“Hola amorosísimes/os/es”. Así de inclusivos y vanguardistas eran sus saludos, sorprendiendo a todes con la terminación multigénero “es”, una década antes de que se pusiera de moda.
Lo que más me gustaba de Maru Bon Bon era esa actitud, tan elegante y descarnada, tan libre de prejuicios, tan directa, tan ella. Sus consejos tenían un objetivo muy claro: entregarse al placer sin límites, y los transmitía de un modo tan contundente, que leerla era una invitación a explorarlo todo.
Maru no andaba con vueltas, ella provocaba al lector/lectora/lectore a dejarse llevar por el deseo, sin ningún tipo de cuestionamientos. Incitaba a hacer poses sexuales enmarañadas, a explorar cuerpos ajenos con la lengua, o a disfrutar del autoerotismo con elementos hogareños. No había que pensar, no había que razonar: sólo había que entregarse al placer y nada más.
Dejo acá algunas frases inolvidables de la pluma caliente de Maru:
- Sobre la seducción: “Asegure el encanto antes que el encantamiento: Porque todos los hechizos, tarde o temprano se desvanecen”.
- Sobre el uso de objetos para fines de autocomplacencia: “¿Es la primera vez que mira con ganas el cabezal de su lecho? ¡Pues sí... las cosas son más de lo que parecen, todo depende del cristal con que se mire!”
- Sobre el arte de disimular algunas imperfecciones físicas: “¡Usando la pose del perrito se oculta el rollito!”
- Sobre el empoderamiento: “Si quiere que la vean bella, debe sentirse bella”.
Me gustaba tanto Maru Bon Bon. Me divertía leerla y me calentaba un poco también. La extraño. A veces me pregunto que habrá sido de ella, y si sabrá que supo ser un referente para las que, un tiempo más tarde, nos encausamos en el universo feminista.
Me encantaría conocerla y tomarme un whisky con ella. Le mando un salude, donde quiera que se encuentre.