El joven corre desde la retaguardia hasta el frente de batalla, rodeado de un verde manto selvático, mientras una lluvia de balas de metralleta amenaza con detener su vida. O, lo que es aún peor, agujerear una de las preciosas latas de cerveza que lleva en su bolso. El año es 1967, el lugar es Vietnam y el muchacho de bigote bien recortado se llama John Donohue, aunque todos lo llaman Chickie. Es la versión cinematográfica –y, por eso mismo, más grande que la vida– de un tal John Donohue de carne y hueso. Un neoyorquino veinteañero que, cierto día de ese año, ante una típica apuesta de bar entre camaradas, decidió subirse a un barco mercante rumbo a Asia y llevarle a cada uno de sus amigos y vecinos del barrio, todos ellos soldados enfrascados en el conflicto, una lata de buena cerveza estadounidense.
De no ser completamente verídica (el propio Donohue publicó sus memorias al respecto en el libro The Greatest Beer Run Ever) podría suponerse que la historia de Operación cerveza es el resultado exclusivo de la humorística imaginación de su director y coguionista, Peter Farrelly. Pero no: la insólita situación ocurrió realmente y Chickie, un civil en un mundo de militares, recorrió medio mundo para reencontrarse con sus amigotes birra en mano, descubriendo en el camino que la guerra era mucho más compleja y horrenda de lo que había imaginado. Para los suyos, para el “enemigo”, para el mundo.
Director, junto a su hermano Bobby, de clásicos de la comedia contemporánea como Loco por Mary, Amor ciego e Irene, yo y mi otro yo, Farrelly dio un paso de iniciación hacia una nueva etapa en su filmografía con la reciente Green Book - Una amistad sin fronteras, ganadora de tres premios Oscar, entre ellos el de Mejor Película, una película conscientemente más seria y comprometida con temáticas históricas y sociales. Operación cerveza, que llegará a la pantalla de Apple TV+ el próximo viernes 30 de septiembre, confirma la mutación: a pesar del absurdo del punto de partida y el humor que atraviesa toda la trama, los elementos dramáticos no son menores. Tampoco lo es la “iluminación” política del protagonista, que pasa de interrumpir una manifestación en contra de la guerra de la cual participa su hermana a abrazar la protesta, ante un conflicto en el cual el enemigo, como describe un compinche a punto de embarcarse hacia el continente asiático, no es tan claro ni definido como había ocurrido en otras contiendas del pasado.
Para encarnar a John “Chickie” Donohue, Farrelly eligió al galán de millones de adolescentes Zac Efron, en un papel atípico para su carrera, rodeándolo de otros actores jóvenes y un par de veteranos de peso pesado, Bill Murray y Russell Crowe, el primero como un excombatiente de la Segunda Guerra Mundial que pasa sus días sirviendo cerveza en su bar, el segundo como un experimentado fotoperiodista instalado en Saigón. Cuando Chickie llega con su sonrisa a cuestas al bar de un hotel de la capital vietnamita, un grupo de curtidos periodistas oriundos de distintas partes del mundo lo observa con atención entomológica. ¿Qué tendrá en la cabeza ese muchacho? ¿Puede ser tan tonto y retonto? ¿Realmente está allí para llevarles unas cervezas a sus amigos, como si en Vietnam no se consiguieran todas las marcas existentes? No es casual que un militar burócrata lo confunda con un agente encubierto de la CIA, sorpresiva llave de entrada hacia un viaje lleno de peligros, con la muerte acechando en todos los recodos del camino.
Peter Farrelly respondió a las preguntas de un puñado de periodistas en una ronda de prensa virtual realizada durante las jornadas del Festival de Toronto, donde el film tuvo su lanzamiento mundial hace un par de semanas, del cual Página/12 pudo participar. Relajado y abierto a la conversación, el realizador nacido en Pensilvania hace 65 años recuerda que se enteró de la historia de Chickie Donohue viendo un documental breve en YouTube: “Pensé que era la cosa más tonta que había escuchado en mi vida y, por esa misma razón, sentí la necesidad de contar esta historia".
