Stefano, nombre de origen griego, significa ‘el victorioso, el coronado’. Con franca ironía, así llamó Armando Discépolo al protagonista de la obra homónima que escribió en 1928, sobre un músico llegado al país en los tiempos de la inmigración. Nacido en Nápoles, el protagonista se embarca junto a sus padres, con la ilusión de desarrollar una carrera acorde a lo que de él se espera: en Italia ya había ganado una medalla de oro al egresar del conservatorio. La obra, un clásico de la dramaturgia nacional, se está presentando en La Máscara (Piedras 736) bajo la dirección de Osmar Núñez, con un elenco integrado por Norberto Gonzalo, Patricio Gonzalo, Pablo Mariuzzi, Jorge Paccini, Elena Petraglia, Paloma Santos, Lucas Soriano y Maria Nydia Ursi-Ducó.
Tres de los involucrados en esta puesta ya habían trabajado juntos: Núñez y Gonzalo habían compartido elenco en la puesta de Orquesta de señoritas, de Jean Anouilh, bajo la dirección del mismo Paccini. Fue Gonzalo quien convocó al director: “pensé en él porque dirige desde el punto de vista del actor, porque tiene su experiencia”, destaca. Gonzalo lleva 22 años al frente de La Máscara, la sala de Piedras al 700 que, además de nombrar un elemento que define históricamente a la actividad escénica, con su nombre rinde homenaje a un grupo fundante del teatro de Buenos Aires. “Siempre soñé con ese personaje”, afirma el actor en la entrevista con Página/12, junto al director. Hace algunos años, Gonzalo había visto la versión de esta obra, bajo la dirección de Guillermo Cacace, protagonizada por Raúl Ramos, quien lo alentó a llevar adelante el proyecto.
Si Stefano sufre por no haber realizado su sueño, no es menor el padecimiento que le causa su propia familia. “Es que en realidad todos tienen sus razones”, analiza el director, tomando en cuenta los constantes reproches de todos: su esposa le dice que se siente engañada por él, sus dos padres le echan en cara el desarraigo, el haber dejado todo por su futuro. Ni siquiera lo comprende su hijo Esteban (traducción española del nombre del padre), aun cuando él también quiere destacarse en el medio, en su caso como escritor. En definitiva, son tres las generaciones que expresan su disconformidad, no solamente por no poder progresar sino por no tener cubiertas las necesidades más elementales: toda la familia vive en un sótano donde el sol no entra y viven pensado si van a comer al día siguiente. Mediante una imagen plástica (“goyesca”, adjetiva el director) la puesta concluye con una postal simbólica que reúne a los personajes, adormilados frente a su destino.
-¿Por qué eligieron volver a este clásico?
Norberto Gonzalo: -Porque es el dramaturgo más trascendental de la región del Río de La Plata, el máximo creador del grotesco: Discépolo nos expresa como ninguno desde el contenido de sus obras. Hace tiempo quería hacer esta obra.
Osmar Nuñez: -Para un actor argentino es un personaje soñado. Ya hice Relojero y Babilonia y cuando me llamaron, me dio muchísimo gusto desentrañar de este texto tantos elementos que hablan de nuestra identidad y nuestra tradición. Además de tener un lirismo increíble, la obra tiene una vigencia enorme. El sistema, el poder, está cada vez más fantasmagórico, nos anula y paraliza. Stefano no era un fracasado, sino que lo fracasaron.
-Aunque Stefano es el protagonista, los demás personajes son muy importantes en tanto le devuelven su propia imagen de distinta forma.
-O.N: En esta puesta hay algo circular, porque todos los personajes, de un modo o de otro, son víctimas y victimarios de Stefano. Por eso es que había que darles espacio e importancia: todos lo atraen y lo rechazan y todos condicionan y desvían su accionar. La gran cantidad de situaciones que plantea Discépolo es enorme. Algunas, como la escena de la revelación, donde Stefano toma conciencia de lo que le sucede, es una obra en sí misma.
-¿El fracaso individual alude a un fracaso colectivo?
O.N.: -Sí, porque Stefano habla de los sueños rotos, de lo que no podemos avanzar, de los palos que se ponen en la rueda. En la puesta hice hincapié en el artista, en la edad, en el tiempo que pasa, en la irresponsabilidad de realizarse. Proponemos un encuentro, una fotografía en movimiento de lo que nos está pasando hoy.
N.G.: -Sumado a esa vigencia, también está lo histórico, porque Stefano vino a América, pensando en hacer aquí su obra cumbre. Pero el sistema, la oligarquía, que asume una rancia participación en contra de la inmigración, no lo hace posible.
-¿Cuál es la cualidad de Stefano que más conmueve?
O.N.: -Su inteligencia, su sensibilidad. La mirada de Stefano sobre sí mismo es extraordinaria, roto en tantos pedazos que ya no sabe quién es. Por su lucidez y su mirada sobre la vida, podemos verlo como nuestro Hamlet.
*Stefano, Teatro La Máscara (Piedras 736) los sábados a las 21hs.