Mirar los 1000 números de Las12 desde la actualidad de esta cuarta ola del feminismo, popular e interseccional, que se va tramando en las calles, habilita a hablar de la experiencia, de esa emoción que sube desde las tripas cuando no alcanzan los ojos para ver el final de la marcha. Del orgullo de saberse parte de una comunidad que tiene en este suplemento una expresión privilegiada. Claro que también surgen las preguntas. ¿Cuánto contribuyó Las12 a forjar esas luchas que hoy se despliegan en fábricas, sindicatos, en veredas y en esquinas, en oficinas y salones? La respuesta la tendrá cada lectora, por supuesto, pero puede trazarse una huella reconocible, desde finales de los 90, cuando el 5 de marzo de 1999 proponía una pregunta en su tapa ¿Para qué sirve el Día de la Mujer? En aquella producción, Dora Coledesky volvía a mostrar su potencia iluminadora. “La mujer no es un suplemento ni un tema, necesitamos separarnos todavía para crear conciencia pero también hay que tener la vocación de ocupar el centro para que un día la violencia sexista contra la mujer reciba la misma repulsión que la tortura”, decía en aquella tapa la integrante de la Comisión por el Derecho al Aborto. Y hoy, cuando se pueden leer tapas como la del último 10 de marzo, que cuentan “La Revolución Permanente”, no queda sino pensar cuántos ecos recogemos de aquellas feministas obstinadas, que insistían con temas “menores”, solapados, satirizados. Y sentirse parte de un movimiento que también vive en estas páginas.
Claro que los procesos son largos y para nada lineales. Como decía el título de la nota de tapa posterior al Paro Internacional de Mujeres, también son irreversibles. “Se escuchó decir a una señora muy mayor que con su hija y su nieta esperaban en la valla a que empiece el acto mientras miraban el video de una referente kurda que celebraba la unión latinoamericana en pantalla gigante. ‘Quien hubiera dicho’ dijo con esa mezcla de asombro y emoción, en la intimidad de un diálogo familiar que se amplifica en el paisaje de una multitud a esta altura incalculable, que éramos tantas, tan hermanadas, empujadas por una marea de cuerpos intervenidos, llenos de consignas que compartimos por cuarta vez en una reunión inmensa, transversal y sumamente diversa, porque cada una con su consigna. ‘Se va a acabar esa costumbre de matar’, se cantó a los saltos mientras se podía leer, como si fuera la primera vez: ‘Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar’, o ‘Están desaparecidas, no están perdidas’”, cuenta la crónica de esa marcha histórica.
Desde el 17 de abril de 1998, siempre Las12 puso el ojo en las luchas que protagonizaban las mujeres. Hubo tapas de piqueteras, tanto de La Matanza como en General Mosconi, hubo notas a las obreras de la textil Brukman, que mantenían la fábrica tomada. Hicimos tapa con el 13° Encuentro Nacional de Mujeres que se realizó en Resistencia, Chaco, en octubre de 1998. “10.000 mujeres” era el título, con una foto de la cabecera de la marcha en la ciudad que este año acogerá el encuentro número 32, y que el año pasado, en Rosario, decuplicó su asistencia respecto de aquél: éramos 100 mil en las calles. En 1998, no era un tema para los medios masivos, era invisible. Nosotras estuvimos ahí, desde el nacimiento mismo de Las12, poniéndolo en nuestra agenda.
Claro que entonces no hablábamos de intersección, y sin embargo, la mirada de las cronistas estaba presente para desbrozar cuánto había de desafío al patriarcado en cada lucha, en cada protesta que las mujeres levantaban cuando el siglo que vamos transitando recién llegaba. “Nati lleva a su sexto hijo en brazos, es la hora de darle la teta y le pide a su compañera que escuche para después pasarle el informe. Antes de irse contesta con mirada fiera una pregunta que le parece tonta ‘¿A vos qué te parece, por qué vamos a ser mayoría nosotras? Cuesta convencer a un hombre que ha trabajado toda la vida que tiene que venir acá, para ellos es humillante, esta política los ha humillado como hombres. A nosotras no, no nos cuesta nada pelear por nuestros hijos. Fijate en las mesas, las dirigentas somos mujeres’. ¿Ellos lo aceptan? ‘Les cuesta un poco porque son machistas, les cuesta darse cuenta que dirigimos la batuta, los hombres se sienten celosos, pero ya van a entender. Encima de todo hay que aguantar los problemas de la casa, para la gente esto no es fácil’. Se da vuelta y se va, para ella también es difícil”, escribía entonces -otra vez- Dillon en la nota de tapa titulada Piqueteras.
