El Campeonato Mundial de Baile de Tango, que ocurrió en Buenos Aires hace pocos días, es una tradición que, por un lado, pone en escena a los talentos destacados de esta disciplina rioplatense, pero que también deja en evidencia las diferencias entre la imagen tradicional del tango -la que se ofrece al mundo y al turismo local-, y la dinámica de las nuevas milongas del centro porteño y el conurbano bonaerense.
Un siglo atrás, la semilla del tango maduró, echó sus primeras raíces y con el correr del tiempo, se convirtió en un gran paisaje en la urbana Buenos Aires. Ahora bien, la ciudad se ve y se siente muy distinta en algunos aspectos en este momento. En las pistas de tango y las milongas se perciben sutiles diferencias sobre lo que se conoció y aprendió en un principio: ¿cuáles son esos cambios? ¿son todos bienvenidos? ¿surgirán más?
Durante muchas décadas los estrictos códigos de baile y las convenciones dominaron las pistas: el “cabeceo” para invitar a bailar, el binomio varón-mujer, los marcados roles de quiénes guían y quiénes son las guiadas, la rigidez de las “figuras” de la danza, e incluso la indumentaria con estereotipos de género. Todas estas cuestiones indefectiblemente están vinculadas a una coyuntura patriarcal, como también ocurre en otras disciplinas artísticas.
Las milongas funcionaron siempre como una radiografía de la sociedad, de manera que nunca podría separarse de los cambios sociales. En este sentido, la escena atravesó varias transformaciones culturales a lo largo de los años, y las normas preestablecidas se pusieron en jaque.
Desafiar lo conocido: la milonga tradicional
En muchas de las danzas de a dos, es necesario que uno proponga y que otro acompañe esa propuesta. En el tango esto sucede a través del abrazo. Tradicionalmente, es el hombre quien, en el rol de conductor, rodea con el brazo derecho la cintura de la mujer. Simbólicamente se puede entender de muchas maneras, pero sin dudas, es también una demostración de poder.
Es este el motivo por el cual, en varias ocasiones de la actualidad, por ejemplo, aparece la resistencia a que una mujer decida ejercer el rol de conductora, o el rechazo a que un hombre invite a bailar a otro.
Susana Aguilar, intérprete y coreógrafa con más de 20 años dedicada al tango, cuenta su experiencia: “Hace 12 años que yo hago el rol de guía, y cuando salía con una amiga a la pista de baile, todos los tipos que estaban alrededor nos decían cosas como ‘por qué no se van a bailar a La Marshall’, ‘habiendo tantos hombres, bailan entre mujeres’, ‘son novias…’”, dice a Página|12. La Marshall fue una de las más importantes y trasgresoras “milongas gay” de Buenos Aires, que funcionó durante casi 15 años ininterrumpidos hasta su cierre definitivo, en mayo de 2018.
Por este motivo, desde 2019 funciona una vez al mes en la localidad bonaerense de Lomas de Zamora “VIVAS Milonga”, el evento con con perspectiva feminista que fundó Susana junto a un grupo de colegas. “Mi idea era que la milonga fuera otra cosa, porque venía de padecerlas como mujer”, apunta.
La profesora enfatiza que bailar entre personas del mismo sexo o género “está prohibido” en varias milongas tradicionales incluso hoy, y explica una de las formas más comunes de aleccionamiento moral en la pista: “A veces bailo con otra mujer, y después no me sacan a bailar más”.
Los dos, para los dos: tango entre personas del mismo sexo
Damián Gargiulo es bailarín de tango desde hace más de 17 años. Comenzó a practicar en bares con pistas muy chicas, “con toda gente marica”, donde los roles de conductor y conducido no importaban, y en donde lo que realmente valía eran las ganas de bailar y divertirse al ritmo del 2x4. Pero su construcción personal y su perspectiva cambiaron cuando entró por primera vez junto a su novio a una milonga convencional.
“Me di cuenta de que había roles y pautas convencionales hétero”, cuenta, y remarca: “Teníamos que pedir permiso para bailar con otro chico, no se podía”.
