La paranoia muestra que no hay exclusión entre locura y organización. Fue llamada locura razonante. La que parecería estar enloqueciendo es la cultura que vira hacia la posición esquizo-paranoide. La cultura neoliberal es el efecto enloquecido del despliegue del capitalismo financiero. La acumulación de cada vez mayor cantidad de dinero en menos manos, la invención del dinero virtual que se reproduce casi sin pasar por los cuerpos humanos que trabajan y producen, es decir, la timba financiera, arrasa los distintos modos de lazo social produciendo anomia y disgregación. La metástasis de de fake news en los medios masivos de aturdimiento generalizado es equivalente a la metástasis de ciberdinero. La paranoia es el intento de defensa contra esa esquizofrenización. Un intento delirante de sostener un punto fijo que lo explique todo y que, al forzar un sentido unívoco a lo que sucede, lo vuelve persecutorio. La derecha argentina (cambiemitas y medios hegemónicos) pusieron a Cristina en ese lugar. La ofertan como chivo expiatorio. Pero no hay consenso de la mayoría de la población. Gran parte de la misma se resiste al atropello mediático-judicial. Lo que hace pensar en que si se profundiza en el mecanismo paranoico el sacrificio del chivo no produciría la consistencia de la masa sino más bien su estallido o una masacre para eliminar o acallar a los que no se sometan.
Cabría la posibilidad de que los actores políticos tomaran cartas en el asunto y, haciendo jugar la falta (tapada con el chivo), pudieran relanzar el discurso. Pero la derecha es esquizo-paranoide porque no cree en lo que hace. Se defienden de la disolución que ellos mismos producen. La paranoia es la primera defensa contra la inconsistencia. Después del 2008 nadie cree seriamente en el capitalismo, digan lo que digan. En EE.UU. el estado rescató a las multinacionales financieras. Durante la pandemia fueron los estados los que organizaron el salvataje. En Nueva York, la capital del capital, proliferaron las tumbas colectivas. Ya nadie puede creer en el capitalismo porque se ha mostrado claramente que el mercado librado a sí mismo destruye todo lo que encuentra a su alcance. Algunos alucinan con el comunismo en un vano intento de recuperar el enemigo perdido que les preste cierta consistencia. Quienes no pueden creer en otra cosa solo les queda la melancolía, el odio y/o la envidia. Matar a Cristina es matar el objeto de la creencia de quienes bailan y cantan. Los muertos que caminan envidian y odian a los vivos.
Los discursos mediáticos de odio se despliegan en una espiral endogámica acelerada por el incumplimiento de la ley de medios, lo que constituyó un atentando contra la política como fundamento de la debilitada democracia y, por lo tanto, del desarrollo de lazos sociales productivos y creativos. De allí se deriva la proliferación de lúmpenes manipulables y cínicos manipuladores. Entre estos últimos sobreadaptados suelen reclutarse algunos Ceos.
Media attack!
Hay buitres en la tele que quieren matar. Son pueriles. Van a matar y se olvidan de cargar el arma. Aparecen en la tele al otro día diciendo "lamentablemente no ensayó" y luego ponen cara de "oh! lo que dije" como si hubieran tenido un exabrupto menor. Cuando le repreguntan qué hubiera pasado si mataban a la vicepresidenta argumenta con una banalidad tipo "bajaban los impuestos". Van a un programa de tv a mentir burdamente, cosas que al otro día se descubren. Amenazan al presidente en un estado de Whatsapp. Son los muertos vivos, la subjetividad walking dead. El producto subjetivo del capitalismo financiero. Son como los operadores mediáticos pero sin luces ni maquillaje, ni música de fondo. Pero parecería que sponsors no les faltan. Ni abogados. Pueriles, burdos, sin imaginación, pero te pueden volar la cabeza de un tiro.
“Hoy me convierto en San Martín. Mandé a matar a la vice Cristina pero se metió adentro”. Brenda Uliarte llegó a creer que matando a la persona que fue dos veces elegida por la mayoría de los argentinos para gobernar se iba a convertir en una heroína nacional. Es la misma lógica de los operadores mediáticos y judiciales que intentan colocar a Cristina como causa de todo mal. ¿Quiénes le habrán hecho creer a esta walking dead que podía convertirse en libertadora de la patria?
Guerra, edipo y política
El edipo vendría a ser la primera escena en que la lógica del significante despliega su complejidad. Ya no se trata allí solamente de operaciones básicas como diferenciar el afuera y el adentro, el fort-da o la presencia o ausencia del pene. El edipo rompe el binarismo fundante de lo simbólico. Su más allá del binarismo se nutre de su más acá, lo real del encuentro entre carne y cultura, la representación cosa que es causa y destino. El edipo es inestable porque está jaqueado por las cosas. Si no se va más allá de él se retorna al más acá y suele suceder que para ir más allá haya que impulsarse desde el más acá. El más acá es el sado-masoquismo pulsional. Cuando se practica en grupo se llama guerra. El más allá es principalmente la política. No como actividad profesional sino como modo abierto de relacionarse con los otros. Por eso no es creíble que en Argentina haya una grieta que separa dos bandos más o menos iguales. Hay un entramado político en el que se producen acciones que alimentan la política o que atentan contra ella. La alternativa a la política es la guerra. Los que rechazan la política quieren, lo sepan o no, la guerra, en su versión masacre.
Alejandro del Carril es psicoanalista.