“Es un regalo hermoso estar tocando en Buenos Aires, mi casa, y en este gran living hermoso que es el Gran Rex”, afirmó Kevin Johansen en la noche del sábado, antes de embarcarse en el bis. Más allá de que es conocido el don del cantante para la elocuencia, la oración no es menor porque sintetizó lo que fue la presentación de su más reciente álbum, Tú ve, al menos en lo que se refiere a la intimidad del show. Aunque tampoco hubo otro rasgo, señal ni expresión que hiciera tan obvio ese propósito. Ahí radica lo fabuloso de su arte: establecer la empatía a partir del oficio del músico, a manera de guía. Tan milenario como complejo, inclusive hoy. Mientras muchos artistas se empeñan en llevar al escenario el bidet y la cocina para que graficar cada clima de la propuesta de espectáculo, el artista que hizo de su biculturalidad su identikit lo puede lograr sobre la base de una sintonía muy aguda con el contexto.
Al igual que sucede en todos sus recitales, Kevin se apoyó en su gente querida para llevar adelante su misiva. Esta vez le acompañaron sus hijas, Wiranda y Kim, al igual que varios músicos amigos de ayer y hoy. Si bien no se percibió del todo, la rareza fue que subió a escena sin The Nada. Estuvieron los integrantes de la banda en varios pasajes de la performance, pero no en un formato de ensamble permanente. Y es que, fiel al concepto de la propuesta de Tú ve, el show giró en torno a él y a su principal recurso: su voz. Por eso, en esta ocasión se hizo acompañar por el tándem conformado por Francisco Leiva (guitarra y teclados) y el uruguayo Pablo Bonilla (secuencias y percusiones), quienes se encargaron de conseguir el objetivo con la menor cantidad de recursos posibles. Sobre todo en el primer tramo del repertorio, que se apoyó en las canciones del flamante álbum.
Será por esa novedad de la puesta y también de la propuesta (a propósito de los juegos de palabras, neologismos y homofonías a los que recurre en todo momento) que al cantautor se lo pudo ver nervioso. Incluso él mismo lo reconoció en algún pasaje del show. De hecho, en medio de una de sus canciones, advirtió que se le había olvidado una parte. Y como si se tratara de ensayo abierto, pensó en la omisión en voz alta, mirando hacia el infinito, y la incluyó antes de que acabara el tema. Aunque en su adaptación de “A Little Respect”, clásico de Erasure, no tuvo margen de corregirlo sobre la marcha, así que no le quedó otra opción que parar y comenzar de vuelta. Nadie nunca entenderá en qué se equivocó en sendos casos, pero la adrenlina del recital da licencia para todo. Y el séquito de fans, devenido en una gran familia, una vez más se rindió ante el músico.
A razón de su bilinguismo, el alasqueño es el mejor intérprete de canciones en inglés de la escena musical argentina. Tampoco hay otro músico que exprima el español como él lo hace. Y en el medio de ambos polos consiguió el punto de equilibrio entre la música de raíz nacional con el pop anglosajón. Esas cualidades allanaron el camino para que se animara a hacer un disco en el que revisita a otros autores y también a sí mismo. Si bien había destellos de ese talento en su obra, no lo había formalizado hasta ahora. En contraste con lo que suelen hacer otros colegas suyos, Tú ve no es un disco de covers, sino de reinvenciones de imaginarios. Eso quedó en evidencia en el álbum y en su consumación frente al público. Por más que un “sin-cuentón” de su temperamento sienta que le haya pegado el “viejazo” al evocar esas canciones que lo convirtierion en quien es hoy.
Tal es el caso de “Suzanne”. El tema icónico de Leonard Cohen secundó a la canción que titula al disco en el inicio de las dos horas de recital. Entonces apareció esa suerte de “manifiesto comunista yanqui” llamado “16 toneladas”, y a continuación vino su versión milonguera de “Heaven”, a la que introdujo con la confesión de que le “encanta reversionar y cambiar los temas”. Una vez que dejó atrás a los Talking Heads, el teatro quedó en penumbras para lo que Kevin bautizó como “el momento oscuro de la noche”. “Desde que te perdí” no sólo sirvió para eso, sino también para poner a dialogar al nuevo repertorio con sus canciones propias del pasado. Hilvanando así un mismo camino. Luego aparecieron sus hijas para hacer juntos uno de los himnos de Lou Reed, “Perfect Day”. y más tarde regresaron para cantar “Oración”, cuyo acabado final en Tú ve fue bendecido por el mismísimo Caetano Veloso.
Cerca de la mitad del set, “Sur o no sur” sirvió de preámbulo para su versión country, funk y dance de “El Albertío”, de Violeta Parra (con el “paso del pato” de Chuck Berry incluido). A continuación les dio salida a “La gente más linda” y “El tungue le”, de Eduardo Mateo. Acto seguido, manifestó su alegría por compartir esas canciones con “gente a la que uno quiere y admira”, lo que dio pie para que se sumara su baterista en The Nada, el “Zurdo” Roizner, precedido por una ovación de parte del público. Antes ya la habían recibido otros músicos de la banda: Andrés Reboratti (bajo) y Maxi Padín (charango). Ahí arrancó una revisión por su cosecha. Comenzó con “Es como el día” (contó asimismo con participación de sus hijas), oda beatlesca que devino en uno de los mejores momentos del recital, y eso lo hizo notar la audiencia, y terminó con su hit “Down with my Baby”.
Entre uno y otro, pasaron la “sarasa samba” “No tienes idea”, el carnavalito “En mi cabeza” y “No voy a ser yo”. En “A Little Respect”, Johansen tuvo como invitado en la guitarra a Diego Mema; la canción fue precedida por otra de Tú ve y otra de ese disco con presencia de su héroe David Byrne (líder de Talking Heads): “Last Night”. En su conclusión, esta versión más próxima al pop electrónico mechó un guiño a “Heart of Glass”, temazo de Blondie. No pasaron dos minutos tras la despedida, y el cantautor ya estaba de vuelta en el escenario. En tanto agradecía la asistencia, y avisaba que repetirá show en el mismo lugar en diciembre, en ambos pasillos del teatro subieron “cumbieras” y “cumbieros” para bailar y cantar juntos “Cumbiera intelectual”. Antes había hecho “Guacamole” y después se despidió con “Fin de fiesta”, tema que se ha tornado en toda una tradición en sus cierres.