Cuando eran pibes, a Adrián y Daniel su viejo les trajo de Japón un tecladito marca “Casio” y los mandó a estudiar. Cuando le dijeron que, en realidad, ellos querían darle a la guitarra, porque estaban a full con los Stones, con Zeppelin y Pescado Rabioso, los mandó al Buchardo a estudiar clásico. A la larga le salieron tangueros, como probablemente quería: Daniel revista en Quasimodo trío e integra el colectivo Tango de batuta. Adrián fundó Violentango, integra la Fernández Fierro y formó Ruggiero Targo. Junto a una troupe notable de colegas de su generación este jueves presentarán Rompelo tano, un disco homenaje a su padre, el enorme Osvaldo Ruggiero, célebre bandoneón de la orquesta de Osvaldo Pugliese y fundador de Sexteto Tango. El contexto es inmejorable: conmemorarán el centenario del nacimiento de su padre en el festival FA CAFF (en el Club Atlético Fernández Fierro, Sánchez de Bustamante 772), en una fecha de gran peso simbólico: la figura de Pugliese y su orquesta, de la cual el bandoneonista era un pilar indispensable, es una de las principales influencias de la escena tanguera contemporánea y su modelo cooperativo el estandarte que caracteriza al festival.

Rompelo tano alude al grito de la tribuna, y hasta de sus propios compañeros, pues Ruggiero tenía fama de romper bandoneones: llegó a destrozar tres en una misma noche mientras tocaba. Para ello, Daniel convocó a varios colegas (entre otros Ramiro Boero, Bruno Ludueña, Mariano González Calo y Natsuki Nishihara) para que arreglaran composiciones originales de su padre. Muchas de ellas se hicieron famosas grabadas por Pugliese, aunque en general suele pasarse por alto su autoría. “Nos pasaba mucho que nos decían ‘para mí eran temas de Pugliese que escuché mil veces con su orquesta’”, cuentan. “Bordoneo y 900”, “Yunta de oro”, “A mis compañeros” y “Para dos”, entre otros, integran el álbum. También hay un tema hasta ahora inédito, que descubrieron mientras preparaban un documental sobre su padre que también estrenarán el jueves en el FA CAFF. 

“Entre las cajas de papeles apareció la partitura, cosida y toda sepia, al borde de partirse, bastante finalizada y adelante decía ‘Osvaldo, encontré este tema, te lo mando por los muchachos, un abrazo, Osvaldo’: no hay fecha ni nada. Era un tema de papá que Pugliese encontró en un cajón y se lo mandó de vuelta. Tiene algo de folklore, como en ‘Malambeado’, algo de milonga campera como en ‘Milonga y 900’. El tema estaba tipo boceto, pero muy avanzado. Así que lo terminé de armar y está ahí. Le reconozco el estilo de mi viejo”, cuenta Daniel. “¿De cuándo? Quizás sea anterior a que Víctor entrara a la orquesta. Andá a saber. No sé si algún día vamos a despejar esa duda. Pero en todo caso es un hallazgo y está buenísimo”.

-¿Cómo llegaron al concepto del disco?

Daniel Ruggiero: -Lo empezamos a pensar en pandemia y ya había un montón de conceptos que quedaban afuera. Decidimos centrarlo en su música y quisimos un homenaje que no mirara hacia atrás, sino hacia adelante. Fácilmente podríamos haber hecho transcripciones de los temas de mi viejo con Pugliese o con Sexteto Tango, tocarlos lo mejor posible, grabarlos y ya. Pero la decisión fue dar la música de mi viejo a ocho bandoneonistas para que dieran su mirada personal, actual.

Adrián Ruggiero: -La premisa fue que cada uno hiciera básicamente lo que siente con la música de mi viejo. No atarlos a una estética. Lo curioso es que hay un resultado homogéneo. Eso muestra la huella que dejó mi viejo, porque su aporte en la orquesta de Pugliese fue indispensable, ¡esa orquesta era los bandoneones!

-La orquesta de Pugliese es de las más influyentes en su generación.

A.R.: -Totalmente. Pugliese y Piazzolla nos abrieron las raíces. Y Pugliese, además, desde el cooperativismo. Eso de agruparse, trabajar en función del equipo y que la figura de lo grupal sea más fuerte que lo individual.

-¿A ustedes cómo les pegó ese tener un padre tan influyente?

A.R.: -Un poco nos escapamos. Podríamos haber seguido la línea de mi viejo de hacer la música de Pugliese, armar una típica, chorear por ahí. Pero la idea era componer y tener algo para decir. El legado de mi viejo es una plataforma de despegue para seguir haciendo tango. Cuando nos dicen “la mochila de tu viejo”, no es una mochila. Es equipaje.

D.R.: -Para mi nos escapamos, ¡pero hacia adelante! Al mismo tiempo, él siempre hizo eso. Empezó tocando con Pugliese como De Caro y terminó tocando con Pugliese como Pugliese y empezó en Sexteto Tango haciendo lo contrario. Y hacia el final de su vida, siempre iba hacia adelante. Mi viejo se infartó ensayando para un disco en el estudio, una producción independiente como no había hecho nunca en su carrera. Entonces sí, nos escapamos hacia adelante... pero esa es su línea.

-¿Ustedes lo recuerdan componiendo?

D.R.: -Lo recuerdo mucho, pero siempre me acuerdo una vez en particular que bajó corriendo a tocar algo en el bandoneón y “no, se me ocurrió una idea... pero no sirve”. Estaría estaría viendo un partido de fútbol o algo así, se le ocurrió una idea, una melodía, no sé, bajó literalmente corriendo a probarlo y no funcionaba.

-¿Este jueves qué más habrá?

D.R.: -También vamos a presentar un documental con entrevistas, a gente como Gabriel Soria, varios de los chicos que fueron parte del disco y una a Alejandro Zarate que entró a Sexteto Tango con 17 años. Entró cagado, obvio: Ruggiero, Balcarce, Plaza. Era como jugar con los campeones del mundo. Fueron a tocar: dividido 6. La misma guita para todos. Una cosa increíble lo que cuenta.

A.R.: -El documental tiene mucho material de archivo también y anécdotas del Portugués Da Silva, que llegó a grabar al Sexteto.

D.R.: -Es un poco también contar la semblanza de un tipo que nunca quiso figurar, del que no se sabe mucho porque nunca hubo agite.

A.R.: -Mi viejo fue como Ástor, como Pichuco. Ferrer decía que él había sido el Pichuco de Pugliese. Pero nunca puso su nombre por delante.