Saltaron a la fama cuando arrojaron antorchas encendidas contra la Casa Rosada o cuando acosaban a funcionarios y funcionarias por la calle con gritos, insultos o amenazas. Suelen llevar a sus manifestaciones horcas como mensaje al sistema político y reclamar “bala para el kirchnerismo”. Con pocos meses de vida, la agrupación Revolución Federal está en la mira de quienes ven con preocupación el crecimiento de grupos de ultraderecha que, según todo aparenta, son parte del caldo de cultivo que derivó el 1 de septiembre pasado en el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner. La posible vinculación del grupo con el atentado a la vicepresidenta fue puesta bajo la lupa a partir de una denuncia de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). En los últimos días, la Unidad de Información Financiera (UIF) llevó a los tribunales de Comodoro Py un informe confidencial que pone el foco en el financiamiento de esta organización: advierte que el fundador de Revolución Federal, Jonathan Morel, --como reveló la semana pasada Página/12-- recibió una transferencia por casi 2 millones de pesos de un fideicomiso que estaría vinculado a la familia Caputo.
Revolución Federal tiene menos de cinco meses de existencia y ya hizo méritos suficientes para ser investigada por la justicia federal. Esta semana se definirá si la continúa investigando Marcelo Martínez de Giorgi como un grupo que difunde mensajes contra la democracia o si María Eugenia Capuchetti debe hacerse cargo de esa pesquisa por su posible relación con el intento de homicidio de CFK. La discusión la terminará zanjando el presidente de la Cámara Federal porteña, Mariano Llorens, y, en Comodoro Py, esperan que sea entre lunes o martes.
Más allá del tramiterío judicial, Revolución Federal genera intrigas entre los investigadores. En la semana, Capuchetti recibió un informe confidencial de la UIF en el que se le informa que Morel extendió dos facturas y que cobró cerca de 1.760.000 pesos antes del atentado. Hubo un reporte de operaciones sospechosas (ROS), lo que permitiría inferir que hubo un salto pronunciado en la facturación que puso en alerta a las autoridades. La información también está en poder de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac).
El fundador de Revolución Federal le había confirmado esta información a Página/12. Según Morel, se debió a que hizo trabajos de carpintería en un hotel en Neuquén. Él le facturó a un fideicomiso pero supuestamente mientras estaba con las tareas se enteró de que el emprendimiento correspondía a la familia Caputo. En diálogo con este diario, Morel también dijo haber intercambiado correos con Caputo Hemanos –una razón social que pertenece a los hermanos del exministro de Finanzas Luis “Toto” Caputo–.
Si ese pago es parte del financiamiento de Revolución Federal es algo que debe determinarse. Dudas hay muchas: Morel cuenta que armó una carpintería en Boulougne y que aprendió el oficio por YouTube. La pregunta es si Caputo Hermanos –que se dedica a grandes proyectos inmobiliarios– contrató a una carpintería que a priori no tiene gran experiencia en el rubro y pagó el traslado hasta otra provincia.
Martínez de Giorgi le pidió a la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) que llevara adelante medidas de investigación sobre Revolución Federal. Otras tareas también le encomendó a la Policía Federal Argentina (PFA). Los investigadores advirtieron que el grupo bajó contenido de sus redes sociales. Por ejemplo, ya no figura la cuenta de Sosa que se ofrecía para recibir donaciones. La información es recuperable porque, en general, los investigadores que se dedican a ciberdelitos siempre piden que se preserve la información de una cuenta tal como estaba en determinado momento.
Génesis de una violencia
Revolución Federal no se llamaba así cuando nació –hace menos de cinco meses–. Era Rebelión Federal. Por algún motivo cambió su nombre. Entre las primeras actividades que registran sus redes sociales estuvo una protesta afuera de la Quinta de Olivos. La organizaron con Equipo Republicano –que es el grupo que nuclea a algunas de las visitantes de Ximena de Tezanos Pinto, la vecina de CFK–. Ese buen vínculo puede explicar también que dos integrantes de Revolución Federal hayan estado en el piso superior del departamento de la vicepresidenta: Sosa y Gastón Guerra se fotografiaron desde el balcón de Tezanos Pinto. Los motivos que explican su presencia son diversos, pero la abogada Gladys Egui –que le alquila supuestamente una habitación a Tezanos Pinto– explicó que fueron a llevarle papeles que ella necesitaba para defenderlos en distintas causas que los hombres tienen en los tribunales.
