Mario Sandoval reiteró que no es la misma persona que en 1976 se identificó con su credencial de la Policía Federal al frente del grupo de tareas que secuestró al militante peronista Hernán Abriata, desde entonces desaparecido. Al ampliar su indagatoria ante el Tribunal Oral Federal 5, el imputado que se desempeñaba en el Departamento de Asuntos Políticos de la Superintendencia de Seguridad Federal evitó referirse a aquellos años, no aceptó preguntas, pidió no estar en la sala mientras declararan los familiares de Abriata y rememoró lo que llamó el comienzo de su historia, cuando su intervención en representación de Francia en las negociaciones por la liberación de Ingrid Betancour derivó en la investigación que permitió identificarlo.
Sandoval se explayó no como un simple imputado sino como un pensador que reflexiona ante un público cautivo sobre la Justicia y los medios. Habló sobre “la aceleración de las comunicaciones” y el “impacto” de su declaración anterior, se refirió a quienes “buscan condenarme sin juzgarme”, a “la incitación al odio”, y sugirió que “fui blanco de determinados comentarios innecesarios en medios alternativos”. “Me sentí sancionado", contó. Dijo que lo trasladaron de madrugada para estar en tribunales a las 5.50 y en un “transporte no acorde al protocolo”, destacó su “fatiga por la edad” y dijo que su defensa pedirá “al consultado francés que actúe en consecuencia”.
Cuando el juez Fernando Canero le recordó que esos planteos no eran parte de la indagatoria, prevista para referirse al objeto del juicio, Sandoval dijo entender pero continuó con su discurso sobre la “presión social” derivada de “la masificación de la mentira” y, dirigiéndose a un ente abstracto, pidió: "Condénenme, no ustedes (a los jueces) sino los que me quieren condenar”.
“No puedo más que asociarme sinceramente al dolor de la familia Abriata y a la grave y lamentable tragedia que pasa su mamá, su esposa, sus hermanas”, afirmó, pero “eso no tiene que llevar a una acción irracional, buscando a todo precio un culpable sabiendo que no lo soy”. “No soy la persona que fue a la casa de Abriata ni la del señor Héctor Abriata. Eso lo voy a repetir cada vez que me den la palabra para que quede claro, porque la familia sabe en su fuero interno que yo no fui”, arriesgó. Mencionó entonces una supuesta declaración suya de noviembre de 1976 en la que “uno de ellos, de la familia, estuvo presente” y “el juez les preguntó si (él) era esa persona”. “No sé si sería el abogado o quién, pero alguien estaba”, agregó. Ante la pregunta de Canero, dijo desconocer quién era el supuesto juez de esa supuesta declaración.
Más adelante, siempre como “interesado en los derechos humanos de las negociaciones por la paz”, contó que participó "como observador en el conflicto colombiano” y que el gobierno francés le pidió que interviniera en la liberación de Betancourt porque “yo conocía a todos los actores del conflicto armado”. En ese marco conoció a Hugo Chávez y “él fue quien me habló de la pareja Kirchner”, a quienes el venezolano les informó “que había un franco argentino” en la negociación. “Ahí comienza mi historia”, rememoró, porque “comenzaron a buscar quién era yo”. “Ahí comenzó, señor, lo que se llama la prensa negativa” y “salió más tarde un artículo que todos sabemos”, en referencia tácita a una nota que Página/12 publicó en 2008 sobre el pasado de Sandoval.
“Asumo mi responsabilidad política personal pero quiero que este acto se justifique como un acto –tomando bien la palabra– revolucionario de acelerar la explosión de la verdad y la justicia”, citó a Émile Zola. “Ni una supuesta derecha francesa, ni macronismo –al mismo tiempo amigo del presidente argentino– corresponden a mi forma de pensar, a mi política ni a mi conducta”, agregó. Dijo coincidir con los planteos sobre la necesidad de un nuevo contrato social pero “no el del comandante Firmenich (Mario, ex líder de Montoneros) sino un contrato social humanista, respetando los derechos humanos”, finalizó.
Consultado
por el juez sobre si aceptaría preguntas, respondió que por consejo de sus
abogados sólo lo haría cuando se produjeran todas las declaraciones del juicio.
Su defensa pidió entonces que Sandoval fuera trasladado a otra sala para no
tener que escuchar en forma presencial los testimonios de los familiares de
Abriata, un original modo de asociarse en el dolor.