"A principios de 2010 me enteré que mi hermanito no había muerto al nacer, tal como creímos toda la vida. No fue así. Mi abuela lo entregó a la partera para que lo diera en adopción a una familia. Vivíamos una situación extrema, mi madre se había separado de mi padre alcohólico y nos fuimos a vivir con mi abuela. Teníamos muchos problemas. Tardé 4 años en hablarlo con mi madre, no podía. No la justifico, pero entendí la situación. Empecé mi búsqueda y me encontré conque había muchísimas personas que habían nacido en el mismo lugar y mucha gente en el mismo camino. La comunidad sabe que ocurren estas cosas, solo que se debe terminar con los silencios". Esto lo cuenta Nélida Gauto, y es una de tantas historias sobre identidades perdidas y búsquedas dispersas, no solo vinculadas al accionar del terrorismo de Estado en los '70. Están ahí, no siempre visibles, y es el objeto de la campaña "Mi historia, mi derecho", que acaba de lanzar la Dirección General de Derechos Humanos y Memoria de Rosario.

Se cree que alrededor de tres millones de personas en Argentina están involucradas en una situación de pérdida o alteración de la identidad por causas no vinculadas a la represión ilegal de la última dictadura cívico militar, sino a adopciones irregulares, apropiaciones de niños, robo, venta y tráfico, entre otras causas. Más de 400 personas se presentaron desde 2016 ante la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe en busca de su origen o de información sobre su familia biológica.

La campaña se propone "visibilizar y difundir la búsqueda que miles de personas llevan adelante en pos de conocer su identidad de origen o biológica, y también la de madres y padres que desean encontrar a sus hijas e hijos separados de ellos al nacer", explican desde la repartición municipal. Se enhebra con organizaciones de buscadores, personas que empezaron búsquedas propias por su cuenta y que lograron reconstruir parte de la historia perdida. 

La iniciativa se apoya en el derecho a la identidad como eje, el valor legítimo que asiste a cada persona a conocer su herencia genética y cultural, a sus progenitores, circunstancias de su nacimiento, y demás.

Echaron a rodar en redes sociales una serie de cuatro videos en el que distintas personas entrevistadas relatan el proceso vivido desde que descubrieron la verdad sobre su pasado o el de alguien en su familia. Verdades descarnadas que dejan a la luz historias de apropiación, o de hermanos y hermanas cuya existencia habían ignorado.

La tipología más común de estas historias es la de bebés que fueron registrados como hijos biológicos por familias de crianza –a menudo, con una transacción de dinero de por medio– y que vivieron por años sin conocer su verdadero origen.

Estos mecanismos de apropiación de niños y niñas es una práctica muy extendida, incluso en el pasado. Y la sociedad los naturalizó y selló con pactos de silencio ante cada caso. Es frecuente conocer estas historias, por ejemplo, en los pequeños pueblos de provincia, donde una familia viajaba y regresaba con un bebé.

Los cambios en la legislación nacional e internacional han modificado en parte esta situación, pero aún continúa vigente.

“Nosotros no queremos juzgar a nadie, lo que queremos y deseamos es conocer nuestra historia, entender un poco qué fue lo que pasó, para poder sanar algunas heridas y responder a un montón de interrogantes que nos surgen”, explicaron desde la oficina estatal.

Entre los videos publicados en el marco de la campaña, Marcelo Fernández cuenta su caso. Siempre sintió que no pertenecía a la familia que lo crió, pero lo confirmó cuando ya era adulto. Lo mismo narra el testimonio de Graciela Amaduri, o el citado al comienzo de esta nota, de Nélida Gauto en la búsqueda de sus hermanos. Graciela se enteró de que tenía una hermana o hermano mellizo luego de una pelea con su mamá a los 40 años, y la segunda ya era abuela cuando supo que su hermano menor no había fallecido al nacer.

Están las madres que se vieron obligadas a entregar a sus bebés, o se los robaron, como le pasó a Liliana Leiva, que en la maternidad donde dio a luz en 1988 le dijeron que su bebé había nacido muerto. Años después, Liliana comprobó su pálpito en los registros de la maternidad y del cementerio: aquello fue mentira y desde entonces no deja de buscar a su hijo.

Desde la Dirección de Derechos Humanos señalaron que quienes sospechan que su identidad ha sido suprimida o alterada, o están buscando a un hijo, una hija o integrante de su familia biológica pueden acercarse a la oficina de la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe (Balcarce 1145) o escribir al 342-5502604. También pueden comunicarse a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDi) a los teléfonos (011) 5300-4140 y 11-2756-8330, enviar un mail a la dirección de correo electrónico [email protected] o ingresar al sitio web nacional de búsquedas.