Un amor incombustible
Ávido coleccionista de fotografías del siglo XIX y principios del XX, el estadounidense Anthony Cavo lleva más de medio siglo en esta faena, una afición que lo acompaña desde que tenía 7 añitos, y su hermana le preguntaba: “¿Por qué estás juntando imágenes de gente muerte en vez de comprar figuritas de baseball como un chico normal?”. Recorría mercadillos, edificios abandonados o áticos de Nueva York tirando de su carretilla roja, surtiéndola de tesoros, encantado de la vida. Hijo de una enfermera devenida comerciante de antigüedades, su aprecio por objetos de antaño no ha decaído un ápice, siendo él mismo un anticuario comprometido. Y autor, todo sea dicho, con flamante título bajo el brazo: Cavo acaba de publicar en su país Love Immortal con una cuidada selección de 200 fotografías encantadoras que –según estima– fueron tomadas entre 1840 y 1930. La cita que abre el volumen da pistas sobre el tema que abordan las piezas curadas por este coleccionista: “Hasta que uno no ha amado a un animal, una parte de su alma permanece dormida”, del escritor francés Anatole France, premio Nobel de Literatura. Porque las fotos que recopila el libro muestran a ¡cantidad! de perros, solitos o acompañados por sus dueños, en una variedad extraordinaria que incluye poses de estudio y otras menos formales, de épocas pasadas, combinando estilos y formatos, pero siempre con adorables, entrañables canes. Por cierto, además de detenerse en ciertos detalles técnicos de las propias imágenes –muchas de ellas, daguerrotipos, ferrotipos, ambrotipos y cartes de visite–, el autor ofrece misceláneas sobre la diva del volumen, o sea los perros, haciendo sucinto repaso de la longeva amistad entre canes y humanos, también de la historia detrás de las diferentes razas, reuniendo consejos de cuidado a lo largo de los siglos, compartiendo anécdotas, citas célebres, etcétera. En el tomo, cuenta Cavo –entre muchas otras cosas– que los dálmatas nacen sin sus manchas, y las huellas de la nariz de un perro son tan únicas como las huellas dactilares de un ser humano.
La jefa, el algoritmo
Hace unas cuantas semanas, el Foro Económico Mundial daba un inquietante estimativo: al ritmo actual, la paridad entre varones y mujeres se alcanzará recién en 132 años. Frente a tamaño panorama, que sufrió un duro retroceso a causa de la pandemia, hubiese sido motivo de albricias enterarse que una importante empresa china, NetDragon, dedicada al desarrollo de videogames y aplicaciones para móviles, nombró a una tal “señora Tang Yu” como nueva CEO de una de sus firmas subsidiarias más importantes, Fujian NetDragon Websoft. Pero hete aquí el curioso giro: la señora Tang Yu es... un robot. En honor a la precisión, la flamante directora ejecutiva es una inteligencia artificial que trabajará, según ha precisado la mentada compañía, “con datos en tiempo real y herramientas analíticas para la toma de decisiones”. Desde las filas de Net Dragon se jactan sobre una decisión que algunos tildan como distópica, y otros, aunque asombrados, celebran: “Este nombramiento es un paso para ser pioneros en el uso de inteligencia artificial en pos de transformar la gestión corporativa y llevar la eficiencia operativa a un nuevo nivel”. Así las cosas, cómo será el desempeño de la todoterreno Tang Yu –que evidentemente no necesita de salario, vacaciones, o ausentarse por revisiones médicas– todavía es un misterio. Aún más lo que promete la empresa: que ella logrará que el lugar de trabajo sea, sic, justo y eficiente para todos los empleados. “De cara al futuro, seguiremos ampliando nuestros algoritmos detrás de Tang Yu para crear un modelo de gestión abierto, interactivo y altamente transparente a medida que nos transformamos gradualmente en una comunidad de trabajo basada en el metaverso, lo que nos permitirá atraer una base de talentos mucho más amplia”, declaró Dejian Liu, presidente (humano) de la firma, contentísimo del fichaje futurista que se ha marcado su empresa. De ciencia ficción.
