Planificación, Estudios y Estadísticas del Ministerio de Trabajo. Los niveles de ocupación se encuentran por arriba de la pre pandemia y de todo 2019.
Inversión
Uno de los factores principales para que la tasa de empleo, es decir la cantidad de personas ocupadas en relación a la Población Económicamente Activa, haya alcanzado niveles máximos es el fuerte aliento que registra la inversión privada.
La consultora OJF y Asociados, de Orlando Ferreres, señaló en su último informe que la inversión creció 16,8 por ciento en los primeros siete meses del año. En julio fueron 7894 millones de dólares.
El hecho de que el empleo crezca en todos los sectores contrasta con lo que ocurría en el gobierno de Cambiemos. En 2017, único año de aquella administración en que la economía terminó en alza, la industria expulsó trabajadores los 12 meses del año. En el balance global de aquella gestión, el sector fabril perdió puestos de trabajo en 46 de 48 meses.
Quieren trabajar
Frente al ataque sistemático de sectores de la derecha con la muletilla de que las personas que reciben planes sociales no quieren trabajar, las estadísticas los desmienten. La desocupación seguramente se ubicará debajo del 7 por ciento en el próximo registro, con planes que se vieron multiplicados desde la pandemia.
No hizo falta cambiar las leyes laborales para que eso fuera posible, lo cual también deja al descubierto a los que reclaman la flexibilización de las normas del trabajo para posibilitar la generación de empleos.
Además del empleo formal, también hay un crecimiento significativo en el monotributo. Especialistas en el mercado laboral señalan que una de las razones es el ocultamiento de empleo que debería ser registrado, como ocurre muchas veces en el sector de la salud, por citar solo un ejemplo. Pero también indican que puede ser parte de un proceso que se afianzó en la pandemia, con mayor cantidad de trabajadores que se desempeñan de manera independiente.
Consumo
A pesar de la altísima inflación, los niveles de consumo masivo se sostienen. Así lo planteó el último informe de la consultora Scentia, que hace un paneo constante del volumen de ventas de alimentos, bebidas, artículos de tocador y limpieza.
Las ventas en supermercados y comercios de cercanía de todo el país subieron 1,1 por ciento en agosto, acumulando el décimo cuarto mes consecutivo de mejora, un fenómeno que no se veía desde 2004.
La decisión política de promover un modelo de crecimiento en base a las actividades productivas y no a las financieras convoca a la inversión en la economía real. A más inversión, más empleo, lo que en términos agregados actúa como un factor de impulso al consumo por el aumento de la masa salarial.
El Gobierno, además, sostiene que 25 gremios principales, que concentran el 70 por ciento del empleo privado registrado, como metalúrgicos, bancarios, comercio y sanidad, entre otros, obtuvieron hasta agosto alzas salariales del 57 por ciento, empatando a la inflación del período (56,4).
De todos modos, las mayorías populares se muestran espantadas por el proceso inflacionario y por el deterioro del poder adquisitivo de sus ingresos.
El Gobierno intenta amortiguar el impacto de la suba de precios con más asignaciones familiares y bonos para jubilados y titulares de planes sociales, corriendo detrás de los precios.
La inflación cercana al 100 por ciento castiga a la mayoría de los argentinos, pero también mata la visualización de otros logros, como la baja de la desocupación.