Preocupan ciertas causalidades históricas fundadas en la palabra. Somos los que nuestro lenguaje (escrito, oral, gestual) nos conforma y en ese sentido recuerdo una saga construida alrededor de una frase que va mutando en su sentido, reduce términos y al ir quitando palabras se torna cada vez más dramática, más violenta hasta concluir en una definición criminal, que cimenta contextos de intolerancia absoluta y muestra, certera y con “hechos sagrados” no con opiniones, como lo que empieza en una convicción ideológica, religiosa, política y social de discriminación y animadversión, y desde las palabras, culmina con millones de muertos al deshumanizar a una porción de cada sociedad,
Y me refiero a una parte de la historia del pueblo judío (como bien dijo el Papa Juan Pablo II “nuestros hermanos mayores en la fe”). La primera frase fue en la Europa de los siglos 14 y 15 “Los judíos no pueden vivir como judíos, deben convertirse” y allí se dio en España, Turquía, Italia, Portugal un masivo proceso de conversión judaica al cristianismo y en menor medida al islamismo. Para sobrevivir, “París bien vale una misa”.
Avanzado el tiempo la frase viró a “Los judíos no pueden vivir entre nosotros”, y allí surgen los guetos y allí va de nuevo la sufrida población judía de esos mismos países, convertidos o no, a vivir separadamente, a vivir mal, a vivir sufriendo el aislamiento social y cultural y las limitaciones y prohibiciones políticas y económicas. Luego, entrado el siglo 20 la frase se empequeñece en palabras, pero aumenta su brutalidad simbólica y en solo cinco palabras preanuncia el Holocausto: “Los judíos no pueden vivir”.
Comenzó con las palabras, finalizó en el averno de la historia.
Aclaro que es incomparable este ejemplo histórico con lo que hoy ocurre en nuestro pais. No hay equiparación alguna ni mido similitudes. Y, es más, se precisaron seiscientos años entre frase y frase. Solo es un modelo fáctico, que ocurrió. Y en ese sentido le hallo alguna pertinencia en traerlo a colación.
No importa si hoy el tránsito histórico requiere seiscientos años hasta convertir nuestras palabras en hechos delictivos. O si precisa cien o veinte. La experiencia histórica demuestra que esa causalidad existe.
Entonces, propongamos modelos de convivencia que eviten consolidar tejidos sociales y políticos de feroces enfrentamientos.
Lo que hoy comienza con monsergas reiteradas en voces mediáticas y políticas que escalan en descalificaciones y agravios y van deshumanizado a las y los sujetos receptores de esas invectivas, es el primer paso para “auto otorgarse derechos en la punición por mano propia”.
Así pasó en el atentado contra Cristina F. de Kirchner. Años y años de diatribas y asignaciones de culpas y males generan ese contexto destructivo que lleva a que aparezcan vindicadores desconocidos que sienten, en virtud de esa construcción de sentido, “permiso histórico” para actuar.
La frase más recurrente en las declaraciones de los detenidos por el intento de magnicidio es “hacemos historia” y lo repitieron varios de los implicados.
Y aclaro, en este caso se dio contra la principal líder del peronismo, pero el forjar contenidos dañosos no es patrimonio exclusivo de algún pensamiento. Hoy fue así y en otro momento o mañana puede darse en figuras a las cuales voces políticas, redes y periodísticas le asignan calamidades y en espejo algún nuevo desconocido vengador quiera “hacer historia” sobre alguien a quien le asignan ser “la dictadura” (¿si es la dictadura porque no castigarlo?) o sobre alguien a quien por su posición empresarial de medios se le imputan todos los peores infortunios del pais.
Entonces, todos tenemos una tarea y es colaborar en alivianar el clima agrietado de la sociedad.
¿Es regulable desde las normativas ad hoc esta cuestión? En verdad sí. ¿Es conveniente hoy? En verdad no.
Y de precisar puniciones, existen en nuestra constitución y en los códigos penales y civiles, pautas jurídicas para hacerlo.
Lo que se hace necesario son dos cuestiones. Una es, que con o sin marcos de judicialidad, la dirigencia política, la militancia en las redes y los medios de comunicación asuman responsabilidades, su propia responsabilidad para que esto no ocurra. Y eso se logra mediante un conspicuo uso de algunos términos y su reemplazo por otros. Con menor carga de calamidades, con menor propensión al desarrollo de contextos que puedan generar violencias.
Y esa responsabilidad debe asumirse sin cortapisas. En ambos lados políticos y mediáticos de la grieta y en la voz virtual de miles de usuarios de redes que hacen verdaderos festivales del odio.
Y la otra, ya corresponde a áreas totalmente vinculadas a la política y a lo gubernamental y es el logro de una mayor institucionalidad en las relaciones políticas y en cada gestión estatal.
Como se da en la mayoría de los países del mundo. Como debe darse en una Nación que está llegando a sus 40 años de vida democrática continuada, y pretende sea para siempre.
Cada palabra dicha por dirigentes importantes tiene sustantivo peso en la consideración pública. Lo que exponen funcionarios oficiales (ayer, hoy y mañana) pesa un poco más.
Todos contra la grieta, no puede ser solo una consigna, debe ser una acción. Son ideas, son aportes.
* Osvaldo Mario Nemirovsci (Diputado Nacional mc – Río Negro)