Cuando invitaba a otros hombres a bailar lo rechazaban. Para Damián esto se debía a una cuestión homofóbica. “Hasta que no te integrás a la milonga, no es fácil quedarse solo o sola esperando”, cuestiona.
Actualmente Damián organiza las clases de "tango para todes” en Feliza, un espacio social y cultural LGBTIQ+ de Recoleta, y se le infla el pecho al remarcar que hasta hace no muchos años en Buenos Aires había escasos lugares donde bailar tango con personas del mismo sexo y que sean abiertos a la diversidad de género.
A escuchar y a bailar tango con una perspectiva feminista
Luis Solanas es, por otro lado, el fundador de La Viruta, la milonga y escuela de tango más famosa de la Argentina de los últimos tiempos. Su institución nació en los noventa y fue testigo de numerosos cambios en la formación de los bailarines y el ambiente tanguero.
El tanguero considera que si bien hubo transformaciones impulsadas por las nuevas generaciones, el público más fiel que asiste a sus milongas va en busca de “lo tradicional”.
En las primeras horas de la noche, cuenta, entre las 22 y las 2 de la mañana, aparecen los más “novatos” de esta danza, y suelen hacerlo con ropa casual o elegante sport. Pero pasado el umbral de la madrugada, ingresan para bailar hasta las 5 de la mañana los más experimentados, que visten más elegante y buscan cautivar miradas y corazones. Estos "avanzados" son quienes más se apegan a las antiguas convenciones tangueras, y no suelen dar el brazo a torcer ante las propuestas novedosas.
Entonces aparece otro contrafrente: Pamela Victoriano es la directora de La Empoderada Orquesta Atípica, la primera agrupación de tango de la Argentina compuesta enteramente por mujeres, lesbianas y personas no binarias. Junto a las 23 músicas que integran las filas de bandoneones, instrumentos de cuerda, vientos y voces, hará historia a fines de este año cuando lancen ¡Acá estamos!, el primer álbum de estudio grabado por una orquesta de tango feminista, con canciones originales de compositoras.
Victoriano, que además de directora es una de las violinistas de la banda, afirma que “el mundo de la orquesta del tango es todavía muy arcaico” debido a que varios grupos musicales del momento se niegan a interpretar composiciones de mujeres.
Al mismo tiempo, la música observa que son pocas las milongas que renuevan el repertorio de tangos —muchos de ellos con letras muy machistas— para incluir voces y perspectivas femeninas.
Al respecto, el tradicionalista Solanas explica que no está “en contra de ningún tango”, ya que considera que el sentido de las canciones tiene que ver con el contexto, y opina que pueden ser interpretadas de infinitas maneras. No obstante, reconoce que desde hace tiempo empezó a dar clases con música de compositoras o intérpretes mujeres para dar vuelta esta tendencia.
Victoriano dedicada a desafiar estructuras patriarcales desde lo musical, asegura que el reto está en “ir en contra de lo aprendido”, y desarrolla: “Lo conocido es no animarse, que todos los directores de orquesta sean tipos, que si tenés una idea seguramente no sea tan buena como la de un tipo, y todo eso”.
"La igualdad se va armando": la incursión de las mujeres en las milongas
A mediados de 2019, el Movimiento Feminista de Tango (MFT), integrado por bailarinas, profesoras, músicas y organizadoras de milongas de todo el país, lanzó una propuesta que concitó gran atención mediática y generó mucho revuelo en la escena tanguera: la creación de un protocolo de actuación para casos de violencia de género en el ambiente de la milonga.
La idea surgió gracias al empuje del movimiento Ni Una Menos, cuando se multiplicaron las denuncias por abusos y violencias machistas en los espacios donde se baila el 2x4, y volvió necesario contar con un protocolo que indicara cómo actuar en esos casos.
La finalidad del documento, vigente en la actualidad, es otorgar “herramientas que sirvan tanto para atender, contener y prevenir responsablemente las situaciones concretas de violencia, así como para reflexionar sobre las prácticas de la comunidad", describe el propio texto. En “VIVAS Milonga”, por ejemplo, el documento se lee al comienzo de cada evento, y también está disponible en todas las mesas para quien quiera consultarlo.
