Durante mi adolescencia empecé a hacer teatro en mi colegio secundario (Centro Polivalente de Arte) alentado por una profesora de literatura que intuyó mi deseo y me acompañó a concretarlo. También hacía teatro en el Grupo Municipal de Jóvenes y en el Grupo de Teatro Independiente Caminos. Poco a poco esta actividad fue ocupando mi vida de mil maneras, esperaba ansioso cada jueves a las 22 para ver Atreverse de Alejandro Doria, ciclo que me dinamitó y me puso en contacto con nuestros más grandes actores, autores y temáticas. Recorría los videoclubes de mi pueblo en busca de toda película descatalogada que estuviera en venta (vhs en aquel momento) o los sábados cuando llegaban las revistas al puesto de diarios corría a buscar TV GUÍA, la colección de libros de Federico García Lorca o alguna otra revista que llegaba con alguna colección de cds de música de películas. Recortaba críticas de cine y obras de teatro de los diarios capitalinos que pegaba muy prolijamente en cuadernos y luego investigaba acerca de los autores y directores (desconocidos para mí) que aparecían en esos artículos y esperaba cada semana la única función semanal en el cine local.
Entonces, cuando cumplí 15 años, pedí que me regalaran un viaje a Buenos Aires para ir al estreno de Tango feroz de Marcelo Piñeyro. Mis padres dijeron que sí y mi papá fue el encargado de acompañarme. Nos alojamos en un hotel antiguo en la zona del microcentro y ese fue mi punto estratégico para ir a ver obras de teatro en la calle Corrientes y sobre todo ir al cine Gaumont frente a plaza Congreso para ver por fin Tango feroz. Amanecí nervioso y ansioso, finalmente había llegado el día de ir a ver la película.
Recuerdo estar sentado solo en la inmensidad de la sala oscura, impaciente porque comience. Me emocioné como pocas veces me había emocionado viendo una película. Una historia de amor y pasión en medio de una caótica Buenos Aires, eso es sobre todas las cosas es Tango feroz. Una historia que habla no tanto sobre la necesidad de tener ideales, sino de mantenerlos y defenderlos, y del constante peligro de conformarse y perder la libertad, incluso la vida.
La película expresa el espíritu de una época (que no conocí y me impresionó conocer en aquel momento) y la rebeldía de un joven cantante de rock que a través de la música desafía el orden social.
Yo tenía 15 años, escuchaba durante la película frases como: "No todo se compra, no todo se vende, conozco una lista interminable de cosas más importantes que la seguridad" o "Ves, este momento desapareció, no vuelve más" y quería salir corriendo a vivir. Creo si hay una película argentina que marcó a una generación es muy probable que sea ésta.
La rebeldía que plantea Tango Feroz no es una rebeldía adolescente, sino una que nos obliga a confrontar no solo con lo que queríamos ser, sino con lo que todavía tenemos oportunidad de ser.
Tanguito es la definición exacta del héroe trágico y tiene algo de héroe romántico, es alguien que va contra todo. Sentía que dramáticamente lo podía entender, mi identificación fue inmediata y probablemente tuviera que ver con mi edad. Aún hoy esas palabras tienen la fuerza necesaria para seguir resonando en mi cabeza.
La solidez con la que se expone este tema me golpeaba el pecho y me hacía lagrimear, de emoción supongo, entendiendo que si bien es necesario sobrevivir, hay ciertos principios que jamás se deben sacrificar. Triste historia de amor, llena de un romanticismo extraño y la crudeza de una época oscura y nefasta de la historia de este país. Me deslumbraron los trabajos de Fernán Mirás, Héctor Alterio y Leonardo Sbaraglia. Y una banda de sonido que me hacía saltar de la butaca, creo una de las mejores de nuestro cine nacional.
Salí eufórico, había vivido una experiencia importante, de las que atraviesan. Ya era de noche, busqué una disquería para comprar la banda de sonido de esta película, cd que aún conservo entre mis tesoros de tiempos pasados. Ahora entiendo que tal vez no sea una gran película, pero imprimió en mí como todas esas historias que nos hacen replantear todo y recordar lo que es ser libres en medio de la asfixia reinante actual.
Martin Urbaneja (Trenque Lauquen, Pcia. de Buenos Aires) es egresado de la carrera de actor nacional, tiene una extensa trayectoria en el ámbito teatral, ha trabajado en el Teatro Nacional Cervantes, en el Complejo Teatral de Buenos Aires, en el Centro Cultural de la Cooperación, en el Centro Cultural San Martín y teatros alternativos en espectáculos como: Greek, Relojero, El Corazón del incauto, Sacco y Vanzetti, Con un tigre en la boca, El beso de la mujer araña, Las lágrimas, Chiquito, entre otras. Fue nominado a los premios Ace, Florencio Sánchez, Trinidad Guevara, Teatros Del Mundo, Luisa Vehil, María Guerrero y Estrella De Mar en diferentes oportunidades por sus trabajos. También incursionó en el cine; Natalia/Natalia, Dormir al sol, El mural, Ante la ley y ha participado en varios programas de televisión; Televisión por la justicia, Educando a Nina, Contra las cuerdas, Malparida, entre otros.