El 10 de junio, los integrantes de Revolución Federal estuvieron en Gerli en el acto de Javier Milei. Fueron con una bandera que decía: “Si Dios lo demanda, la patria lo hará”. El 4 de julio se apersonaron en la asunción de Silvina Batakis. Ese día, atacaron a las legisladoras porteñas Claudia Neira y Maia Daer. El 9 de julio, fueron con horcas y guillotinas –que se producen en la carpintería de Morel– al Obelisco y a la Plaza de Mayo. A partir del 19 de julio empezaron a anunciar una movilización importante. Inicialmente iba a ser el 15 de agosto, pero pasó para el 18 de ese mes. Fue la marcha de las antorchas contra la Casa Rosada. Ese mismo día, el diputado Gerardo Milman –hombre de confianza de Patricia Bullrich– presentó el proyecto que decía: “No vaya a ser que algún vanguardista iluminado pretenda favorecer el clima de violencia que se está armando con un falso ataque a la figura de Cristina”.
El 21 de julio, Revolución Federal posteó videos del escrache en el Instituto Patria. “El pueblo se va a rebelar contra los kirchneristas y montoneros que están atornillados al poder”, escribieron. El grupo también compartió en sus redes la proclama golpista del excarapintada Aldo Rico, que terminaron denunciando el procurador fiscal Víctor Abramovich y la Secretaría de Derechos Humanos como parte de delitos contra el orden constitucional.
Si hay algo que no quieren en Revolución Federal es hacer militancia en redes sociales, quieren salir a la calle e interpelar al poder público desde los lugares más icónicos: la Casa Rosada, la Plaza de Mayo, el Obelisco o la Quinta de Olivos. Entre los blancos de Revolución Federal no solo están Alberto Fernández y CFK –cuyos rostros suelen ir acompañados, en sus carteles, con la frase Nunca Más–, sino también otros referentes del Frente de Todos como los ministros Sergio Massa o Jorge Ferraresi, la titular del Inadi Victoria Donda, la legisladora Ofelia Fernández o de otros espacios como el diputado radical Rodrigo de Loredo.
En sus primeras actividades no eran más que dos docenas de personas –si se contaba a las mujeres que suelen acompañarlos y que Morel llama “las Mabeles”--. En general, están interesados en aparecer en medios de comunicación y capitalizan seguidores en redes sociales. Desde el atentado a CFK – al que denominaron como “circo total para la victimización”-- ocuparon más tiempo en canales de televisión que en las calles. Morel empezó a mostrarse acompañado por un abogado Nilo Medina, que se presenta como defensor de la libertad y la vida. Durante la cuarentena, el letrado participó en marchas contra las medidas de cuidado dispuestas por las autoridades y, según publicaron medios de Lobos, protagonizó un episodio peligroso al ingresar a la Sala Covid de un hospital local gritando que la pandemia era una mentira.
Los vínculos
Seis horas antes de que Fernando Sabag Montiel gatillara, una foto con carteles con las caras de CFK y AF apareció con la leyenda “lo que se viene” y un emoji de fuego. “Van a correr todos”, advertían. ¿La publicación puede ser admonitoria de lo que pasaría en la esquina de Juncal y Uruguay? Por el momento, es otra de las tantas preguntas que rondan en las cabezas de los investigadores.
Una persona que sigue la causa enumera cuáles son los vínculos que existen entre Revolución Federal y la banda de los "copitos": Brenda Uliarte estuvo en la marcha de las antorchas e incluso semanas antes le dijo a su amiga Agustina Díaz que estaba organizando para armar “bardo” en la Rosada y mencionó las antorchas. Sabag, Uliarte y los “copitos” compartían, además, grupos de Telegram con la gente de Revolución Federal. Los chats de Telegram se pusieron de “moda” en el último año y medio –período que coincidió con la pandemia, época en que muchos de estos grupos empezaron a conformarse–. Un investigador dice que tanto los copitos como Revolución Federal eran parte del “clima de discusión”.
El interventor de la AFI, Agustín Rossi, denunció que en un vivo de Twitter Morel anticipó la mecánica que finalmente terminó usando Sabag en el ataque a CFK. En esa conversación, los integrantes de Revolución Federal dijeron que tenían diálogo con la policía y, entre sus participantes, había un soldado voluntario a quien le dieron rápidamente la baja desde el Ministerio de Defensa. “Hay que estar atentos a este grupo”, dice un funcionario del gobierno nacional.