La tapa es la foto de lo que está dentro. Lo que está dentro –o detrás– es una música que Alejandro Guyot, cantor de 34 Puñaladas, considera música argentina. Lo dice sin vueltas, claramente. “Lo que hacemos nosotros es música argentina en general, y factible de ser tamizada bajo el sonido puñalada en particular”. El sonido puñalada no es más que el que curten, además de él, tres guitarristas (Edgardo González, Juán Lorenzo y Maximiliano Cortez), más Lucas Ferrara en guitarrón. El sonido puñalada es, entonces, un mundo en sí mismo en el que convive el reflejo de una atmósfera lírica y musical que se remonta un siglo atrás, con esa misma densidad, pero anudada al mundo de hoy. Una estética áspera, profunda, desgarrada que no hace falta traducir al clima humano que subyace en la reunión con PáginaI12 (excepto Lorenzo, que tenía que irse después de la foto, los otros cuatro pintan afables, se ríen bastante y convidan mates alrededor de una mesa). Lo que sí hace falta es que refrenden lo dicho musicalmente, como lo vienen haciendo desde hace casi veinte años y siete discos. “Creo que está refrendado. Lo que hicimos ahora fue traspasar temas de otros a nuestra sonoridad, para no hacer simplemente un disco de covers”, alinea Guyot, luego de haber cumplido la misión a través de Las historias del humo, el disco de versiones que acaban de publicar, y que estrenarán en vivo este hoy a las 22 en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 722)
–Aparece algo llamativo de entrada y es que le dedican el disco a las familias, a los fans y a los “detractores”...
Alejandro Guyot: –(risas) Bueno, tiene que ver con un chiste que surge en vivo. Yo suelo presentar al grupo hablando desde un lugar medio en joda, de nuestros fans y nuestros detractores. Es como una manera de afirmarnos en la cuestión estética del grupo.
Edgardo González: –Sí, y no hay una localización específica del detractor. Es más, yo diría que son los que nos han hecho grandes (risas). Además, a esta altura, habiendo pasado casi veinte años de nuestro origen, han variado las posiciones respecto del grupo, de la prensa, y de los colegas.
–¿Cómo es eso?
E. G.: –Y, hace quince años andábamos todos recelosos de esa situación. Te enterabas que venía a verte alguien del palo, y le querías gustar. Querías gustarle a todo el mundo, algo que siempre pasa cuando estás arrancando. Pero después empezás a convivir con eso, hasta que te hacés cargo. Después, hay una cuestión que siempre defendemos de nosotros, y es que 34 Puñaladas te puede gustar o no, pero ya no admitimos la descalificación onda ‘estos son unos ladri...’.
A. G.: –Porque hay un laburo de casi dos décadas que ya es reconocible en la escena tanguera, y de alguna manera tenemos una serie de grupos que se apropian de nuestras composiciones, y las tuercen a su estética, pero a la vez están reconociendo un camino, una poética.
E. G.: –Algo que te habilita a desprenderte de esa crítica externa a la que estabas aferrado en los inicios. Por eso no negociamos las descalificaciones.
A. G.: –Volviendo a eso de fans y detractores, tiene que ver con algo que ocurrió en la escena durante estos veinte años de historia nuestra, y es que antes te fijabas en, no sé, qué había grabado Cardenal Domínguez, y nosotros no lo grabábamos. O, no sé, otro ejemplo, El Arranque hizo tal tema, y entonces nosotros hacíamos otra cosa. Había todo un delineamiento estético que hoy por hoy no está. En cualquier radio que escuches ahora, a los primeros compases ya te das cuenta si es la Fierro, el Arranque, o Dema y su Orquesta Petitera. Esto está relacionado con la conformación de una identidad musical, que está dentro de esta comunidad tanguera del siglo XXI, tal como ocurría en la época dorada del tango... vos escuchabas los primeros compases y ya sabías si era D’Arienzo, Pugliese, Basso, Grela, Piazzolla o Troilo.