El director sostuvo que la elección de Zac Efron para interpretar el papel estuvo ligada a dos razones de peso: "La primera es el hecho de que ya lo conocía desde antes y siempre supe que estaba abierto a probar cosas nuevas, que nunca había intentado antes. Siempre cuento esta historia. Usualmente, uno dirige una toma determinada y luego habla con los actores para corregir detalles, y muchas veces nota que no están en el lugar correcto, que están ocupados pensando en qué van a hacer a continuación en lugar de escuchar y abrirse. Zac es todo lo contrario y dirigirlo es como entrenar a un muy buen atleta. La otra razón está ligada al hecho de que el papel requería de alguien que tuviera un encanto natural, porque el personaje tiene algo inherentemente imperfecto, malogrado. Es alguien que no toma siempre las mejores decisiones y políticamente está muy equivocado al comienzo de la historia. Verlo moverse y crecer me hizo recordar al recorrido que hace Tony Lip, el personaje encarnado por Viggo Mortensen en Green Book. Y con Viggo ocurre algo similar: es inmediatamente querible, más allá de sus zonas erróneas al comienzo del viaje”.
-¿Fue difícil equilibrar el tono humorístico del relato con los aspectos más oscuros y dramáticos?
-Tonalmente, Operación cerveza comienza de manera ligera. El costado tonto de este personaje, esa idea de llevarles una cerveza a sus amigos en Vietnam, te hace sonreír. Y es natural que al llegar a Vietnam el tono cambie, porque la realidad le impacta en pleno rostro. Más allá de lo que estaba escrito en el guión, fue un trabajo de Zac hacer los cambios necesarios en su interpretación, porque tenía que dejar de ser alguien para pasar a ser otra persona distinta. No fue una película sencilla de hacer, en ese sentido. Operación cerveza no es “una película estadounidense”, es una película humana. Y quería que fuera fiel a la mirada de nuestro país pero también a la de Vietnam. No teníamos un presupuesto muy grande; esta no es una de esas películas de cientos de millones de dólares. Fue un desafío muy grande para el director de fotografía y el equipo de arte recrear la guerra. Filmamos en Vietnam y queríamos ser fieles a una cuestión importante: cuando uno ve películas sobre esa guerra suelen verse solamente trajes de campesinos, pero en Saigón, una ciudad muy cosmopolita, no era así. En aquel momento era la París de Asia y la gente se vestía de manera elegante.
-Como en Green Book, aunque de otra manera y en otro contexto, aquí también hay un tono de road movie, y el cambio de paisajes es el reflejo de los cambios interiores del protagonista.
-Es cierto, pero debo decir que no me interesaba tanto ese aspecto, la idea del viaje, como sí lo hacía el concepto de alguien ajeno que ingresa a una zona de guerra. La estupidez del personaje, que lo empuja a elaborar esa idea y llevarla a cabo. Al mismo tiempo, creo que si uno vuelve a ver todas mis películas… son todas películas de viajes. Tonto y retonto, Loco por Mary, Los tres chiflados, Locos por el juego... son todas películas de viaje. No sé por qué es así: viví en la misma casa mucho tiempo con mis padres, no viajábamos, no íbamos a ningún lado. Tal vez sea eso (risas).
-La película reflexiona sobre la guerra de Vietnam, pero actualmente sigue habiendo muchos conflictos bélicos en el mundo. ¿Cree que Operación cerveza puede iluminar el mundo en el cual vivimos actualmente y no sólo reflejar lo que ocurría durante los años '60?
-Estoy en contra de las guerras. Creo que si hay una lección en el film, está ligada a la cuestión de que Vietnam fue una guerra horrible, pero en aquel momento no todo el mundo lo sabía. Los estadounidenses en general creían que era algo parecido a la Segunda Guerra Mundial, pero no lo era. Fue algo completamente diferente. Llevó muchos años que la verdad saliera a la luz y fue en la década de 1970 cuando los ciudadanos de este país cayeron en la cuenta de esa verdad. Fue un desastre y no ayudó a nadie. Miles de estadounidenses murieron; muchísimos más vietnamitas. Fue algo innecesario. Algo parecido está ocurriendo ahora en Ucrania y rezo todas las noches para que los líderes rusos se den cuenta de que nadie va a ganar esta guerra. Paren ahora. Olvídense de la guerra, nadie va a salir ganando. Ojalá vean la luz antes de que muera más gente.