Mientras se escribió este artículo les salteñes católicos guardaron sus imágenes religiosas, los cuadros regresaron a su pared habitual, y las estampitas volvieron al pequeño santuario familiar. Hasta el 15 de septiembre cobraron vida propia: se movieron durante los días del Milagro cargadas por fieles católicos.
En la peregrinación, miles de reproducciones de los santos patronos viajaron desde los más remotos parajes de la provincia. La gente los cargó al hombro, sobre pequeños retablos de madera, adornados con flores y protegidos con plástico del viento o la lluvia. En la procesión, otra tanda de minuaturas viajó en brazos de las personas que profesan su fe. Personas y objetos reproducen una herencia de la colonia española todavía vigente en el norte argentino.
La tarde del jueves 15, Salta/12 consultó entre quienes esperaban el regreso de la procesión mayor, cómo habían llegado a ellos las imágenes religiosas que portaban. Permanecían sentados sobre ambas veredas de la avenida Sarmiento. “Las compramos en las santerías de Avenida San Martín y las hicimos bendecir en la iglesia del barrio”, dijeron algunos. “Me la regalaron, porque es de mala suerte comprarlas”, aclaró otra. “Las tengo hace diez años, las compré en la santería de la Catedral. Me la vendieron con estampitas y la novena”, contó un hombre de rasgo andino. “Eran de mis abuelos. Mi padre las trajo a cada procesión, y ahora nosotras hacemos lo mismo con ellas”, recordaron dos hermanas sentadas en cómodas sillas de plástico.
Los fieles seguían el discurso del arzobispo de Salta, Mario Cargnello. Lo reproducían numerosos parlantes ubicados a lo largo de esa avenida. Leían un pequeño libro, como si la novena no hubiese concluído. “No me interrumpas, estoy leyendo el pacto de fe”, le pidió una mujer a la cronista. Los pequeños libros del novenario son claves durante la festividad. No sólo contienen el relato oficial sobre cómo llegaron las imágenes que hoy resguarda la Catedral Basílica a la ciudad de Salta. Concluye con esos párrafos con los que los practicantes católicos salteños renuevan su fidelidad.
Pasando el cruce de Entre Ríos con Sarmiento, un altar llamaba la atención. El toque andino en la procesión: la Virgen de Urkupiña. “La traje de Quillacollo. Vivo hace seis años en Salta y cada septiembre preparo un altar en la vereda”, contó la dueña de casa. Después de entonar el Himno Nacional, la gente en procesión regresó desde el monumento 20 de Febrero. En ese camino surgían todo tipo de imágenes. Algunas eran humildes, en yeso, con menos colorido y sin rayos plateados que reflejen el sol. Otras, con mayor detalle, resultaban casi una réplica de las grandes imágenes que bajaban por la avenida rumbo a la Catedral.
Sobresalían entre la cabeza de los fieles las vírgenes de los peregrinos que participaron en la procesión. “¿Se las donaron o las compraron ustedes?”, consultó la cronista a un grupo de Tartagal. “Una señora nos donó una parte y, el resto lo juntamos entre nosotros. Compramos las imágenes aquí, en la capital, en la Santería de la Catedral”. Más arriba, otro grupo bajaba velozmente. Se hacían lugar entre el gentío. Cargaban santos más pequeños al hombro, como si fuese una mochila. Eran de Isonza, en el departamento San Carlos. “Juntamos dinero para comprarlas hace diez años”, fue la rápida respuesta de la peregrina que cargaba la virgen.
El precio de la fe
La devaluación de los últimos meses encareció los materiales con los que se fabrican las imágenes religiosas, como los santos patronos de Salta. La resina se funde en moldes y es importada. Tienen mayor definición que el yeso. Su precio subió en los últimos meses. Lo mismo pasó con la alpaca, un metal aleación de zinc, cobre y níquel, que simula ser plata y otorga brillo a las miniaturas. “Antes de la pandemia, vendíamos mucho a partir de los primeros días de septiembre. Este año, con la inestabilidad del dólar, la demanda bajó porque los precios varían día a día”. dijo el encargado de una santería ubicada sobre la calle Florida, entre San Juan y Mendoza. “Este año vendimos muy poco”. Las de 60 centímetros, moldeadas con resina y detalles en alpaca, costaron 80 mil pesos la pareja. Son las que cargaron los peregrinos que llegaron a la ciudad caminando. En yeso, su valor osciló en 500 pesos cada una. Son las que portaron en brazos la mayoría de fieles durante la procesión del jueves.
La Virgen de Urkupiña, tradicional en Bolivia, compite con las imágenes religiosas nacionales (Virgen de Luján) y locales (Virgen del Cerro). “Con ella trabajamos hasta el 8 de diciembre. Después, se paraliza todo lo religioso hasta el Carnaval”. Desde esa santería brindaron otros detalles. Ofertan imágenes de Urkupiña importadas del vecino país. Son las más caras: cuestan 8 mil pesos las más pequeñas. Las más grandes, de 60 centímetros, 60 mil. Ahora fabrican unas réplicas, así abaratan costos. Oscilan entre 2 mil las más pequeñas y 20 mil las más grandes. “No nos conviene traerlas de Bolivia, porque el peso argentino está muy bajo”.
Otra santería alejada de los locales comerciales, al sur de la Avenida San Martín, dió precisiones sobre el gusto de fieles y peregrinos. “Las imágenes en yeso cuestan 700 pesos cada una. En cambio, las fabricadas con resina, detalles en alpaca y madera, cuestan 50 mil. Son para peregrinar, porque no se rompen”, precisó Susana Fernández, su propietaria. “En esa calidad, las de mayor demanda cuestan 14 mil las dos (por la Vírgen y el Señor del Milagro). Tienen 20 centímetros de alto, y las llevan porque no se rompen los rayos”, aclaró.
“La venta fue muy buena, porque el pueblo de Salta es muy católico. Para la gente, esas imágenes son parte de su propia vida”, dijo Matilde Tolaba, propietaria de una santería en la calle Pedro Pardo. Hubo otros objetos de venta masiva, como las estampas. “Las gente de la ciudad reza la novena en sus domicilios y las regala a sus invitados. Esos fieles también compran cuadros o imágenes pequeñas”, precisó.
Al final del recorrido, destacó un negocio de venta de artesanías cerca de la plaza principal de Salta. Exhibía dos cuadros de los patronos de Salta en estilo peruano, como los ángeles arcabuceros de Uquía (Jujuy). “¿Cuánto cuestan esos cuadros?”, consultó la cronista. “No tienen precio. Estimo que 800 dólares”, contestó el vendedor. Todas las compradoras levantaron sus ojos ¿Sería demasiado para la fe católica? Una pregunta sin respuesta que quedó en el tintero.