El eterno retorno de Adrián Goizueta a la Argentina, un clásico. El último había sido hacia fines de 2017, cuando fundió talentos con otro de los suyos, Julio Lacarra, en el auditorio de la UOCRA. Luego, la pandemia lo obligó a quedarse en casa, allí en Costa Rica donde mora hace más de treinta años, hasta que el bicho empezó a ceder, y él encauzó su destino recurrente. La cita es este viernes 23 de setiembre a las 20.30 en el Café Berlín (Avenida San Martín 6656) y tiene como fin presentar Amanece, nuevo disco del cantautor junto al grupo Experimental formado hoy por Nela Cordero, en cello; Esteban Rojas, en clarinete bajo y soprano; Eduardo Montero, al piano; Fernando Víquez, en bajo; Marvin Rodríguez, en percusión; y Orlando Ramírez, en batería. 

“Se trata de un disco que tiende puentes temporales. Podríamos definirlo como un viaje en la memoria desde el presente, resonando hacia el futuro”, resume Goizueta en busca de trazar una liga temporal entre canciones suyas y nuevas (“Amar a vivir”, “Donde están las Malvinas”, “Ángel cannabis”, entre ellas), y versiones de temas históricos, caso “Eugenia”, “Stefanie” o “Amanece”. Del primer bloque, el trovador prefiere hablar de “Amar a vivir”, porque tal canción plantea la perspectiva del amor como principio y final de la vida. “Este tema discute la novelesca frase de 'te amo a morir'. No, por favor, la cosa es 'te amo a vivir'”, esboza él, acerca de la pieza que lleva su firma en letra y música, pero a la vez reconoce una cita del poeta costarricense Jorge Debravo: “A pesar de la muerte y de la guerra, el amor está naciendo”.

-Apropiada cita para aplicar a este presente complejo en el que, además de otros hechos violentos, trataron de asesinar a Cristina Fernández.

-La gravedad de lo ocurrido con Cristina traspasó todas las fronteras. Fue noticia fuerte en todo el mundo y naturalmente en Costa Rica también. Un hecho prácticamente sin precedentes en Latinoamérica, sobre todo por la ferocidad de esa arma gatillada en su propia cara. El hecho fue condenado por los sectores más progresistas, pero el resto de la prensa no le dio mucha importancia… una conducta esperada.

-¿Otro tema de los nuevos que funcione como antídoto contra esas “conductas esperadas”?

-“Amanece”, el que da nombre al disco, porque expresa la esperanza en medio de la injusticia y la fatalidad.

-“Dónde están las Malvinas” es sugerente y explícito desde el título. ¿Cuál es su historia?

-Nació cuando conocí a Duilio Lanzoni, dramaturgo y director del grupo Artecom. El me contó que había sido combatiente de Malvinas y me mostró un poema que escribió contando su vivencia, a la que puse música. Luego le propuse que escribiera una última estrofa relacionando la memoria con el presente.

Entre las piezas renovadas, en tanto, brilla la de “Stefanie”, una versión sobre otra versión (el tema es el de Alfredo Zitarrosa, claro). “Yo, admirador de su obra, me atreví a hacer un arreglo 'no aprobado' de la milonga”, ríe Goizueta. “Y entonces entró el Caribe en la versión y trascendió rápidamente en diversos países”.

Durante el largo parate pandémico, el cantautor también aprovechó los tiempos de ocio para hacer una versión colectiva de otro de sus clásicos -“Buen día sol”-, que juntó a los más importantes intérpretes de Costa Rica. Además, participó con su banda en 50 años de Canto, disco homenaje a Luís y Carlos Mejía Godoy -Goizueta compartió escena y espíritu durante “Abril en Managua” con el primero-, y de Nuestras voces, disco triple a capella que juntó a importantes voces universales.

-Este año se cumplieron cuatro décadas del concierto de Abril en Managua, que fue casi tu bautismo de fuego latinoamericano, nada menos que junto a varias de las figuras más importantes del canto popular de entonces, como Daniel Viglietti, Mejía Godoy, Mercedes Sosa y Silvio Rodríguez. ¿cómo pervive el hecho en tu memoria?

-Me han hablado tantas veces y en tantos lugares de esa especie de hito histórico de la canción latinoamericana, que en esta nueva etapa decidí revivirlo en mí, reintegrándolo a mi obra, rindiéndole homenaje, contándolo y cantándolo. Por eso “Eugenia” –su tema de batalla aquella vez- está de vuelta. Lo reestrenamos en El Salvador hace algunos años porque ese pueblo la inspiró, y ahora está incorporada al repertorio y sigue en pie de lucha. Los jóvenes músicos de El Experimental y muchos del público creen que es nueva, y quizá con sus 40 años lo siga siendo, porque Abril en Managua sigue siendo y hoy más que nunca, la lucha en la vida y en el mundo, continúa.

-¿Llamarías “mestizas” a tus músicas?

-Es una buena forma de llamarlas, sí, porque siempre estuve buscando y sorprendiéndome con las mezclas, conjugando que todo, cuanto menos puro, cuanto más mezclado y diverso, es mejor, es más rico, con más influencias, impuro, colorido, sabroso y con sentido. El sentido es el sentimiento pero también lo es el significado.

-Se descarta que en tal camino marcha El Experimental, grupo que dirigís musicalmente hace treinta años. ¿Dónde están poniendo el acento hoy?

-En ser precisamente nuevos, propositivos, con contenido y experimentación, pero siempre con identidad y raíz para tratar de volar alto y no perderse.

-¿Cuál es la fórmula para lograrlo?

-Combinar disciplina, locura, experimentación y cordura… por eso hay chacareras que viajan regresando al África, y milongas candomberas, pamperas y jazzeras, sonatas salseadas y canciones trovadas, porque yo sigo diciendo y hasta gritando, que la música es solo una. Y es toda.