Desde Río de Janeir
El domingo que viene, dos de octubre, 156 millones de electores brasileños tendrán la opción de elegir presidente. Acorde a la legislación total, el candidato que alcance la mitad más uno de los votos válidos (exceptuados los nulos, blancos y abstenciones) saldrá vencedor.
Si ningún candidato alcanza esa marca, habrá una segunda vuelta el domingo 30.
Desde la redemocratización en 1985, luego de 21 largos años de dictadura militar, se trata de la más importante elección. Y eso porque se oponen las fuerzas democráticas alineadas con el expresidente de izquierdas Lula da Silva (foto) contra el ultraderechista y actual mandatario, el desequilibrado Jair Bolsonaro, y un grupo que oscila entre el oportunismo sin límites, la derecha más radical y las sectas evangélicas.
La más lucrativa de las empresas brasileñas en todo el mundo, la Iglesia Universal del Reino de Dios, sigue, impávida, con el ultraderechista.
Los partidos llamados de “centro”, que suelen ser acusados de vendidos, padecen una injusticia.
Es que no se venden, se alquilan. Desde la redemocratización, estuvieron al lado de todos los gobiernos. Jamás ganaron tanto como con Bolsonaro, pero seguramente estarán con Lula en el próximo gobierno.
Tensión y violencia
Otra característica inédita es el grado de tensión y violencia registrado, gracias a la incitación de Bolsonaro a sus seguidores más radicales.
Ya se registraron dos asesinatos de seguidores de Lula cometidos por bolsonaristas, un sinfín de agresiones a opositores, periodistas y a funcionarios de empresas de encuestas que indican a Lula como favorito.
Todo eso explica el temor a más violencia en esta última semana, y también a lo que ocurrirá tanto si Lula gana en la primera vuelta o en la segunda. Bolsonaro sigue insistiendo en afirmar que solo por fraude perderá.
Lo que poco se menciona es otro punto.
Perdiendo en primera o segunda vuelta, Bolsonaro tendrá tres o dos meses en la presidencia.
Y la gran pregunta es: ¿qué hará de aquí al primer día de 2023, cuando perderá el derecho de depositar el trasero en el sillón presidencial?