La puesta en acto de esta nueva mirada sobre sí del quinteto explica, en parte, la intención de Las historias del humo, un trabajo de doce piezas de las que ninguna lleva la rúbrica de alguno de ellos, y pocas de autores de otros tiempos (apenas “Candombe para el que ayer reía”, del Tata Cedrón y Luis Alposta, o “Porque hoy nací”, de Javier Martínez, de la época clásica de Manal). La mayoría, en cambio, recala en autores del tango de hoy: Yuri Venturín y Julio Coviello, por caso. O Victoria Di Raimondo, Acho Estol o Guido Iacopetti, entre otros. “Lo que intentamos es homenajear a los compositores, y también hacer como una suerte de devolución hacia quienes interpretaron piezas nuestras, aunque la relación no sea directa”, explica el cantor, mientras Ferrara, guitarra histórica, amplifica la idea: “Hay como una cosa de confraternización. Estamos todos en un circuito duro, en el que hay que remarla, y la intención es ayudarnos entre todos. Esto hace que se compartan los repertorios. Hay como un sentido de pertenencia a un grupo más grande que el grupo propio”.
–Se hacen cargo del tango del siglo XXI, y lo comparten.
Lucas Ferrara: –Como una especie de grupo de grupos, sí.
–Algo que en parte podría relacionarse con el rock argentino de principios de los setenta...
L. F.: –Sí, en el sentido de sentirse parte de un movimiento, o de compartir público y espacios, aunque no sé si se daban tantos cruces de compositores; más bien, en el rock de esa época cada uno hacía lo suyo. Esto de querer crear un nuevo repertorio tanguero que vaya más allá del compositor es más específico de la historia del tango, creo.
A. G.: –Es nuestra manera de consolidar parte del repertorio del tango de hoy, en el sentido de llegar a un sonido, a una identidad dentro de la escena que no solo compartimos en el escenario sino que registramos en un disco.
–Y bajo un título contundente, como siempre: Las historias del humo. ¿Cuáles son los fundamentos de ese nombre?
A. G.: –Sale de un verso del tema “El silencio”, de Flavio Reggiani (el ministro de la Fernández Fierro) y es como el espíritu que aúna todas las músicas. Que remite a los bares donde tocamos habitualmente.
L. F.: –Y denota nuestra edad, también, porque cuando nosotros empezamos a tocar tango había humo en los bares. Ahora no hay más.
A. G.: –Entrabas al boliche de Roberto y cortabas la atmósfera con cuchillo, porque era como un bloque de humo. El fundamento del título, entonces, es que las canciones relatan las historias del humo, durante esas noches que se fueron apilando.
Entre medio del humo, durante esas noches apiladas, apareció Maximiliano Cortez, guitarrista que solía ir a escuchar los conciertos de 34 Puñaladas, hasta que finalmente se integró. “Está la famosa anécdota de cuando entra Ronnie Wood a los Stones. Cuando el grupo delibera acerca de a quién llamar, Keith Richards dice “Wood ‘es’ un Rolling Stone”. Bueno, creo que Maxi ‘es’ un 34 Puñaladas”, se ríe González, que fue quien lo plegó al grupo. Además de ser un guitarrista del under tanguero, Cortez apareció en medio de una búsqueda individual relacionada con pasar del tango clásico al actual. “Un día me pregunté ¿qué está pasando ahora con el tango?, y empecé a ir al CAFF, a curtir los grupos de hoy, y ahí me topé con ellos”, cuenta el pibe, que ingresó a la agrupación hace unos cinco años, y tuvo su debut discográfico en el estupendo Astiya. “Sobre Las historias del humo, voy a reforzar lo que se viene diciendo. Se trata de despersonalizar... Como el grupo el año que viene seguramente tendrá una mirada hacia dentro por cumplir veinte años, esta era la oportunidad de reconocer la tarea de otros. Está bueno darle otra oportunidad a un tema, con la idea de tratar de consolidar cierto repertorio”, es el bocado que mete el 34 más joven.
–Una retroalimentación.
A. G.: –O tomar unos vinos y decirle al otro “che, escuchate éste tema, escuchate éste otro”.
Maximiliano Cortez: –Como decía antes, darle otra oportunidad a algún tema. Por ejemplo, grabamos “El campeón”, que es de Agua Pesada, un sexteto under que no existe más.
