Al comienzo, fue una simple reacción. “¿Así que no quieren flautas en su orquesta típica? Nos vamos a hacer un grupo todo de maderas”, cuenta Julia Winokur. El desafío lo lanzó Analía Trillo en 2010 y aunque ya no forma parte del grupo, fue la base fundacional de Las Chifladas, un sexteto de tango que se acerca al género casi exclusivamente con instrumentos de viento y una voz, la de Nazarena Anahí Cáceres. El colectivo se completa con Agustina Kuntze, Melisa San Marco, Soledad Lugano, Camila Mandirola y tiene un disco instrumental (Tocá madera) y otro en producción. Además, hoy comienzan un ciclo de recitales en el Espacio Cultural Benigno (Av. Chiclana 3045). Allí este grupo de chicas jóvenes compartirá escenario con mujeres que son referentes ineludibles del tango actual como Eliana Sosa, Patricia Malanca, Viviana Scarlassa, Victoria di Raimondo y Natalia Lagos, invitada de la fecha inaugural.
“En un primer momento ni siquiera fue una decisión que fuéramos todas mujeres”, explica Winokur. Fue en la búsqueda del nombre cuando se convirtió en una cuestión identitaria. “Ahí lo asumimos, y quieras que no, eso guía un poco el trabajo, como nos guía el hecho de ser todas maderas –clarinetes y flautas– porque teníamos todo por investigar y por descubrir”, recuerda. Fueron años de probar, investigar y buscarle la vuelta a instrumentos que la costumbre terminó dejando de lado en el género, aunque estuvieran en sus orígenes.
“Encima en 2014 me sumé yo y agregué otro quilombo, porque una cuestión es pensar los arreglos para una formación atípica y otra sumarle un cantor y repensar esos arreglos en función de su voz”, acota Cáceres, consciente de que a Las Chifladas no les resultaba fácil encontrar una colega para esa posición. Casi todas las integrantes del conjunto componen o arreglan temas, cuentan.
Las Chifladas se reconocen parte de un creciente movimiento de mujeres dedicadas al tango. En el circuito hay al menos diez grupos conformados exclusivamente por mujeres, que también ocupan un rol preponderante al ponerle voz a los tangos del siglo XXI. “Pasa en el circuito y pasa a nivel global en la sociedad... Creo que hay un resurgimiento de los colectivos de mujeres y en el tango en particular hay una idea de empezar a ganar lugares”, reflexiona y señala la flautista. A la lucha por la visibilidad desde el género, ellas tuvieron que enfrentar los prejuicios que generaba una instrumentación atípica. “Hubo que convencer a los demás, cuando nos decían ‘grupo de música de cámara’ señalar que hacemos marcattos, arrastres, síncopas, las acentuaciones: es tango, ¡suena a tango!”
“Tuvimos que construir ese lugar, lo inventamos y después convencimos a todos que vale. El tango que durante tantos años fue un lugar tan autoproclamadamente ‘macho’, las mujeres tuvimos que armarnos ese lugar, tomar la voz y ver desde qué lugar nos lo apropiábamos, lo discutíamos, lo afirmábamos”, destaca Winokur, y su compañera asiente. “Hay una apertura, no solo en la inclusión sino en la cuestión estilística hacia las voces artísticas femeninas. De hecho la idea del ciclo es una celebración de esta apertura. Cada cantora invitada aportó algo a la generación de tangos nuevos, que eso también me parece muy importante”, elabora Cáceres.
“Es interesante esto que dice Naza de la voz femenina en el sentido de la identidad, del tener algo que decir, porque los grupos de mujeres vinieron a mostrar que también tenemos algo que decir, así como los grupos de tango joven tuvieron que mostrarlo hace un tiempo, ahora estos discursos se están empezando a escuchar”, analiza Winokur. La cantora de Las Chifladas recuerda una charla compartida con Agustín Guerrero, el joven pianista y compositor. “Hablando con él veíamos que el nivel de discurso machista de hace treinta o cuarenta años ya no está, te ponés a evaluar las letras de hoy y salvo excepciones, la mayoría está enfocada desde otro lado”, afirma. “Eso está buenísimo: El mismo ingreso de tantas mujeres al género ha provocado que también el compositor masculino se dio cuenta de todo el enfoque anterior que capaz antes no era capaz de ver”.
Entre esos enfoques perimidos está el vetusto debate de “cómo debe cantar tangos una mujer”, que en alguna época se discutió. “Eso también cambió un montón –comenta Cáceres–, y uno de los enfoques del ciclo también fue ese, traer estilos completamente distintos y nuevos”. Di Raimondo o Lagos, por caso, traen una impronta más rockera. En Malanca ven la influencia del blues. En Sosa es fácil ver cosas de una época más glamorosa, que algunos ubican en los años ‘30 y otros en los ‘50.
Para la fecha inaugural, Lagos –voz en Alto Bondi– aportará sus propias composiciones y acompañará en el piano. Una rareza en el grupo de vientos. “Es que somos re cabezaduras, no cambiamos nunca de formación”, comenta Cáceres. “Hemos tenido invitados a algún concierto y en el primer disco había dos temas con percusión, ¡pero fue cuando vos no habías nacido todavía!”, bromea Winokur. “Pero no, tenemos la identidad muy fuerte con las maderas y estamos plantadas ahí. ¡Somos de madera!”