En noviembre de 2018, con Jair Bolsonaro como presidente electo, Tarso Genro lo definió en una entrevista con este diario: “No es Mussolini, es peor”. Casi cuatro años después, ratifica su impresión sobre el militar ultraderechista. Exministro del PT en tres ocasiones, también exgobernador de Rio Grande do Sul y hoy hombre clave en el armado de un frente con sectores de la izquierda brasileña, compara al Duce otra vez con el segundo candidato en intención de voto, aunque lejos de Lula, para las elecciones del 2 de octubre.
- ¿Después de cuatro años en el gobierno ratifica aquella impresión sobre el actual presidente?
-La ratifico íntegramente. Mussolini ha hecho un daño global con su experiencia fascista en Italia y articuló la participación de su país en una guerra colonial e imperialista. Bolsonaro hace una integración de la perversidad con la locura que no es una característica de Mussolini, que era un Jefe de Estado de extrema derecha, con una concepción de funcionamiento del Estado y una visión antihumanista de hacer política. Bolsonaro combina la incapacidad de gestión pública con la maldad expresada en relación a los demás seres humanos. Entonces sí es un dirigente peor que Mussolini.
-¿Si Bolsonaro tuviera un segundo mandato sería peor porque podría avanzar más sobre las conquistas que todavía quedan vigentes?
- Yo creo que sí, porque hay que comprender que representa una corriente mundial de perversidad política de la extrema derecha que revive la visión fascista del Estado moderno. Por la fuerza que tiene Brasil en América Latina se tornará en el preferido de la extrema derecha mundial. Entonces será mucho peor para nuestro país y trágico para todo el continente dado la potencia económica y política que Brasil tiene por su liderazgo internacional e incluso, por los gobiernos del expresidente Lula.
- ¿Continúa vinculado al Instituto Nuevos Paradigmas junto a Boaventura de Sousa Santos, el exjuez Baltasar Garzón y otros intelectuales?
- Yo sigo vinculado a mi partido y particularmente al presidente Lula, en la campaña electoral y en las relaciones políticas más amplias que tendremos en Brasil de sustentación a la política frentista. Mi actividad hoy se desarrolla más con la articulación de la izquierda en general, con el PSOL, al PCdoB, o las facciones de izquierda de los demás partidos y hago que eso converja para dentro del PT, que no tiene una experiencia frentista muy bien teorizada en mi opinión. Es una debilidad política de la izquierda en Brasil. O sea, hago el juego político dentro de mi partido de afuera hacia adentro a través de este Instituto que involucra a militantes, dirigentes e intelectuales de varias formaciones políticas en Brasil y en el mundo.
-Mencioné a Nuevos Paradigmas para saber si, ¿en estos últimos cuatro años habían hecho algún estudio sobre el gobierno de Bolsonaro?
- En los últimos diez meses hicimos sí, un estudio muy profundo sobre la actuación del bolsonarismo en las redes que oportunamente se publicará. ¿Cómo hacen? ¿Cómo se organizan? ¿Cómo se financian? ¿Con quién se relacionan? para aportar este estudio político a los distintos partidos de izquierda involucrados en el frente que da sustentación al proyecto de gobierno del presidente Lula.
- Usted me dijo en 2018 que con diez días más de campaña hubieran ganado aquella vez con la candidatura de Fernando Haddad ¿Hay todavía tiempo para que Lula se imponga en la primera vuelta electoral?
- Creo que es posible una victoria. Hay una capacidad de resistencia del prestigio del presidente Lula que sufrió una masacre política mediática. ¿Cómo ha resistido? ¿Cómo las masas no preparadas políticamente, no formadas académicamente, que no viven la política en lo cotidiano, resistieron? Esto es lo que permite pensar que Lula hoy esté próximo a ganar la elección. Pero no se sabe que articulaciones clandestinas están haciendo para bloquear su crecimiento. No tenemos un diagnóstico completo de esa situación. El juego sucio del bolsonarismo es una cosa espectacular. Hace una propagación del mal de una manera tranquila, porque sabe a quién quiere dirigirse y qué cohesión quiere darle a sus milicias armadas que están en la clandestinidad, pero que estarán listas para moverse cuando fuera necesario.
-Ciro Gomes fue aliado de Lula por mucho tiempo y hoy sigue siendo muy duro con él. En cambio, Marina Silva, que se mantuvo alejada del PT por años, se acaba de reconciliar con Lula. ¿Cuál es su opinión de ambos hechos?
- Son dos personalidades absolutamente distintas. Marina es reflexiva y tiene una línea coherente respecto de las cuestiones políticas, fundadas en su visión de la relación del Estado y del hombre con la naturaleza y con la preservación ambiental, de protección de las comunidades originarias y respeto de los derechos humanos en su totalidad, en su grandeza ecuménica. Ciro Gomes es un político tradicional, de izquierda, del Nordeste y que intenta ubicarse como una alternativa a Lula, no como si tuviera camaradería con Lula. Ciro se ha perdido completamente como estratega político. No ha dado oídos a su partido, ni a los dirigentes más importantes del PDT. Y asumió como estrategia tratar a Lula y Bolsonaro en un mismo nivel.
- Me daría una breve opinión de cada grupo de poder en Brasil y cómo juega en la elección a favor del presidente Bolsonaro. ¿El partido militar que lo acompaña en el gobierno?
