Esta noche, cuando el canto de Graciela Carabajal se funda con la prosa de Florencia Cremona entre las cálidas paredes de La Paila, el ciclo Mujer País mutará su potencia en acto. Un acto de largo aliento, claro, que reingresará en la peña durante tres viernes más: el 14 con el tándem Mónica Abraham–Bruja Salguero (más el aporte de la poeta Cynthia Castoriano); el 21, bajo las propuestas de Dorita Chávez y Silvina Molina. Y el 28, con Liliana Hender, Inés Bayala y el grupo Rosa de los Vientos. Todo bajo el impulso y la compañía de una más entre ellas (Anabella Zoch), y el madrinazgo de la incansable luchadora feminista Dora Barrientos. “Nos desafiamos a hacer algo distinto a lo que acostumbramos. A otras canciones, a tocar la guitarra nosotras, a perder el miedo y encontrarnos en la intimidad del tocar, del cantar y del crear conciencia”, enmarca Zoch, la anfitriona de este ciclo que, visto está, nucleará a férreas artistas defensoras de los derechos de la mujer. “El dato más preciado es la desnudez, el estar despojadas de todo”, prosigue la inquieta cantautora nacida en San Nicolás.
Barrancos, por su parte, será la otra mujer presente todas las noches. “Hará de las suyas”, adelanta Zoch. Hacer de las suyas, en clave Barrancos, es empujar a que siga avanzando la idea equiparar derechos entre los géneros. “La segregación de las mujeres es una ominosa circunstancia en todas las sociedades, una rémora de la esclavitud”, sentencia Barrancos, que viene bregando de lejos por sus congéneres. “Lo que las feministas deseamos es transformar radicalmente los vínculos entre los géneros de modo que no haya condiciones de sujeción ni de subalternancia. Por lo tanto, invitamos a los varones a abdicar de prerrogativas que finalmente no hacen digna a la especie humana”, expresa la militante, abriéndole la puerta grande también a los muchachos.
Mujer País es algo más que este ciclo puntual. Se trata de un proyecto cultural e itinerante, surgido en 2013 con el fin de visibilizar a las mujeres en el ambiente de la música, a través de conciertos, charlas, debates, cursos y talleres. A esto se refiere Zoch, también. “Otro objetivo es el empoderamiento en la industria de la música, relacionado con un poderío femenino generador. Por supuesto que esto no tiene nada en contra de los hombres, sino a favor de toda construcción. Mostrar artistas femeninas con cosas en común, con coincidencias de vida, con trabas, errores y anécdotas de cosas que nos han pasado como mujeres en la música genera mucho para dar. Y, sobre todo, mostrar la hermandad y la fuerza de nosotras cuando nos juntamos”, detalla la cantora que, tras pasar diez años de su vida en Sevilla, volvió a su silla y sentó las bases de un trayecto discográfico que cuenta con dos discos a la fecha: Raíces arrancadas, grabado junto al guitarrista peruano Lucho González, y el más reciente Espejo de amor, producido por Peteco Carabajal.
“La propuesta de Anabella está antecedida por una larga saga de intervenciones musicales que constituyeron su proyecto en el que fue central la participación de mujeres de diferentes lugares del país. Esto significó una sacudida en dos circunstancias: que las mujeres lugareñas con aptitudes para el canto pudieran salir de las sombras del anonimato, y que una artista consagrada les diera la oportunidad de subirse a escenarios en completa igualdad”, informa Barrancos, apuntalada en la experiencia de las doscientas mujeres que participaron de encuentros anteriores, en doce provincias argentinas. “Por lo tanto –sigue la luchadora– el espíritu que unifica la continuación de esta bella apuesta es reconocer la creatividad de las mujeres, y revocar la secundarización, que muy a menudo afecta a las congéneres en el campo del arte”.
Respecto de las poetas que acompañarán a las cantoras cada noche, Zoch apunta que los poemas a leer se han elegido “con mucho cuidado”. “Lo demás es secreto... el mensaje irá desgranándose poco a poco, aunque el entramado entre tres mujeres, canciones propias, poemas y una copa de vino puede ser inolvidable”, avizora ella, que también está legitimada para comparar el grado de feminismo entre la Argentina y España, país en el que vivió durante la primera década del siglo, militancia en la Federación de Asociaciones de Mujeres de Andalucía incluida. “Vi claramente que las mujeres en España tienen el machismo mucho más arraigado que nosotros, y la lucha por la igualdad de derechos es muy potente. Fue notable, en este sentido, conocer el flamenco por dentro, porque tiene una gran similitud con el machismo que vive el folklore del norte argentino. El flamenco es cosa de machos, gitanos malevos, como el gaucho y el malambo, o incluso el tango”, cierra la cantora, horas antes de abrir su voz una causa necesaria.