“No me interesaba hacer milongas porque sí, quería que tuvieran algún contenido”, recuerda Susana Aguilar. Por eso, ella misma explica a los participantes que tanto mujeres como hombres pueden sacar a bailar, y que si bien “en la danza siempre hay alguien que guía y otro que recibe, eso no quiere decir que no haya un intercambio”. “En el abrazo de tango la propuesta es abierta y no rígida”, sostiene.
"Eso no es tango": desafiar lo conocido
Para conformar espacios más amigables, seguros y abiertos, las y los profesores del tango danza aseguran que es fundamental descontracturar las técnicas y herramientas en la enseñanza del baile.}
El abrazo del tango es un diálogo no verbal, espontáneo, único y especial, que se transmite entre dos cuerpos. Las parejas fluyen en una conversación donde no media la palabra, sino otras formas de comunicación, como la tonalidad de los brazos, la respiración, o la distribución del peso de cada corporalidad. Y por supuesto, también hay que considerar a la música como brújula y motor de las infinitas intenciones de movimiento.
“Muchas veces, cuando querés comunicar algo en el baile improvisado, capaz la otra persona no entiende lo que una quiso decir sino otra cosa, y hace algo que vos no esperabas… ¡Y no pasa nada!”, explica la docente entre risas, y profundiza: “Antes era común que te señalaran que te habías equivocado el paso, pero ahora se entiende que pudiste haber entendido otra cosa, y la pareja se acomoda a esa situación, va hacia otro lugar que no se imaginaba”.
Muchas mujeres se alejaron del tango por situaciones de hombres “acosándolas, marcándoles lo que está bien o mal”, enfatiza Aguilar, y por eso destaca que lo que más le gusta a los estudiantes de sus clases actuales es que “se ve el error como aprendizaje y como un comienzo, no como algo censurable”.
El tango no es ajeno a los cambios que traen los feminismos y las demandas que corren en estos tiempos. Ante esta avanzada, no faltan las críticas provenientes de actores más arraigados a los códigos del pasado.
“Si nos quedamos con que ‘el tango es…’, nadie se acerca”, cuestiona el bailarín Damián Gargiulo. “Mi visión es que hay tantos tangos como personas. Cuando vos decís “el tango es tal cosa”, estás dejando a un montón de gente afuera. Pero el tango somos todes: entra la percepción de los cuerpos, la forma que vestimos o cómo bailamos”.
La propuesta de enseñanza en Feliza es inclusiva y está destinada a “todes les que tienen ganas y derecho de bailar, sean personas de edades diferentes, cuerpos diferentes, u orientaciones sexuales diferentes”. Al igual que Aguilar, Gargiulo opina que es necesario enseñar a “conectarse” con un otro con el que hay que abrazarse y poner en juego emociones e inseguridades, y con “la frustración” de la equivocación en el baile.
Victoriano, de La Empoderada, dedicada a desafiar estructuras patriarcales desde lo musical, asegura que el reto está en “ir en contra de lo aprendido”, y desarrolla: “Lo conocido es no animarse, que todos los directores de orquesta sean tipos, que si tenés una idea seguramente no sea tan buena como la de un tipo, y todo eso”.
Al compás del corazón: ¿hacia dónde va el tango?
“El gran cambio es animarse a ocupar esos espacios, a hacer arreglos musicales, a dirigir una orquesta, a tocar en una orquesta, a hacer un solo, a tener una idea y decirla”, consigna la directora de La Empoderada Orquesta Atípica. “El punto de vista es lo diferente, lo nuevo, lo que nunca se escuchó en el tango”, ratifica.
“Que VIVAS o el MFT exista ya es un cambio importante”, opina por su parte Susana Aguilar, que anhela que a las milongas que organiza asistan cada vez más personas trans y travestis. “Que sea un lugar donde haya diversidad de género sin importar quién es guía y quién escucha, que el lenguaje del tango tenga mayor flexibilidad y no haya normas e indumentaria restrictivas”, agrega.
Gargiulo, finalmente, espera que en un futuro “el tango sea más popular” y que esté destinado “a todes”. Y dice: “Tenemos que generar formas de acercarnos. Estamos buscando ampliar, incluir, sumar. Mostrar que hay un montón de gente que se queda afuera”.