A 63 días del debut de la Selección Argentina en el Mundial de Qatar, el país ya ha entrado en modo mundialista. El boom de los albumes de figuritas, el aumento de la venta de televisores HD y las promociones lanzadas por importantes empresas y hasta por negocios minoristas (se encuentran hasta abrigos para mascotas con la camiseta argentina) dan la pauta de que el gran negocio de la pasión que atraviesa a todas las clases sociales ya ha sido puesto en marcha, acaso, en forma prematura. Más que en otros años.
Además, esta Selección es querida por la gente, es un auténtico "equipo de todos". Hay una empatía con la mal llamada "Scaloneta" y con Lionel Messi y el resto de los jugadores que no existió con otros seleccionados en otros mundiales. Hablar de la Selección genera ratings, clicks y likes. En los medios tradicionales y en las redes sociales. Y eso provoca que algunos sectores que no suelen prestarle atención al día a día del fútbol argentino ya hayan enfocado su mira en la Selección. Y estén atentos no tanto a los aspectos específicamente deportivos. Si no a otros periféricos, más dedicados a cuestiones personales, sentimentales o de la intimidad de los futbolistas que habitualmente no les resultan tan relevantes a la prensa futbolera.
Ese manipuleo profano de la información en la previa y sobre todo durante el Mundial será un peligro para una convivencia que hasta el momento ha sido sana y alejada de conflictos. Y que puede enturbiarse o tensarse por ese motivo. La Selección no debería ser el campo de batalla donde se jueguen los intereses políticos y comerciales de grandes corporaciones empresarias. O la pasarela donde desfilen las vanidades del mundo del espectáculo. No se trata de crear un coto privado para que de la Selección sólo puedan hablar los periodistas y medios dedicados al deporte o específicamente al fútbol. Pero si en verdad se desea lo mejor para el plantel que irá a competir a Qatar debería evitarse el chimenterío vacío, el rumor y el trascendido mal intencionados o la filtración interesada de chats privados y conversaciones teléfonicos de los propios jugadores como sucedió durante los peores momentos del Mundial de Rusia 2018.
En la antesala de la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994 y con el telón de fondo del regreso de Diego Maradona, aquella Selección que dirigía Alfio Basile quedó en medio de la feroz disputa de exclusividades que libraron Telefé y Canal 13, señales que el gobierno de Carlos Menem había privatizado en 1990, y de la recordada "guerra de las gorritas" por la que varias marcas le pusieron un alto precio a la cabeza de los jugadores de entonces. Esa experiencia fue nefasta y dividió en dos a aquel plantel. Por más que haya mucho dinero sobrevolando a la Selección, la AFA y el cuerpo técnico que lidera Lionel Scaloni deberían tomar medidas para que eso no vuelva a suceder. Y nada sea más importante que el fútbol cuando la pelota empiece a rodar en Qatar. Dentro de exactamente 62 días.