-Los militares sufrieron un proceso de cooptación de Bolsonaro. Pero a esta hora, la mayoría de ellos han resistido heroicamente su utilización en un golpe de Estado en Brasil. Y este es un mérito de la corporación militar.
- ¿Los ruralistas, los beneficiarios del agronegocio, aquellos que depredan la Amazonia?
-Yo pienso que los empresarios brasileños, no en su totalidad, pero en su gran mayoría, especialmente los empresarios del agronegocio, no tienen un sentimiento democrático, no tienen una visión que puedan exponer con coherencia acerca de un proyecto nacional, donde integren sus negocios de una manera pacificadora. Las clases dominantes brasileñas tienen una tradición colonial esclavista que no han perdido hasta hoy, incluso los medianos y pequeños empresarios. Una gran parte de ellos, no la totalidad, tiene esa visión. Mi opinión es muy negativa.
-¿Y los medios?
- Hay una inteligencia democrática organizándose en el medio del empresariado que se ha colocado en otro polo, y eso es muy bueno. TV Globo, por ejemplo, que fue responsable por la destitución de Dilma y la prisión de Lula, porque diseminó al mundo entero todas las violencias judiciales que fueron cometidas en contra del expresidente, hoy defiende la democracia e indirectamente, da sustento a la elección de Lula. Algunos de mis compañeros se quedan un poco estupefactos con eso y yo les digo: “qué bueno que eso ocurra, porque es una victoria de la lucha que hemos desarrollado hasta hoy”.
-¿Qué papel juegan ahora las iglesias evangélicas que fueron tan determinantes por apoyar a Bolsonaro en las elecciones de 2018?
- Creo que hay que separar a las religiones de la plata, de las religiones reales y tradicionales, que están en la formación nacional brasileña, y las que hace 70, 80 años, o recientemente, se desarrollaron más, que son las religiones evangélicas. Dentro de este último período es que surgen las iglesias de la plata. Son semejantes a las religiones del dinero en los Estados Unidos, aquellas que son sociedades mercantiles de la fe, y que establecen un proceso de conducción de la fe, de la política ideológica de sus seguidores para integrarlos en un proceso político determinado. Eso ha ocurrido en Brasil.
- Otro factor de poder que incluso tiene representación en el Congreso es la llamada bancada da bala, el lobby de las armas, que ha sido muy estimulado por las políticas de Bolsonaro…
-Es un complejo militar industrial privado que está en sus momentos iniciales y que estableció una relación directa con el propio presidente. Nosotros teníamos en Brasil una industria de material bélico y otros tipos de empresas estatales que trataban esas cuestiones a partir de las necesidades de nuestras Fuerzas Armadas. Y eso está siendo hoy integrado en el circuito comercial industrial global privado. Hacen transacciones de apoyo político a cambio de la libertad de vender sus mercancías de una manera extraordinaria como jamás debió ocurrir en Brasil.
- Por su proximidad con Lula y su participación en la campaña, por su pasado tres veces como ministro, ¿Pensó en la idea de volver a un probable gobierno del PT?
- No ciertamente. Por una parte, porque el presidente está reorganizando su entorno personal de una manera diferente a otras oportunidades. Porque ha emergido de un proceso de aislamiento político y en esa visión se aproximó a otros contingentes democráticos en Brasil. Tiene que rejuvenecer su staff. Y esa renovación no será solamente ideológica y política, que es una cosa que tiene que tratarse de una manera muy profunda en Brasil. Es un rejuvenecimiento generacional, incluso. Yo no soy una pieza imprescindible en ese ajedrez, con certeza.
"Última alianza posible"
- ¿Es la mejor fórmula posible Lula-Alckmin, si tomáramos el análisis que hizo recién, de que hay que cambiar lo viejo por lo nuevo. O la alianza con Alckmin representa la conyuntura electoral o alianza de clases para vencer a Bolsonaro y nada más?
- Yo siempre me inspiro en un cuento de Hemingway para dar esa respuesta, que se llama "El último lugar posible", que es un cuento incluso ambientalista, ecológico. Dos hermanos jóvenes, ante el avance de la civilización, encuentran en el medio de la selva un lago. Entran para nadar y separarse de la sociedad. Es el último lugar posible, dicen los jóvenes. Entonces yo creo que esa alianza con Alckmin fue la necesaria y ultima alianza posible para resistir al nazismo. Necesaria porque hay que tener un gran frente político para resistir al asedio del fascismo como ocurrió incluso en Alemania e Italia.
- Por último, ¿cuál cree usted que puede ser el papel que juegue Estados Unidos en las elecciones ante la amenaza de Bolsonaro de cuestionar los resultados si no gana?
- En ese sentido, la posición de Joe Biden fue muy importante para derrotar el golpe en Brasil. Para mi generación es una sorpresa porque todos los golpes que sufrimos acá tuvieron el apoyo militante de los Estados Unidos. Pero no tengamos la ilusión de que la naturaleza imperialista de los Estados Unidos haya cambiado, eso nos es verdad. Hay una contingencia política que hace que Biden cultive relaciones con Latinoamérica y no acepte golpes de estado que puedan desestabilizar la región, a la que tiene que cautivar para los próximos períodos de las disputas globales. Veo esa como una buena sorpresa para nosotros, porque no tendríamos como sostenernos si Bolsonaro tuviese el apoyo del ejército para un golpe de estado en Brasil.