Egoísmo por cansancio
Que la falta de descanso tiene consecuencias peliagudas, asociada a enfermedades crónicas y mentales, es harto sabido, no así que podría ser podría incidir en la falta de generosidad de la gente. Ajá: si es usted un codito de oro, quizá sea porque está durmiendo poco o mal. La privación del sueño podría hacer que las personas sean más egoístas, según una investigación liderada por Eti Ben Simon, neurocientífica de la Universidad de California, Berkeley. A esta conclusión llegó el team de especialistas tras una serie de estudios que constó de distintos experimentos, en pos de evaluar cuál era la probabilidad de que los participantes estuvieran dispuestos a ayudar a familiares, colegas, desconocidos en distintos escenarios. Los resultados fueron consistentes: cuanto peor dormían, menos interesados estaban en asistir a los demás. Asimismo se realizaron escáneres cerebrales, encontrando los estudiosos que la región asociada con el comportamiento social reduce su actividad tras una noche de insomnio. Además, se analizaron más de tres millones de donaciones a entidades caritativas llevadas a cabo entre 2001 y 2016, descubriendo cierta curiosidad: en las épocas en las que se adelantan los relojes, horario de verano, la gente colaboraba un diez por ciento menos que en el resto del año. “Incluso una hora de pérdida de sueño fue más que suficiente para influir en la decisión de ayudar a otro”, señala Ben Simon en charla con CNN. Si bien el asunto tiene implicancias para la sociedad en general, Russell Foster –director del Instituto de Neurociencia Circadiana y del Sueño de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, que no contribuyó al trabajo– opinó que obliga a repensar el descanso del “personal de primera línea del turno de noche: médicos, enfermeras y policías que a menudo tienen un cansancio crónico, cuya capacidad para ayudar en circunstancias difíciles y exigentes puede verse comprometida”.
Jugar para trabajar mejor
Jugar con bloquecitos de construcción –siendo Lego la marca más popular de este ecosistema– es altamente recomendado en niños y niñas, reiteradamente comprobado su impacto positivo en el desarrollo cognitivo de pequeñajos. Se dice que, montando las piezas, estimulan el pensamiento matemático, comprendiendo el espacio, las dimensiones, las proporciones, la simetría. También ayuda a la motricidad fina; a que aprendan de paciencia y perseverancia; a que sociabilicen y sepan comunicarse cuando el momento lúdico es entre varios. En fin, toda una batería de beneficios para la primera edad que aparentemente aplica (en cierta medida) a los adultos, a juzgar por cierta tendencia en alza: más y más empresas están poniendo coloridos ladrillitos Lego en sus oficinas. Así lo reporta el Wall Street Journal en un reciente artículo, donde se señala que el uso de estos chiches en el lugar de trabajo ha sido objeto de múltiples investigaciones, que concluyen que los laburantes desarrollan habilidades para resolver problemas, mejoran su comunicación, son más creativos, además de bajar los niveles de estrés y ansiedad, que no es poca cosa para los demandantes tiempos que corren. Según el mentado rotativo, el gran impulsor de esta moda tiene ya unos cuantos años y se llama Lego Serious Play: se trata de un programa desarrollado por la marca para mejorar el desempeño en los negocios, que invita a que empleados aborden sus aspiraciones o inquietudes jugando con ladrillitos, describiendo luego qué hicieron y con qué motivo. Pero hete aquí el asunto: si bien la propuesta, como se ha dicho, tiene ya un tiempo y ha sido implementada con éxito por la Marina de los Estados Unidos, la Escuela de Negocios de Harvard, firmas como Google, Microsoft, Visa y Lexus, etcétera, parece que ahora atraviesa su mejor momento. Acorde al WSJ, había unos 2500 facilitadores certificados del programa en el mundo, ¿y ahora? Más de 13 mil, ojo al asunto organizativo, que arenga a armar casitas o personajes para presunto práctico fin: laburar mejor.