En este ultimo año, como resultado del conflicto en Ucrania, pero también de la política exterior de Joe Biden y de los cambios de gobierno ocurridos en varios países de la región, (principalmente, en Colombia) se está verificando una renovada cartografía en materia de alineamientos y disensos frente a poderes externos y a potencias hegemónicas.
En este contexto, cobran fuerza y visibilidad gobiernos como el de Guatemala, que aprovechan las actuales circunstancias de la geopolítica global, para forjar una alianza con Ucrania en la búsqueda de preeminencia regional y de un acercamiento a los Estados Unidos.
Por parte de Ucrania, la vinculación que mantiene hoy con el gobierno guatemalteco se presenta como una oportunidad vital para hacer pie en una región que, más allá de las diferencias entre sus mandatarios, se caracteriza por la distancia frente a sus exigentes demandas de apoyos concretos. Por las razones que explicaremos a continuación, sólo un gobierno como el de Guatemala podía llevar a cabo una asociación de esta naturaleza.
Este país centroamericano se encuentra hoy gobernado por Alejandro Giammattei (foto), símbolo de la derecha conservadora que se enorgullece del supuesto “milagro económico” que atraviesa su país desde el inicio de su mandato, en enero de 2020, pero que llevó a la precariedad y la pobreza a niveles alarmantes.
Desnutrición crónica
Según datos del Banco Mundial, “Guatemala tiene la cuarta tasa más alta de desnutrición crónica en el mundo y la más alta en América Latina”. En tanto que, según un informe de la Cepal, Guatemala culminará 2022 con un 50,5 por ciento en su nivel de pobreza, con lo que se consolidará como el segundo país de Centroamérica con más alto número de pobres.
Convertido en una suerte de “sheriff centroamericano”, Giammattei promueve una política represiva contra la inseguridad a partir de su controversial experiencia como director del Sistema Penitenciario. De igual modo, interviene en la prensa y en los medios de comunicación, persigue y encarcela a opositores políticos y sostiene una agenda contraria a los derechos de género y al aborto.
Sin embargo, Washington ya no oculta su agotamiento frente al régimen de Giammattei, al que acusa de favorecer la inseguridad en medio de una corrupción irrefrenable, y sin plantear ninguna solución frente a los problemas que realmente le interesan al Norte: el narcotráfico y la inmigración ilegal.
Así, en su informe de 2021, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos mencionó a Guatemala como uno de los países de la región en los que de manera continua se violan los derechos humanos. Y hace pocos meses, fue incluida en la última “Lista de Actores Corruptos y Anti Democráticos” (más conocido como “Lista Engel”), por la que el gobierno de Biden castiga a quienes afectarían a la institucionalidad democrática de Nicaragua y de los países del “Triángulo Norte”, entre los que se encuentra Guatemala. De este modo, resultaron sancionados un conjunto de empresarios, jueces, magistrados de la Corte Suprema y, especialmente, altos funcionarios públicos.
Complacencia y perdón
Con todos estos antecedentes, no resulta extraño el interés de Giammattei por lograr la complacencia y el perdón del gobierno de Biden a través de su alineamiento directo con Ucrania. A favor del decadente régimen guatemalteco juega, pese a todo, su vocación por alinearse a las directivas de Washington, a diferencia de sus vecinos Nicaragua, Honduras y El Salvador. Asimismo, debe tenerse en cuenta la pérdida de Colombia como “país satélite” y el afán de Guatemala por ocupar un lugar semejante.
En este sentido, el apoyo de Giammattei al régimen de Volodomir Zelenski fue evidente desde el inicio del conflicto con Rusia, pero tendió a profundizarse con el correr de los meses. Así, y pese a que ninguno de los dos países posee una representación diplomática en el otro, hubo contacto entre ambas cancillerías desde inicios de febrero, pocas semanas antes del estallido del conflicto.
En consecuencia, la nación centroamericana condenó las acciones de Rusia en las Naciones Unidas, y luego asumió un rol protagónico cuando motorizó el voto de condena en la OEA y cuando impulsó, junto Antigua y Barbuda, un miembro del Commonwealth, su suspensión como país observador en la misma entidad.
El diálogo entre los dos gobiernos se fortalecería sobre todo a partir del 13 de junio cuando ambos presidentes mantuvieron una conversación telefónica al cabo de la cual el mandatario centroamericano se comprometió a apoyar la reconstrucción de Ucrania por medio del envío de mano de obra guatemalteca…
Pero el diálogo finalmente se transformaría en una firme alianza política a partir del viaje a Ucrania que realizó Giammattei junto con su canciller y su ministro de defensa a fines del mes de julio. Aunque fue mayormente ignorado por la prensa regional, se trató de la primera visita de un mandatario latinoamericano a ese país en los últimos doce años.
Además de firmar una serie de convenios de intercambio con su homólogo, Giammattei cumplió con lo esperado al condenar la “guerra de agresión ilegal, injustificada y no provocada de Rusia contra Ucrania”. Pero el guatemalteco fue más allá: apoyó las sanciones contra Rusia y además ofreció su país como un “centro de productos agrícolas ucranianos” para su posterior distribución a los países de América Latina.
Felicitaciones de la embajada
Por todas sus acciones recibió las felicitaciones de la embajada estadounidense, pero también las críticas de la representación de Rusia, país con el que, más allá de conflictos e interrupciones, Guatemala mantenía relaciones políticas y comerciales desde 1945.
En las últimas semanas, la relación estratégica entre ambos gobiernos se afianzó todavía más. En la búsqueda de apoyos internacionales, Zelenski puso en marcha en 2021 la Plataforma Internacional de Crimea, con el objetivo de reconquistar el territorio cuyos habitantes decidieron anexar a Rusia por medio de un referéndum realizado en 2014.
El 23 de agosto la Plataforma celebró de manera virtual su segunda cumbre internacional, esta vez, con representación latinoamericana: participó Guatemala, así como también Belice, perteneciente al Commonwealth británico, y Surinam, ex colonia neerlandesa. De igual modo, de la cumbre tomó parte la Secretaría de la OEA.
El apoyo declarado de Guatemala a Ucrania y, por ende, su evidente oposición a Rusia y el respaldo a las sanciones promovidas desde Washington y la Unión Europea podría presentar, en el corto plazo, un conflicto en el seno de la región que, aun con diferencias entre sus gobiernos, ha optado por preservarse frente a dicho escenario bélico.
A nivel de la Celac, sin duda, la actitud del gobierno de Guatemala, seguido por Antigua y Barbuda, Belice y Surinam, contradice la resolución adoptada en 2014, en su segunda cumbre, que establece que América Latina y el Caribe deberá constituirse como una “zona de paz”.
Por lo tanto, no debería haber lugar para definiciones de esta naturaleza, que insertan a la región en conflictos externos, por medio del establecimiento de llamativas alianzas estratégicas cuyo propósito principal sería el de recomponer maltrechas relaciones con los Estados Unidos y, por derivación, también con la OTAN. Con estos antecedentes, no sería extraño que próximamente, y en diversos foros americanos, comience a plantearse una política clara de alineamientos en base a presiones de todo tipo.
En este sentido, la postura que los países de la región y de la Celac deberían asumir frente a este grave conflicto internacional sólo podría sostenerse a través de la convocatoria al diálogo y, siempre, para promover la paz entre las naciones.