A. G.: –Ahí está. El que compuso este tema, Pablo Ciliberto, es como una especie de Arolas mítico del under, que estuvo en el origen. Esto nos llevó a plantear un repertorio que no solo tuviera que ver con los más conocidos, sino también con hurgar en Ciliberto, o en compositores o compositoras como María Laura Antonelli (“Las luces desde el río”), o Iacopetti, del Sexteto Fantasma, que es de una generación posterior a nosotros. El juego también es abrirse hacia el futuro.
–Más que como un recupero, pensaron el repertorio como una bisagra.
A. G.: –Incluyendo grupos como la Fernández Fierro, también, que representa una figura díscola, si se quiere, porque forma parte del lugar incorrecto en el que nosotros también estamos alineados. También hay gustos y caprichos.
M. C.: –Fue bastante espontánea la elección. No salió como un recorte onda “la obra de Troilo”, y así.
E. G.: –Pese a eso, se buscó de alguna manera buscar un material de flacos que tienen diez años menos que nosotros, como Ciudad Baigón.
–Hay excepciones que tal vez confirmen la regla como es el caso de “Candombe para el que hasta ayer reía”, del tándem Cedrón–Alposta.
A. G.: –Es que el Tata es como un puente generacional vinculado a toda una tradición de autogestión en el tango. Es un tipo que sigue tocando, y está muy involucrado con las nuevas generaciones. Metimos algo de él, porque es la referencia viva de ese tango que queremos.
–“Porque hoy nací”, de Manal, suena a otro de los caprichos.
A. G.: –No suena, es (risas). Y el otro es “La mitad”, de Acorazado Potemkin, un power trío de la puta madre, con poesía urbana y una música muy consustanciada con lo que pasa hoy en la ciudad. Pensamos que todos los temas del disco tienen como una amalgama en este tipo de poesía. Ambos temas son parte del núcleo duro del laburo.
–¿Se les complicó trasvasar la pieza de Javier Martínez a lenguaje tanguero? Se puede pensar que va bien con ustedes por lo áspero del tema, pero en otras aristas se distancia bastante. La versión suena bastante heterodoxa.
L. F.: –Yo no creo que haya costado tanto, porque la poesía de Manal es bastante tanguera, y musicalmente se acerca un poco a una milonga de tipo zitarroseana, una textura que nosotros trabajamos mucho. Por ese lado fue como por un tubo. Solo hubo que cambiar algunas armonías, y también nos influyó la versión más plana que hizo Hermética de ese tema.
–Claro, porque la versión de Manal, y esto tiene que ver con las diferencias, es más blusera, y se destaca ese teclado casi lúgubre, que acompaña la voz de por sí densa de Javier.
L. F.: –Súper vanguardista para la época, sí. Muy experimental. Nosotros lo tiramos para una onda milonga campera.
–¿Tuvieron algún problema con las organizaciones feministas por el nombre del grupo?
A. G.: –Nosotros tenemos un tema que se llama “Vírgenes rotas”, que fue elegido por el comité de lucha contra la trata de personas, y el Ministerio del Interior del gobierno pasado, para incluir en un disco en el que grabaron Liliana Herrero, Soledad Villamil, Miss Bolivia, y Soema Montenegro, entre otras. Nuestra canción era la única que hablaba puntualmente del tema de la trata.
E. G.: –Lo que pasa es que la inmediatez de la redes, y la poca reflexión que tiene el debate en ellas, confunde un poco. Incluso nos han mandando algún mensaje preguntando por el nombre. Y, con mucha paciencia, explicamos la metáfora. Es más, varios grupos de tango de esta época buscamos una línea de investigación casi antropológica del género, y el nombre coincide con la línea guitarrística y lunfarda, como lo que hacía Edmundo Rivero. También está El Arranque, que coincide con la línea decareana, o La Camorra, que hacía música de Piazzolla. La elección del nombre es desde ese lugar, y nunca hubo un sentido apologético en ella. Igual, hay que aclarar también que la versión de “Amablemente” es la narración de una tragedia, relacionada con un contexto muy específico que es el de la inmigración de 1920, una década en la que habían dos hombres cada una mujer, y surgían esos dramas pasionales. Solo se trata de ubicar las cosas en contexto para no desubicarse.
L. F.: –Simplemente con leer bien la letra del tema, se acaba la discusión.