Viene de presentar la Editorial Sudestada 1989. Un país embrujado, libro de Silvia Horowitz, médica especializada en psiquiatría y psicoanálisis, jazz singer y estudiosa del Yiddish y la cabalá. Horowitz tiene al menos tres novelas publicadas y varios premios y menciones en su haber, entre los que se cuenta el prestigioso Concurso Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, y el haber llegado a finalista del Concurso Clarín de Novela 2014.

En esta nueva obra, Horowitz, nacida en 1961 y médica desde 1983, retoma su pasión por los días del alfonsinismo que ya tratara en La Verdad sobre el Adagio de Albinoni (Simurg, 2004) y tangencialmente en A la Sombra de Beatriz (Letra Viva, 2016) , ambientando esta vez su thriller en los días finales de la pírrica victoria de Alfonsín, al rescoldo de la dictadura, ungiendo a Carlos Menem, presidente constitucional de la República Argentina tras haber abreviado, de urgencia, su mandato. 

El procedimiento narrativo para poner en el centro de la escena a aquellos sucesos que muchos recordarán con un sabor agridulce, es sencillo, se cuentan, según los cánones clásicos de una novela de misterio, que bien podría haber sido de Ellery Queen, Raymond Chandler o H. Bustos Domecq, las alternativas de cierta investigación sobre un inusual y fascinante caso de dos hermanas mellizas cuyos cadáveres, desnudos y, en avanzado estado de descomposición, se encuentran en la bañera de la casa que compartían, abriendo de inmediato una vasta colección de interrogantes. 

El lector avisado de John Le Carré no dudará en dejarse tentar por una actividad tan seductora como angustiante, y si ha sido educado en todas las alternativas de CSI disfrutará de sus propias conjeturas a medida que la investigación avance. Horovitz, siguiendo los pasos del sucesor de don Raúl, promete que no nos va a defraudar, y la promesa se cumple, pero hecha la trampa, hecha la ley, despliega con singular destreza una rica colección de circunstancias abonada por un desfile de objetos y personajes que bien podrían haber constituido la colección interminable del circo de los Podestá. 

Desde el principio, el comando radioeléctrico , los teléfonos públicos, el novedoso lave-rap, el koh-i-noor, le imparten al lector sobre la vasta colección de restricciones con las que aún se vivían aquellos días. Por añadidura, un mar de cameos evoca los fantasmas de Pugliese, Matilde Menéndez, Juan Vital Sourrouille, Zulema Yoma, Miguel Roig, y siguen las estrellas, de quienes aún no recordando exactamente de cada uno su actuación y circunstancias, calan fuerte en alma del lector mayor e interpelan a las jóvenes a pensar qué habría sido de aquella época de desatinos si no hubiera existido la televisión por cable.

 

A lo largo de las 140 páginas y sin perder el ritmo ni un segundo, como si se tratara de un blues que va y vuelve sobre la misma escala, Silvia Horowitz va develando con taimada suavidad los misterios que el texo ha ido abriendo, pero como contrapartida, contrapeso y filo, nos lima una cierta nostalgia por un tiempo que si no fue bueno del todo, es el que cambió este país para siempre.