Entre los 5687 barrios populares del país empadronados en el Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap), que se encuentran en emergencia habitacional y sin acceso a sus derechos básicos, se ubica el asentamiento "San Cayetano", al sur de la provincia de Buenos Aires, en Quilmes Oeste.
San Cayetano alberga a 117 familias. El predio forma un triángulo delimitado por la Avenida Santa Fe, el arroyo San Francisco y la Ruta Provincial 1, a la altura del Camino General Manuel Belgrano. Para llegar desde la ruta hasta el altar de "el santito" –que señala la entrada del barrio–, hay que caminar unos 150 metros por la calle Obispo Monseñor Angelelli.
Identidad
Barrio adentro, todos los senderos son de tierra y no tienen nombre. Las personas caminan por el medio y, cada tanto, se "corren" para darles paso a los pocos autos que circulan. La señalización les va a permitir referenciar su entorno y tener un sentido de pertenencia, según las vecinas.
"Acá no llega el transporte público. Una vez trajeron un contenedor, pero se lo tuvieron que llevar porque la basura se acumulaba y el camión nunca pasaba a buscarla", afirmó María Lugo (26) –con el más pequeño de sus tres hijos en brazos–, quien hace 7 años compró su terreno en el asentamiento.
Pasadas las 10, con esténciles hechos con radiografías y aerosoles negro, rojo y blanco en mano, se dirigieron a la derecha para pintar la calle "San Jorge", sobre el paredón trasero de una de las fábricas contiguas. "Ahora va a poder venir el correo", dijo, entusiasmada, María.
Acto seguido, doblaron a la izquierda, pasando por Angelelli, para señalizar las calles "San Juan" y "San Blas", con ayuda de los más peques, quienes acompañaban a su mamás. A unos 30 metros, dos "arcos" –vigas de hierro que sobresalían del paredón de la fábrica– y seis niños jugaban concentrados.
Organización
"Organización existió siempre, por eso el barrio fue mejorando. Tenemos una comisión vecinal para llevar adelante nuestros proyectos, como cambiar el cableado porque tenemos cortes de luz. La gente de Techo viene a darnos una mano, con ellos conformamos una mesa de trabajo para buscar soluciones a los problemas más urgentes", dijo Leticia Díaz (30), quien es madre de cuatro hijos.
Pocas fachadas están pintadas, la mayoría son de ladrillo y cemento. Las viviendas son de planta baja; máximo, un piso. "Cuando compramos el terreno, hace 5 años, arracamos con una casa de madera y, poco a poco, la fuimos haciendo de material", sostuvo Leticia. Y añadió: "Tenemos los servicios básicos, pero esta zona toda la semana no tuvo agua".
Chapas acanaladas en el cielorraso y las ventanas de las viviendas, que aún conservan plásticos y trapos para tapar el frío. "Yo también, por suerte, ya tengo luz eléctrica y agua. Pero me gustaría cambiar el techo de mi casa porque cuando llueve, me llueve todo y la humedad es terrible", detalló Lugo.
"Antes de comprarme el terrenito acá, tuve que mudarme muchas veces porque sufría violencia de género", relató Carmen (45), quien vive con sus cuatro hijos. "Empecé con una pieza chica y después me mudé a otra más grande. Ahí cuando llovía se me inundaba. Todos habían avanzado sus casas y yo era la única que no podía porque no me alcanzaba la plata", sostuvo.
María, Leticia y Carmen trabajan en el comedor barrial, "Carita feliz", donde más de 300 chicas y chicos van todos los días. Después de varios años de trabajo comunitario no remunerado, pudieron acceder a un sueldo a través de la cooperativa.
Informe: Karla Góngora.