A tres años de su último show en vivo, Inclan regresa esta noche a los escenarios. Además lo hace en un nuevo gran momento para el género que bien supo cultivar: el funk. Su pasión por el estilo musical era tan fuerte que al principio lo fusionaron con el nombre de la calle en la que nació el proyecto. Más tarde, Inclanfunk pasó a ser sólo Inclan, a partir de que en 2010 apareciera su álbum Pantano picante. “Nos pusimos un poquito rockeros en ese disco”, confiesa Diego Bergesio, cantante y guitarrista de la banda. “Por ese motivo le sacamos la palabra funk a nuestro nombre. Desde ese entonces sumamos pop, rock y estructuras incidentales, y se nos hizo difícil ponernos en un género. Aparte, veíamos que el funk lo encontrábamos en todas partes. Hasta en la sopa”.
Si bien hoy están en condiciones para reclamar el lugar que tienen en la historia del género en la Argentina, y más en esta especie de apogeo, el grupo prefiere seguir donde está. “Sucede que luego de 20 años de remarla y de pasar por diferentes lugares, la pose del funk que se armó en Buenos Aires no terminaba de interesarnos mucho”, explica el frontman. “Los grupos comenzaron a pararse de un modo medio estadounidense. Se hacían los de los barrios afrodescendientes de Los Ángeles o el Bronx, y nosotros no somos así. Eso fue en la época de las jams en Palermo, en la que quedamos fuera de la onda. No la flasheábamos mucho por ese lado sino por el de bailar y groovearla. Hablábamos de lo que nos pasa en la Argentina, acerca del amor o de las inundaciones. Casi todas nuestras canciones tienen una crítica hacia lo que se consiera normal. Siempre con tono amable”.
-¿Seguro que no quieren reclamar ese lugar de baluarte del funk local?
-Teníamos a la gente al lado bailando al palo, en cada show, y después de Cromañón eso no fue más. Fue un tortazo. Tampoco nos precoupa volver en ese plan porque la industria, que es como un monstruo, nos dejó afuera. Y más con el crecimiento de la música urbana. Estamos en un momento de nuestras vidas en el que buscamos hacer lo que nos gusta. Y lo que deseamos es pasarla bien, y no pensar en estar detrás de la zanahoria y pegarla.
-¿Estás dolido con todo esto?
-No estoy ni resentido ni dolido. Hicimos la nuestra hasta donde pudimos. Fuimos al Festival Vive Latino y al Festival de Guadalajara (ambos en México), viajamos a Brasil y ganamos un concurso en Liverpool. Tal vez nos faltó estructura comercial. Por eso estamos donde estamos. Al mismo tiempo, tenemos otros proyectos. Yo me dedico a la docencia, otro tiene un estudio de grabación, y tocamos en eventos privados. En ese espacio, Inclanfunk sigue vivo.
A pesar de los palos que se pegó, el grupo decidió volver a sus inicios en la música, en los que llevaron adelante puestas escénicas con bailarines y performers. El primer espectáculo en esa dirección sucedió en 2004 y luego le secundarios varios más. Ese es el antecdente de Onmidireccional, el evento que presentarán el sábado 24 a las 21, en el Galpón de Guevara (Guevara 326). “Es hacia allí a donde queremos ir. También tenemos esa rebeldía de no ir a donde van todos. Si quieren ir en este momento hacia el lado del funk, nos moveremos entonces hacia otra dirección”. Aunque la banda tenía preparado un show con sabor a musical para presentar su último disco de estudio, Vosqué, la pandemia les puso a hibernar el plan. Pero le vino bien, porque pudo alimentar el relato artístico. “Ganamos un subsidio e invertimos la guita en lo audiovisual”, dice Bergesio.
-¿Te referís al video de 15 minutos?
-Primero hicimos “Ruido” y “Fiera”. Y después estuvo “Robot”, que fue el corte inicial que sacamos. Ahí metimos un poco de danza y conocimos a un grupo de gente que fue la que trabajó en los videos. Con ese equipo se nos ocurrió hacer algo en vivo. Así surgió “15 minutos vivo” . Con tres cámaras y cinco performers, y nosotros tocando en vivo. Eso es lo que vamos a hacer este sábado, aunque en este caso durará una hora. Y luego viene el DJ.
-¿La banda de sonido está conformada por sus canciones o por música creada para el espectáculo?
-Todo es nuestro. Hay canciones del último disco y de Hacia los sentidos, y están otras dos más de Pantano picante. Hacemos un recorrido editado por toda nuestra discografía. La puesta es de Erico Schik (bajo y voz), mientras que la dirección coreográfica es de Erica Ventre.
-Por lo que describís, esto está más cerca del musical que de un recital.
-Es un musical, pero no hay un relato literal. Se trata de un búsqueda poética de Erica, a partir de que le conmovieran ciertas cosas de nuestras letras o de lo que apareció en los videos de “Ruido”, “Robot” y “Fiera”. Son guiños a nuestras historias. No nos veíamos en el plan de banda de rock agitando a la gente para que nos fuera a ver a Niceto. Nos parece pesado y estamos lejos de llevar a mil personas a un show.
-Entonces buscan otro circuito…
-El circuito de la danza está bueno, es bastante concurrido y nos representa otros desafío. Capaz estoy haciendo un solo de guitarra pero no me tiro al piso a lo Jimi Hendrix. Todo está construido para el total de la puesta. La música es un acompañante de lo que pasa visualmente y viceversa. Esa es la idea.
-¿Qué referencias tuvieron al momento de diseñar esta puesta?
-No pretendemos inventar nada. Es juntar los lenguajes que uno conoce para crear algo nuevo. Fuerza Bruta, De la Guarda y todas esas compañías. Es un poco eso. La diferencia entre lo que ellos hicieron y lo que nosotros pretendemos es que esto nace de la música. Luego de estos años de pandemia, esto es un guillotazo de energía renovable. Con gente nueva y joven en el proyecto.
-¿Desde cuándo viene craneando el proyecto?
En febrero volvimos a zapar, y en marzo y abril decidimos los temas. Pero desde el año pasado que venimos pensando en esto. En principio, será este estreno. Pero la idea es sostenerlo.
-Luego de todo lo que contaste, ¿para qué hacen toda esta movida?
-Creo que hacemos esto para mover las moléculas de la vida, y para seguir vivos nosotros como grupo y como individuos. Es un granito de arena para que el mundo sea un lugar mejor, por más que parezca ambicioso.