Hablar de historietas, difundirlas y apreciarlas, estudiarlas y criticarlas, conduce a un oficio que especializa y provoca una dinámica absolutamente necesaria, como lo significa la tarea del periodista de historieta. Quien lee y difunde agrega relevancia al ámbito, al que sacude y discute. Una correa de transmisión a la que habría que prestar mayor atención; de paso, quienes debieran tomar nota del asunto son las propias editoriales, habida cuenta de las problemáticas variables y continuas que padece el sector; historietas se leen en todas partes, y si no hay periodistas especializados, más vale incentivarlos a que lo sean (enviar pdf con la obra e invitar a la divulgación, más allá de la procedencia del sello editor, es posible por viable desde y hacia cualquier punto del país).

Todo esto para destacar una de las novedades del sello rosarino Rabdomantes, cuya tarea en la edición de historietas agrega un libro dedicado a su estudio. Se trata de Oficio al Medio: Ensayos sobre Historieta, precioso volumen con tapa de Quique Alcatena e ilustraciones de Ignacio Yunis, que reúne en 170 páginas varios de los escritos de los periodistas Matías Mir y Gonzalo Ruiz. De una práctica que vincula a los autores con medios como Zinerama, Comiqueando, Ouroboros; Mir y Ruiz fundaron el newsletter Oficio al Medio, desde donde –suscripción mediante, pero de acceso libre también– comparten su afecto por la historieta y escriben sobre lo mucho que leen.

En este sentido, el volumen de Rabdomantes obligó a la necesaria edición y recorte, a la selección por parte de los autores de cuáles artículos incluir y cuáles dejar fuera. El trabajo recompensa, porque el formato libro otorga un plus distintivo, obliga a la propia relectura, y la interacción entre los artículos elegidos repercute en la atención que al estudio del medio se dedica. A través de ensayos que no superan las tres o cuatro páginas, Ruiz y Mir apuntalan su afición por la historieta, en un recorrido que se divide en cuatro grandes segmentos: historieta nacional, internacional, manga, e “intertextos” (éstos constituyen una serie de aproximaciones a través de cuestiones diversas, como formatos de edición, el papel y el digital, librerías, bibliotecas y traducciones, y criterios editoriales).

Es curiosos que el manga (historieta japonesa) ocupe un capítulo por derecho propio y no sea integrado en el apartado de historieta internacional. Pero está bien que sea así, en virtud de la importancia que adquirió y tiene en el panorama actual, habida cuenta de la abrumadora edición de material nipón que circula por las bateas. Pero más allá de cuántos y cuáles libros o personajes y autores vendan más o menos, lo que importa a la dupla no es esto, sino la puesta en práctica de una mirada que navegue por la historia de la historieta, desde ejemplos diversos en cuanto a estéticas y latitudes.

De este modo, la nómina de obras y autores argentinos en los que se indaga puede incluir tanto a los admirables Robin Wood y Quique Alcatena, como a los no menos notables Damián Connelly y Pablo Vigo; además de recorridos puntuales sobre publicaciones extraordinarias como Revista Humi o La Argentina en Pedazos, dos claros ejemplos de la valía de Ediciones de la Urraca; en el primer caso, tal vez la mejor revista dedicada al público infantil; en el segundo, una antología única, capaz de reunir ensayos de Ricardo Piglia en torno a Echeverría, Discépolo, Viñas, Cortázar y Quiroga, junto a los dibujos de Enrique Breccia, Carlos Roume, Alberto Breccia, Carlos Nine. Qué libro. Justamente, acerca de (el insustituible) Nine, Mir desglosa un preciso recorrido sobre la tarea imposible –por eso mismo inevitable– de hacerse con toda su obra.

Un mismo sesgo sucede con lo relativo a historieta internacional, entre cuyos textos sobresalen aproximaciones tangenciales a ilustres como Alan Moore y Grant Morrison. Por ejemplo, de Watchmen se habla pero a través de los personajes de la fenecida editorial Charlton, sostén verdadero de la obra maestra de Moore, así como desde Peter Cannon: Thunderbolt, de Kieron Gillen (uno de los mejores artículos del libro). En cuanto a Morrison, hay una atención distintiva en el costado adolescente (y esto en el mejor de los sentidos) que impregna a su obra. Hay un elogioso texto dedicado a Moomin, de Tove Jansson; así como a Locas, de Jaime Hernández; y un fundamental y cuidadoso repaso sobre vida y obra malditas del personaje más rebautizado de los comics: Marvelman. En cuanto al manga, Mir y Ruiz están atentos a autores puntuales y explican por qué, tal es el caso de maestros como Inio Asano, Yoshihiro Tatsumi y Tatsuki Fujimoto.

En síntesis, un recorrido que es una fiesta, porque abre caminos de lectura y sabe discutir lo leído, desde una mirada generacional más actual, cercana, que hace convivir historietas de años atrás con otras del presente (así como no hay “música vieja”, tampoco hay “historieta vieja”; y esto es algo que Mir y Ruiz, consciente o intuitivamente, saben). Al hacerlo, se incentiva a la historieta misma, se potencia la mirada desde el diálogo, algo que la crítica (de historieta, cine o lo que sea) debiera tener más en cuenta. Además, y éste es otro punto a favor, hay desprejuicio y se lee de manera abierta, sin disimular la sorpresa de leer ciertas historietas “clásicas” o “consagradas” por primera vez.