Decir “¿Qué mierda es esto?” no es lo mismo que decir “¿Qué es esta mierda?”, como escribió Greil Marcus en 1970 cuando se horrorizó con Bob Dylan. Decir “¿Qué mierda es esto?” no es sinónimo de rechazo sino de extrañeza: algo no encaja como se supone. Sara Hebe se lo pregunta cinco veces en “Incendiada”, la canción de Blanco Teta que la tiene de invitada. ¿Qué mierda es esto? La duda puede ser del que se sumerje por primera vez al universo de esta banda. ¿Qué mierda es esto? Un grupo que en cinco años sacó dos EP de diez minutos cada uno, que gira por escenarios de Europa y fue uno de los doce artistas argentinos seleccionados por la radio estadounidense KEXP para su ciclo en Buenos Aires. ¿Qué mierda es esto? Un cuarteto de punk, noise e indie formado por músicxs de conservatorio que se juntaron para tener un espacio donde liberarse de las formas. ¿Qué mierda es esto? Un mundo donde se busca deformar las palabras y los sonidos hasta que carezcan de sentido y se vuelvan un ruido que sirva de descarga física y emocional. ¿Qué mierda es esto?

Formada en 2017, Blanco Teta publicó los EP Blanco Teta (2017) e Incendiada (2020). La banda está integrada por Violeta García (31) en cello y voz, Josefina Barreix (30) en voz, Carlos Quebrada (31) en bajo y Carola Zelaschi (30) en batería y coros. Es Carola quien describe el proyecto como “un lugar catártico” de pura libertad creativa. “Se puede hacer todo bajo el contexto de Blanco Teta. No hay mucha limitación. Es tan freak y tan clara la energía que transmite, que si tenemos ganas de, en vez de tan punks, ser más platenses, lo vamos a hacer y va a seguir sonando a Blanco Teta. O un rap, llamar a Sara Hebe. O algo re pop. Eso a mí me re estimula”, explica. La libertad y la catarsis son objetivos que se establecieron desde el principio. “Blanco Teta surge de la necesidad y la urgencia por refugiar nuestra intensidad, manija y ternura desenfrenada”, dice Violeta. “Estábamos re podridos del conservatorio”, agrega Carola. “Estábamos re podridos de cumplir”, cierra Josefina.


El origen del grupo estuvo ahí donde encontraron el hartazgo, en el Conservatorio Manuel de Falla, donde Carola, Violeta y Carlos estudiaban y conectaron entre sí. El Taller de Composición de Ricardo Capellano fue determinante. “Era un taller de formación muy alternativo, salían unos músicos súper interesantes de ahí. Estábamos en esa órbita”, sigue Carola. El trío se volvió un cuarteto de inmediato con la incorporación de Josefina, que se unió como cantante y como una letrista adaptada al concepto inicial, capaz de hacer letras sin palabras. “Lo que yo quiero decir es sonoro, no tiene que ver con palabras. Tiene que ver distintas búsquedas”, aclara. Un mes después de su formación, Blanco Teta ya tenía listo el EP debut. Seis canciones frenéticas, con pasta de hit under (“Córdoba Police Departament”), dramáticas (“Esther”) y de pura descarga (“Conchetu(M)Pare”). El concepto se profundizó en vivo, donde lo performático cobró una mayor importancia.

Pero la libertad también genera desbandes. La banda grabó el primer EP y se dispersó poco después, iniciando una práctica que sus integrantes mantienen hasta hoy. Los cuatro alternan la actividad del grupo con búsquedas personales. Cuando se reúnen, encuentran un núcleo que los contiene. La expresividad vocal que Josefina despliega en Blanco Teta también está en su proyecto Instrumento Óptico. El ruido y la experimentación alcanzan picos extremos en los discos de cello de Violeta, que acaba de lanzar el álbum Fobia a través del sello neoyorquino Relative Pitch Records. “Ahora estoy componiendo un disco solista de canciones deformes de cello, voz y mucho noise. Y después tengo mi carrera como improvisadora donde colaboro con artistas de diferentes partes del mundo, con los cuales grabamos y hacemos giras”, cuenta.

Carola alterna Blanco Teta con su carrera de arregladora y sesionista (es baterista de la banda de Lucy Patané). En 2019 lanzó Panal, disco solista, instrumental, en el que participan músicos como Fernando Kabusacki y Alejandro Terán. Antes de fin de año lo va a interpretar en vivo en un side show del Primavera Sound curado por Juana Molina, que reeditará Panal en vinilo a través de su sello Sonamos. “No sé ni cómo carajo Juana llegó a mi disco, pero escuchó y le re gusta. Después estoy haciendo un disco de música electrónica que se llama Carolo”, agrega.

Carlos desarrolló una carrera de free jazz, rock, música electrónica y avant-garde en proyectos como Sales de Baño, Cabeza de Termo o Genosidra. Además, junto a Violeta y el peruano Camilo Ángeles llevan adelante el sello TVL Rec con el que lanzaron más de cincuenta discos. “Nos enfocamos en eventos presenciales que van desde un concierto de música experimental en una galería hasta una fiesta”, cuenta este bogotano que se instaló en Argentina en 2009.

La intensa actividad paralela provocó que Blanco Teta se convirtiera en trío en 2019, cuando Josefina decidió dar un paso al costado tras la grabación de Incendiada. La cantante, que desde entonces oscila entre Barcelona, Suiza y Buenos Aires, regresó al grupo a mediados de este año, durante la gira europea de la banda. “Me enteré de que iban a tocar en Islandia y les dije ‘Si necesitan una cantante de apoyo, yo estoy’ (risas). El primer recital fue raro para mí. A medida que fueron pasando los recitales nos fuimos encontrando de vuelta”, cuenta Josefina, que también formó parte del grupo para su presentación en el ciclo de KEXP que se hizo en el CCK.

El próximo disco del grupo ya tiene título: se llamará Rompe paga, promete tener nuevas búsquedas sonoras, y su lanzamiento está previsto para marzo de 2023. Un nuevo capítulo colectivo que quizás haya sido fruto de los 24 shows que Blanco Teta realizó entre junio y agosto de este año, durante una gira autogestionada que llevó a la banda por ocho países y todo tipo de escenarios. Desde el Fusion Festival alemán hasta un pequeño pueblo islandés. “En el viaje pudimos darnos cuenta que la energía y la estridencia que manejamos logra transmitir lo que queremos decir a personas que hablan en idiomas diferentes”, dice Carlos. “La energía terminó siendo muy clara. La misma que en Argentina. Terminan haciendo pogo, terminan conectados, terminan acercándose. Después nos llegaban mensajitos de la gente: 'Necesitaba gritar', 'Necesitaba que me mueva algo'”, sigue Josefina. Carola confirma: “Sí, mucha gente diciéndonos '¡Gracias! Hace mucho que necesitaba esto'”. Como si el objetivo inicial del grupo se hubiera trasladado a todos tras dos años de pavor global.