Hace poco ocurrió un fatal accidente, en la ruta provincial 38, a la altura del departamento entrerriano de San Salvador, cuando un conductor que iba a 140 km/h volcó mientras jugaba a cazar pokemones y a raíz del accidente murieron dos de las personas que viajaban y las otras dos fueron hospitalizadas gravemente heridas.
Esa tragedia desnudó algo que pasamos por alto cada mañana, la tecnología ha podido ser lo que es hoy cuando consiguió una hazaña: la realidad aumentada. ¿Qué es la realidad aumentada? Un conjunto de técnicas que permiten la aplicación de elementos virtuales sobre una representación de la realidad física. Poca gente reconoce este logro como un cenit de la humanidad logrado a partir de 2007 cuando la mayoría de los celulares comenzaron a estar conectados en tiempo real. Hace quince años, ante una nueva dirección había que preguntar dónde quedaba, ahora nos dejamos llevar por calles y ciudades por el GPS como si fuera lo más normal del mundo. En esa geolocalización coinciden las calles que caminamos o conducimos con un mapa en tiempo real, dos dimensiones diferentes, desde nuestra ubicación hasta el satélite y vuelta a nuestro celular. Difícil de comprender para quienes no lo vivieron, un tipo de realidad que ha creado una nueva forma de estar en el mundo.
El accidente referido fue noticia de diarios y noticieros por la imprudencia del conductor de estar “manejándose” (si podemos utilizar este término) en dos dimensiones disímiles al mismo tiempo. No descalifiquemos al conductor tan rápido pues la mayoría de nosotros/as hace lo mismo cuando manejamos, pendientes del GPS que nos lleva para un lado o para otro. Algunos dirán que no es lo mismo pero la diferencia es que en la geolocalización existe una concordancia entre una realidad y otra; y en el juego, una yuxtaposición, aunque el mecanismo es semejante. Por algo las principales causas de accidentes y muertes automovilísticas (investigaciones hablan de hasta el 70 por ciento) hoy en día tienen que ver con las miradas no sólo al GPS sino a los mensajes y redes sociales que llegan y un sonido despierta a una otra dimensión, bifurca la atención del manejo. (Muchos/as se defienden, sin ser acusados, sosteniendo que utilizan mecanismos como el “manos libres” cuando manejan como si la cabeza y la concentración no importaran al momento de conducir).
Dos actividades llevadas a cabo en dos dimensiones diferentes, conducir y cazar pokemones, conducir y mirar la localización en el GPS, mecanismos de la realidad aumentada, nombre desacertado pero ilustrativo, pues no existe acumulación “positiva” (en más) de la realidad sino bifurcación y escisión de los mundos.
Diferentes autores vienen trabajando estos temas desde hace tiempo con muchísima repercusión. La socióloga Shoshana Zuboff ubica no sólo al capitalismo de vigilancia (que estudió Foucault) sino a esa sociedad que ya no se conforma con predecir conductas sino intenta manejarnos como lo hace un “jojstick”, conduciéndonos como en un juego en las múltiples dimensiones de realidad. Se trata de crear las condiciones de nuevas compras y “juegos” que se terminan naturalizando con la realidad física. Que el sujeto salga a la calle pero a condición de que no sólo lleve su celular inteligente en mano sino que no levante la mirada de la pantalla pues la realidad está ahí; lo mira, es mirado, y se mira a sí mismo en la pantalla, jugando dentro del juego, infinitización del narcisismo. Caminamos preferentemente por la ciudad a la caza de objetos virtuales, y es tan usual ver los shoppings infectados de chicos y chicas buscando objetos que no existen salvo en las realidades de las pantallas. Nos pilotean hábiles hasta los probadores de los negocios, hasta las mismas puertas del paraíso y luego una patadita es suficiente. Las “tiendas” pagarán para que nos conduzcan hasta sus productos. Por algo hoy los “portales” de pokemones se encuentran preferentemente cerca de los shoppings.
El conductor no estaba en ningún shopping, estaba conduciendo y cazándolos como perdices por el camino. Y ninguno de los tres acompañantes le decía nada porque lo estaba haciendo muy bien hasta que una maniobra brusca lo condujo a otra dimensión. La culpa fue de ese pokémon travieso que se le cruzó y se confundió, debía atraparlo antes de que siguiera su camino pero a altas velocidades la mente equivocó la acción 1 con la 2; allí donde lo tenía que enlazar, realizó un movimiento brusco con el volante y produjo que todos salieran volando. Lo real y lo virtual se encontraron en ese microsegundo fatal; eso es la realidad aumentada, el gran avance tecnológico de estas décadas.
Estamos agradecidos de poder contar con estas armas que permiten no tener que aceptar que estamos desorientados y perdidos, no tener que preguntar al otro para dónde y cómo ir, pero no debemos olvidar los riesgos, además de frecuentes accidentes automovilísticos. La sociedad de consumo te va conduciendo, y ante cada “colisión” pide tu calificación. Cada lugar que recorrés, las empresas y lugares piden tus puntuaciones para que sepamos dónde estuviste y qué fuiste a hacer allí. La realidad aumentada ha creado la sociedad meritocrática, puntualizadora, del “like”.
Esperemos que no se nos cruce algún pokémon delante de nuestro automóvil o que alguna calle no cambie de mano y que el satélite aún no lo sepa y nos encontremos de frente a ese microsegundo de lucidez trágica.