Algo de la intersección se gestó allá en 2003, cuando el Encuentro Nacional de Mujeres se llenó de organizaciones sociales, y los pañuelos verdes inundaron como una marea la marcha que ya convocaba a 15.000. Las luchas necesitaban confluir, aunque la calle fuera todavía un territorio más tomado por “piquetes y cacerolas, la lucha es una sola” que por la explosión feminista que llegó después, el 3 de junio de 2015, cuando el hartazgo por los femicidios se convirtió en un grito multiplicado en todo el país. Y varias de las que estaban allí por primera vez, habían encontrado respuestas a muchas de sus preguntas sobre el machismo, el patriarcado, el feminismo, en las páginas de este suplemento. Que fue también referencia para muchas periodistas feministas en distintos medios. No es una presunción, sino un reconocimiento varias veces expresado por lectorxs de muchos lugares y edades, en ese espacio público que el feminismo conquistó sin pedir permiso.
El 25 de noviembre de 2011, la tapa de este suplemento lanzaba una palabra como un dardo: “Femicidios”. Con datos del observatorio Marisel Zambrano, de la Casa del Encuentro, la nota de Flor Monfort planteaba el carácter estructural de la violencia machista. “Cuando la semana pasada se encontró el cuerpo de Tomás Dameno Santillán, el chico de 9 años que desapareció en el trayecto de la escuela a su casa en Lincoln y que fue encontrado muerto dos días después, empezó a circular en foros, listas de correo, blogs y de allí a los medios, el término ‘femicidio vinculado’. Allí donde se quiso dañar a una mujer y donde la amenaza apuntaba directamente a dar el tiro de gracia en una relación que ya estaba envuelta en la violencia, se utilizó al hijo como destinatario final de un castigo que no sólo se corporiza en él, sino que se perpetúa en el otro hijo que la ex pareja tiene en común, una beba de 6 meses. Y no son las únicas víctimas: en lo que va del año, 174 menores perdieron a su madre por la violencia machista, que según el Observatorio Adriana Marisel Zambrano de La Casa del Encuentro, mata a una mujer cada 28 horas y que en el primer semestre de 2011 se llevó a 151 mujeres y niñas, 26 mujeres más que en el mismo período del año anterior”, decía aquella producción. ¿Estaba allí también prefigurado el primer Ni Una Menos? Esa movilización masiva hoy es mirada con atención por las feministas de todo el mundo.
Hablar desde la experiencia es también decir que la salida a la calle en esta oleada feminista imparable sedimentó en marchas cuyas asistentes podían contarse en decenas. A lo largo de una cuadra –con suerte– ellas llevaban bien altas consignas como “Si te pega no te quiere”. De aquellas manifestaciones raquíticas hay algo en estas explosiones donde se congregan feministas jóvenes, nuevas colectivas, y otras con su historia, chicas que escapan a los estereotipos, trans, lesbianas, todo tipo de identidades disidentes que encuentran un cobijo –y también un espacio para disputar sentidos– en el feminismo.
Las12 es también una contraseña, un lugar para pensar(se) y para ir armando ese rompecabezas siempre cambiante que es la propia identidad, el lugar de encuentro con otrxs, la alegría de sentirse como en casa. Y donde además de poner nuestras propias palabras, podemos sentirnos reflejadas, contenidas, en las palabras de otras. Donde podemos discutir, expresar posiciones divergentes, alegrarnos y enojarnos.
“A las marchas y a los dos paros de mujeres que se hicieron en estos dos años siguieron llegando de a miles. Igual que a los Encuentros Nacionales de Mujeres que en 2015 y 2016 duplicaron la cantidad de asistentes llegando a marchar 100 mil en Rosario, al cierre del último ENM. Y es que no se consigue siquiera con represión frenar la marea que también modificó las costas de otros continentes. El 7 de noviembre de 2015, España tuvo su propio Ni Una Menos, el 24 de abril de 2016 las manifestaciones feministas tomaron las ciudades de México al grito de Vivas nos queremos, el 1 de Junio de 2016, Brasil, las mujeres salieron a protestar en contra de la cultura de la violación, el 3J de 2016 Argentina sumó a la consigna Ni Una Menos el Vivas Nos queremos mexicano, el 3 de octubre en Polonia las calles se llenaron de mujeres, el 19 de octubre de 2016 tomamos otra vez las calles de nuestro país y el Paro Nacional de Mujeres empezó a hacerse internacional. El 26 de noviembre de 2016 las italianas salieron a las calles a decir Non una di menno, el 21 de enero, en Estados Unidos y otras 600 ciudades del mundo se repudió la misoginia del presidente Donald Trump a un día de electo, el 8 de marzo fueron 50 países organizando un Paro Internacional. Y ahora, este 3 de junio, las acciones se suceden en la mayoría de los países de esta región del sur. Ninguna de estas movilizaciones puede leerse separada de las otras, estamos envueltas en la misma marea”, se leyó en este suplemento el 2 de junio.
Las12 es también un parámetro de lo hecho, una forma de medir fuerzas y pensar cómo seguimos. En épocas en que el periodismo militante está tan demonizado –y cristalizado– desde los medios masivos, ser militantes del movimiento social más revulsivo y fecundo de la época, ser periodistas militantes feministas es un orgullo, nos genera el deseo de construir más futuro en la huella de un linaje para honrar.